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La comisaria europea de Competencia, Margrethe Vestager, ha dicho este miércoles que prevé que la investigación abierta a siete clubes de fútbol por posibles ayudas de estado se cierre tras el verano, aunque ha señalado que aún es pronto para saber cuál será el resultado.
En diciembre de 2013, la Comisión Europea abrió una investigación en detalle para determinar si las ventajas fiscales, préstamos bancarios y operaciones inmobiliarias de los que se habían beneficiado siete clubes de fútbol profesional constituyen ayudas públicas ilegales.
Los equipos afectados son Real Madrid, Barcelona, Athletic Club, Osasuna, Valencia, Hércules y Elche.
«El fútbol es pasión, pero también negocio», ha afirmado Vestager en un encuentro informativo organizado por Europa Press, en el que ha calificado de «sorprendente» la cantidad de datos que han tenido que analizar para determinar la situación de los distintos clubes.
«Esperamos que después del verano podamos acabar los casos que siguen abiertos», ha afirmado la comisaria, que ha asegurado que aún no saben cuál será el resultado y que es pronto para hacer hipótesis.
«¿Lo has conseguido? ¿Lo has conseguido?«, le pregunta una chica a otra, ansiosa porque la respuesta sea un sí.
Son las 14:40 horas y una marea de gente colapsa los pasillos del pabellón deportivo de la Universidad Europea de Madrid (UEM). Esperan a que aparezca Rafa Nadal, que acaba de ser investido Doctor Honoris Causa por esa universidad. El tenista apenas puede andar para llegar al coche. Todo el mundo quiere hacerse una foto con él o conseguir un autógrafo. Los que no pueden acercarse, lo hacen a distancia. Alguno tiene más suerte.
«Fírmame la riñonera, donde pilles», le dice un chico al tenista, y se la pasa. Nadal la coge, la firma y se la devuelve sin dejar de sonreír. El chico se da la vuelta, satisfecho, con gesto de haber conseguido el objetivo. «¿No me has grabado mientras me firmaba?«, le dice a su acompañante. No tiene vídeo, pero al menos sí ha conseguido el autógrafo.
La fiebre por conseguir un ‘selfie’ contagió incluso al alcalde Villaviciosa de Odón, que no quiso perder la oportunidad. Aunque él fue más listo: esperó a que Nadal llegara al coche y allí lo consiguió.
Lo sucedido en la UEM es un ejemplo más de lo que le pasa a Rafa Nadal cada vez que tiene un acto en España. Le pasa en Barcelona cuando juega el Godó y en Madrid cuando viene a jugar el Masters 1000. El tenista balear no tiene ni un minuto de respiro. Y a cada paso que da tiene a un montón de gente vitoreándolo, animándolo e intentando conseguir una foto con su ídolo.
La agenda de Rafa Nadal es muy apretada. Y no por sus compromisos deportivos. El tenista balear apenas pasa por Madrid durante la temporada (el Masters 1000 en mayo y poco más), por lo que todos los actos, publicitarios y no publicitarios, en los que le requieren suelen concentrarse en estos días. Tras ser eliminado el 23 de abril en Conde de Godó por Fognini, Nadal se fue a Manacor a preparar el resto de la temporada de tierra batida. El 29 viajó a la capital, y ese mismo día tuvo un acto con Teléfonica y Eurosport. Al día siguiente, otro con KIA. El día 1 de mayo recibió la Medalla de Oro al Mérito en el Trabajo. Y este lunes, día 4, fue investido Doctor Honoris Causa. Lo deportivo, lo verdaderamente importante, no llegará hasta el miércoles con su debut en la Caja Mágica.
El acto estaba previsto que comenzara a las 13 horas, pero no lo hizo hasta las 13:50. Antes, cada vez que alguien se levantaba y se dirigía hacia la puerta, todos en el pabellón giraban la cabeza inmediatamente pensando que ya había llegado la estrella del evento. Pero nada. Tocaba seguir esperando. Al final llegó, tras casi una hora de retraso y con algunos pitidos para el pobre encargado de dar la cara para explicar que aquello no iba a empezar a la hora prevista. Alguno no se conformó con verlo desde su asiento y corrió para verlo más de cerca cuando entró. «Mira, todo el mundo corriendo. Tanto dinero invertido para que sólo quieran hacerse un ‘selfie’. Qué pensarán nuestros padres«, comentaba una estudiante. “Que se supone que tenemos que quedar bien, que somos de pago«, añadía.
Comenzó hablando la rectora de la UEM, Águeda Benito, que intentó, sin mucho éxito, equiparar tenis y estudios y poner a Nadal como ejemplo de esfuerzo y superación para sus estudiantes, como si en vez de la rectora fuera la madre de todos: a ver si les pegaba algo. «¿Si él fuera un estudiante creen que se rendiría ante una asignatura difícil?«, dijo. Buena pregunta. Pero a alguno le faltó tiempo para gritar el famoso ‘¡Vamos, Rafa!’.
Ese fue el grito con el que cerró su discurso la periodista María Escario (con ella fue más fácil sacarse una foto) que fue la encargada de pronunciar la laudatio. «Esa es la de las Olimpiadas», le susurraba un estudiante a otro. «Me encanta», decía otra. Nadal no cambió su rostro serio mientras Escario glosaba sus éxitos. De hecho, se le vio algo agobiado. Sólo cuando le pusieron el birrete laureado, lo que levantó las risas de los asistentes, o cuando le pidieron que mordiera la medalla que le habían dado sonrió. Su discurso fue corto.»“Los deportistas, más allá de ganar o perder, debemos ser ejemplares en nuestro comportamiento«, dijo, entre otras cosas, Nadal, que lamentó no haber podido disfrutar de los años de universidad.
El acto terminó con el Gaudeamus Igitur, himno que se canta en todas los actos académicos pero del que ningún estudiante conoce la letra más allá de los dos primeros versos, no se sabe si porque les da pereza el latín o la propia universidad. Nadal sólo estuvo un poco más de una hora en la universidad, pero le dio tiempo a comprobar que la gente lo quiere mucho. Casi tanto como hacerse un ‘selfie’ con él.
Yoigo, el cuarto operador de telefonía en España con red propia, subirá tres euros los precios a los clientes de su ‘Fusión a lo Yoigo’ desde el 16 de mayo siguiendo los pasos de Telefónica, que incrementará el coste en cinco euros a sus clientes a partir del 5 de mayo. De esta forma, las tarifas ‘Fusión a lo Yoigo’ que ahora tienen un precio mensual de 41,14 euros, 59,29 y 71,39, dependiendo de las prestaciones de las mismas, pasarán a 44,14 euros, 62,29 y 74,39 euros mensuales, respectivamente, según han confirmado fuentes del operador.
Este movimiento sigue al de Telefónica, operador con el que la firma mantiene un acuerdo desde agosto de 2013 para el uso o despliegue compartido de redes de telefonía móvil y la distribución comercial por parte de Yoigo de un producto convergente con sus servicios móviles y los servicios fijos de su rival.
La filial de TeliaSonera ha explicado que la subida se debe al incremento tarifario que Movistar aplica en la parte de fijo y banda ancha que está incluida en las tarifas de ‘Fusión a lo Yoigo’. «La parte de móvil que es de Yoigo se queda como está. No subimos precios», han explicado las fuentes. De momento, la filial de TeliaSonera no ha tocado el resto de sus tarifas, es más, el consejero delegado del grupo, Eduardo Taulet, indicó en la presentación de su Tarifa Sinfín el pasado mes de marzo que, al contrario que sus competidores, «Yoigo cree que los precios tienen que seguir bajando».
César Alierta, presidente de Telefónica. (Efe)
En una entrevista a la web especializada en internet y telecomunicaciones Xataka, Taulet indicaba que las tarifas ‘Fusión’ de su rival estarán vigentes en su cartera de productos, pero añadió que la firma no estaba «nada» contenta con ese acuerdo. «Creemos que el mercado requiere otras soluciones, y hemos solicitado a Movistar, y si no es Movistar serán otros partners, un servicio de fijo competitivo, mayorista, para poder un producto convergente competitivo, porque el de ahora no lo es», indicó el directivo.
Otra de las compañías que también han decidido incrementar los precios de sus tarifas de móvil ha sido Vodafone, con subidas aplicadas en este caso solo a los nuevos clientes, de en entre uno y nueve euros.
Las tarifas ‘Fusión’ de Yoigo están disponibles desde octubre de 2013 gracias al acuerdo alcanzado entre la firma y Telefónica para compartir su red fija. Dicho acuerdo está siendo objeto de estudio por parte de la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia (CNMC), que abrió en noviembre de 2013 un expediente sancionador a Telefónica y a Yoigo al entender que existen «indicios racionales» de prácticas contrarias a la Ley de Defensa de la Competencia.
En concreto, tras las denuncias presentadas por los rivales de estas compañías Vodafone y Orange, la dirección de Competencia puso en marcha este procedimiento ante la existencia de indicios racionales de prácticas prohibidas por el artículo 1 de la Ley 15/2007, de 3 de julio, de Defensa de la Competencia (LDC) y del artículo 101 del Tratado de Funcionamiento de la Unión Europea (TFUE).
Cuando un asteroide amenaza con impactar contra la Tierra, las películas de ciencia ficción suelen optar por destruirlo con una bomba. La solución real, sin embargo, sería mucho más elegante: desviar su órbita mediante un impacto bien calculado, como si fuera una carambola de billar o un niño jugando a las canicas. La misión espacial AIDA, coordinada por la NASA y la Agencia Espacial Europea (ESA), busca averiguar si esto es posible y llevará a cabo una prueba en 2022.
AIDA contará con un nombre español entre sus filas. Se trata de Adriano Campo, investigador de la Universidad de Alicante seleccionado para la misión. El físico compara la probabilidad de que un meteorito de gran tamaño impactara contra nuestro planeta con un accidente de avión: “Es un evento de muy baja probabilidad pero con enormes consecuencias”, explica a Teknautas. Eso sí, deja claro que en estos momentos no se conoce ningún objeto que suponga un riesgo.
Los meteoritos más pequeños no suponen un riesgo porque la atmósfera hace gran parte del trabajo a la hora de deshacerlos. Es lo que sucedió en Cheliábinsk (Rusia) en 2013 y que, tal y como asegura Campo, “causó daño pero no es excesivamente catastrófico”. Los más grandes, a partir de 600 metros, están controlados: se conocen más del 90% y ninguno es peligroso.
Se conocen menos del 15% de los meteoritos de entre 100 y 500 metros
El proyecto AIDA se centra en los asteroides más problemáticos, aquellos de entre 100 y 500 metros. El investigador asegura que de estos “puede haber decenas de miles y sólo se conoce entre un 10% y un 15%”. Por ese motivo, y aunque entre ese porcentaje controlado no existan riesgos, “igual mañana se descubre uno que pueda colisionar en un par de décadas”.
Didymos es uno de estos asteroides, y se pretende interceptarlo cuando se aproxime al máximo a la Tierra, en 2022. Este cuerpo no impactará contra nuestro planeta en ningún caso, pero se pretende desviarlo para demostrar que este plan de acción sería factible en caso de riesgo real.
La misma semana que me escoge la NASA, el Gobierno me niega la financiación
Se trata de un asteroide binario, compuesto por un cuerpo principal de unos 800 metros y un satélite de 150 metros, que tiene el tamaño deseado por los investigadores. Así que en 2020 una sonda europea alcanzará a Didymos para estudiar su órbita y su estructura. Tras ella, la sonda estadounidense colisionaría en 2022 para desviar el satélite.
Campo asegura que una vez se haya producido el impacto, la sonda europea regresará para calcular la nueva órbita: “Así sabremos el impulso que le hemos dado al satélite”. Unos datos “clave” para entender cómo reaccionan a las colisiones estos objetos, y poder aprovecharlo en nuestro beneficio si fuera necesario.
Didymos junto a su satélite
Más vale prevenir que curar
Calcular la probabilidad de que un asteroide impacte la Tierra no es sencillo. “Es complicado hacer una previsión, aunque se estima que hay un evento cada 1.000 o 10.000 años”, explica Campo. Sin embargo el investigador advierte que “esto no es como cuando pasa el metro clavado cada 5 minutos, sino más bien como el paso del autobús en una ciudad con tráfico, en el que a veces llega 10 minutos tarde y otras pasan dos casi seguidos”.
Tampoco sabemos cuándo cayó el último de estos cuerpos. “Hay un cráter en Arizona de 1km de tamaño que probablemente fue provocado por un objeto metálico de menos de 100 metros”, explica el físico. Esto sucedió hace 50.000 años, pero puede que otros hayan caído en el mar o simplemente nadie se haya enterado.
La misión AIDA desviará un asteroide de su trayectoria en el año 2022
Por este motivo, el investigador asegura que estos evendos van a volver a suceder, aunque no se sepa cuándo. También señala que, gracias al avance de la tecnología, cada vez habrá más alertas de pequeños objetos que se acercan, puesto que cada semana un meteorito de 50 metros pasa a una distancia similar a la que hay entre la Tierra y la Luna. Por este motivo insiste en que no hay que causar el pánico con casos de muy baja probabilidad, para que no ocurra “como en Pedro y el lobo”.
En cuanto a los daños que un hipotético impacto podría provocar, Campo asegura que un objeto de 200 metros provocaría daños a un nivel regional. “Depende de dónde cayera, en el Mediterráneo podría causar un tsunami devastador, y en una selva tropical un incendio de enormes proporciones”.
Un proyecto pendiente de un hilo
La misión de Campo es la de coordinar el equipo de trabajo de AIDA que se ocupa de analizar las características físicas del asteroide y su satélite, para así conocerlo a fondo antes de la colisión. Y es que el investigador se dedica con su grupo a estudiar la estructura interna de este tipo de cuerpos desde hace tiempo, por lo que su aportación será fundamental para comprender a Didymos y su satélite.
Sin embargo, su participación en el proyecto de la NASA y la ESA podría pender de un hilo, ya que hasta 2016 el dinero necesario para la investigación corre a cuenta de los órganos locales. “Es curioso porque la misma semana en la que se hizo oficial la elección por parte de la NASA hemos recibido la noticia de que la convocatoria del ministerio que habíamos solicitado para seguir con el estudio nos ha sido denegada, aunque la resolución es preliminar. Nos dan una tarea que no sabemos cómo vamos a llevar a cabo porque sin financiación va a ser un problema”, se lamenta el investigador. De momento confía en poder continuar su investigación, porque el Armageddon no espera.
El genocidio de las abejas es todo un rompecabezas para la ciencia. Entre sus posibles culpables están hongos, virus y parásitos de los propios insectos polinizadores, la menor diversidad de flores de la agricultura moderna, el calentamiento global o pesticidas modernos como los neonicotinoides. Ahora, un doble estudio ha encontrado nuevas pruebas contra éstos últimos: las abejas prefieren el néctar con dos de los neonicotinoides más usados. Y, con el otro, los abejorros no crean nuevas colmenas.
Los neonicotinoides son toda una maravilla de la química moderna (ver apoyo). Basados en una compleja reformulación de la nicotina, por su mecanismo de acción, su inocuidad para los mamíferos o su aparente capacidad para discriminar entre insectos malos y buenos para la planta, se habían convertido en la gran promesa de la agricultura prolífica pero sostenible. Sin embargo, la acumulación de estudios llevó a la Unión Europea a prohibirlos en 2013, moratoria que tiene que revisar a final de año. Este plazo ha hecho que los investigadores se afanen en estudiar cómo afectan estos pesticidas a los polinizadores.
Las abejas y abejorros alimentados con sacarosa y pesticida tienden a comer menos
Esta semana, la revista Nature ofrece nuevos argumentos para que la moratoria pase de temporal a definitiva. Dos estudios, uno de campo y el otro en laboratorio, muestran la conflictiva relación entre neonicotinoides y abejas. Los resultados del segundo son los más impactantes: como los humanos con el tabaco, las abejas y abejorros prefieren el néctar que contiene estos pesticidas tan sofisticados, y eso que no le sacan sabor.
«La nicotina afecta a ciertos receptores neuronales del cerebro humano, y este es uno de los mecanismos que la hace adictiva para los fumadores», recuerda la coautora de este estudio, Geraldine Wright. «La diana molecular de los neonicotinoides en los insectos son esos mismo receptores. Sabemos que están distribuidos por todo el sistema nervioso del insecto», añade esta profesora de neuroetiología de los insectos de la Universidad de Newcastle (Reino Unido).
Wright y sus colegas realizaron una serie de experimentos con abejorros y abejas melíferas que desmontan algunas de las virtudes de los neonicotinoides. Varios estudios han sostenido que estos insectos evitan el néctar y polen de plantas tratadas con estos pesticidas. En sus ensayos, colocaron a los abejorros y las abejas en cajas durante 24 horas. Cada caja tenía tres tubos. Uno llevaba a una solución a base de agua. Otro a una basada en sacarosa, como ingrediente básico del polen y del néctar. En el otro tubo probaron diferentes dosis de los tres neonicotinoides más usados: clotianidina, tiametoxam e imidacloprid.
Salvo en el caso de las soluciones con clotianidina, en el resto, los insectos preferían libar de las que contenían los otros dos neonicotinoides en vez de hartarse de sacarosa. Y eso que ajustaron la dosis de pesticida a las observadas en entornos reales. Más sorprendente aún fue comprobar que, comparados con los de las cajas de control (que solo tenían o agua o azúcares), los insectos con pesticida a su alcance tendían a comer mucho menos, como si les saciara más el pesticida.
En una segunda fase, los investigadores se centraron en la química de este fenómeno. Querían saber si las soluciones con pesticida les gustaban más a las abejas y los abejorros. En realidad lo que buscaban era si los insectos, como estudios anteriores han sugerido para otras especies, evitan los neonicotinoides. Los animales con probóscide detectan los nutrientes gracias a unas neuronas gustativas que tienen en este apéndice, la mayoría de las veces extensible y retráctil, que les permite llegar a lo más escondido de la flor. Comprobaron que, en presencia de pesticidas, la probóscide no se retraía. También vieron que sus neuronas gustativas se excitaban ante la solución con alguno de los tres neonicotinoides.
Nuestros datos sugieren que la comida con neonicotinoides es más gratificante para las abejas», dice la autora de uno de los estudios.
«Nuestros datos sugieren que la comida con neonicotinoides es más gratificante para las abejas. Tiene el potencial de ser adictivo pero no lo hemos estudiado formalmente todavía», aclara Wright. La comparación con el efecto de la nicotina del tabaco en humanos es inevitable.
Sin embargo, los defensores de los neonicotinoides o, al menos, de la necesidad de más investigación, siempre han argumentado que los experimentos en laboratorio tienden a usar dosis de pesticidas mayores que en entornos reales. También aseguran que, en el campo, la mayor diversidad de fuentes de comida, mitiga el impacto real de estos insecticidas.
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Para comprobar estas debilidades, otro grupo de investigadores, cuyo trabajo también publica Nature, ha realizado uno de los mayores experimentos en entornos reales hechos hasta ahora. Seleccionaron 16 fincas del sur de Suecia, todas cultivadas con colza. En ocho de ellas, las semillas habían sido tratadas previamente con un pesticida a base de clotianidina y un fungicida no sistémico (una de las ventajas de los neonicotinoides es que aplicado en la semilla permanece y se extiende por toda la planta a medida que crece). En los otros ocho campos, la colza solo fue tratada con el fungicida.
En el entorno de las fincas estudiaron cuatro especies de insectos polinizadores: un abejorro, la abeja solitaria Osmia bicornis, colonias de abeja silvestre y, por último, colmenas de abeja europea o melífera. Las controlaron durante un año, en especial, en la floración de la colza. Encontraron cuatro fenómenos destacados.
En primer lugar, vieron que la densidad de población de abejorros y abejas salvajes era menor en las zonas cercanas a los campos de soja tratadas con el neonicotinoide. De hecho, esta densidad aumentaba a medida que se alejaban de la finca. En cuanto a la abeja solitaria, vieron un comportamiento muy diferente entre las nacidas en zona de pesticida y las que se habían criado libre de su influjo: en seis de las últimas fincas, las abejas construyeron sus propias colmenas por ninguna en los otros campos.
Algo similar comprobaron con los abejorros (Bombus terrestris). Estos insectos sociales también tienen una reina que se apoya en decenas o centenares de trabajadores. Cada año, las nuevas reinas deben emigrar y crear su propia colmena. Los investigadores colocaron seis colmenas comerciales (de las que se usa para polinizar) en cada campo. Al acabar la temporada de floración vieron que en los campos de soja con clotianidina el número de nuevas colmenas era muy inferior. No solo eso, sus colmenas originales no habían ganado peso, un indicador directo de que o habían recolectado menos polen y néctar o el número de trabajadores se había reducido. Ambos datos reflejarían una peor salud de la colmena.
Sin embargo, los investigadores no encontraron que las abejas melíferas se vieran perjudicadas por la clotianidina. A diferencia de los abejorros o la abeja silvestre, el número de ejemplares adultos en las colmenas no era muy diferente entre las instaladas en unos campos u otros. Esta buena noticia para la Apis mellifera tendría que ser investigada más a fondo. En todo caso, los autores de la investigación creen que este resultado aconseja no usar estas abejas como modelo para los estudios sobre el impacto de los futuros plaguicidas neonicotinoides.
«En este punto, ya no es creíble sostener que el uso agrícola de los neonicotinoides no daña a las abejas silvestres», dice el entomólogo Dave Goulson, uno de los mayores expertos en insectos polinizadores, que no ha participado en ninguno de estos dos estudios. En cuanto a las abejas melíferas, Goulson opina que deben contar con una ventaja que las haga más resistentes, quizá su mayor número por colmena.
Preguntada por la moratoria sobre el uso de los neonicotinoides en Europa, la bióloga británica Geraldine Wright cree necesario hacer un balance entre los costes y beneficios de su prohibición: «Si valoramos a nuestras abejas y los otros polinizadores, deberíamos prohibir el uso de estas sustancias en los cultivos con flores donde estos polinizadores estén en peligro de entrar en contacto con ellas».
Documento: ‘Seed coating with a neonicotinoid insecticide negatively affects wild bees’
Algunos científicos estudian métodos para manipular el clima de la Tierra como si fuera un termostato, con la idea de que se podría revertir el calentamiento global con una reducción artificial de la temperatura del planeta. Ese es el controvertido objetivo de la geoingeniería, que estudia cómo enfriar el planeta con métodos como generar cierto tipo de nubes que reflejen más la luz solar o arrojar partículas de sulfato en la estratosfera para bloquear los rayos solares.
Mientras que algunas voces piden tener en cuenta esta tecnología, otras advierten de que la geoingeniería nunca se ha probado, puede tener resultados imprevisibles y distrae de la verdadera solución al cambio climático: reducir los gases de efecto invernadero. Según los críticos, es como un medicamento que reduciría los síntomas, pero no las causas, de la fiebre que acalora al planeta.
Estos métodos se basan en la manipulación humana del clima, como generar cierto tipo de nubes de hielo -cirros- para que reflejen más la luz solar o usar aviones para que rocíen aerosoles de sulfato en la estratosfera. Este último ejemplo está inspirado en la reducción de las temperaturas globales durante meses, alrededor de medio grado centígrado, tras la erupción en 1991 del volcán Pinatubo (Filipinas), que arrojó a la atmósfera toneladas de gases.
«El mundo es más complicado que los modelos informáticos»
Ken Caldeira, de la universidad de Stanford (EE.UU.), es uno de los pioneros mundiales en geoingeniería, y aunque en sus muchos estudios dedicados a la materia concluye que estos métodos enfriarían el planeta, es absolutamente contrario a emplearlos.
Caldeira espera que nunca se apliquen los modelos que estudia y los ve únicamente como opciones de urgencia ante una potencial situación catastrófica, explica a Efe en Viena durante la reunión de la Unión Europea de Geociencias, que concluye mañana. «Está claro que los riesgos son elevados, el mundo real es más complicado que los modelos climáticos que manejamos, y no podemos estar seguros de lo que pasaría», sostiene.
Ken Caldeira, Departamento de Ecología Global de la Universidad de Stanford
Para él, la única forma de luchar contra el cambio climático es reducir los gases de efecto invernadero, pero en caso de que el mundo se enfrentase a una situación límite, el método más rápido de enfriar el planeta sería emitir aerosoles a la estratosfera. «Cambiar de sistema energético lleva alrededor de medio siglo, e incluso entonces no enfriaría el planeta sino que evitaría que siguiera calentándose», recuerda.
«Si llegado el caso -añade- hubiera alguna presión para enfriar el planeta de forma rápida, lo único que un político podría hacer es poner en marcha uno de estos sistemas de geoingeniería solar. Y si el líder de un país tiene a millones de personas a punto de morir de hambre y cree que puede hacer algo para salvar sus vidas, me resulta difícil de imaginar que no lo usara», razona.
«En algún momento en el futuro podría tener sentido utilizarlo, pero espero que no lleguemos a esa situación», confía.
«Los riesgos son demasiado altos»
Caldeira recuerda que otros científicos abogan por utilizar ya estas tecnologías en lugar de esperar a una situación de crisis. «Dicen: ¿por qué esperar a que surja una crisis? ¿por qué no usarlo antes? Para mí los riesgos son demasiado altos», expone.
¿Por qué tiene tan mala prensa la geoingeniería? «Es sensato ser muy escéptico sobre las intenciones de interferir en ciertos procesos de escala planetaria», responde, aunque matiza que es partidario de seguir estudiándola pero de no usarla. El uso de esta tecnología es además tan barato que cualquier país tendría acceso, expone Caldeira, y recuerda que su efecto es global.
‘Es sensato ser muy escéptico sobre las intenciones de interferir en ciertos procesos de escala planetaria’
Según sus estudios, aunque la temperatura de la Tierra en conjunto bajaría, en algunas regiones se podrían trastocar ciertos ciclos, como en los trópicos, con reducción de las precipitaciones.
Otros estudios
La geoingeniería es objeto de un intenso debate, con numerosos estudios apuntando a que se desconocen sus efectos profundos.
Una investigación presentada en este encuentro en Viena advierte de las «incertidumbres» que generaría utilizar esos aerosoles, ya que llevarían «a un estado climático completamente nuevo».
Así, según Hannele Korhonen, del Instituto de Meteorología de Finlandia, si se produjese una gran erupción volcánica mientras esa técnica de geoingeniería estuviese activa es «probable» que en amplias partes de Europa, América del Norte y la Antártica aumentara la temperatura en hasta 1,5 grados centígrados.
«Existen grandes incertidumbres sobre la viabilidad y el impacto climático» de la geoingeniería, resumió Korhonen a los periodistas.