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Elegir el nombre de un modelo de coche no es nada fácil. El mundo y su diversidad lingüística son demasiado grandes. El alemán Manfred Gotta lo sabe a ciencia cierta: este redactor publicitario lleva desarrollando nombres de marcas y productos desde 1986, entre otros, para fabricantes de automóviles.
Elegir el nombre de un modelo de coche no es nada fácil. El mundo y su diversidad lingüística son demasiado grandes. El alemán Manfred Gotta lo sabe a ciencia cierta: este redactor publicitario lleva desarrollando nombres de marcas y productos desde 1986, entre otros, para fabricantes de automóviles.
Elegir el nombre de un modelo de coche no es nada fácil. El mundo y su diversidad lingüística son demasiado grandes. El alemán Manfred Gotta lo sabe a ciencia cierta: este redactor publicitario lleva desarrollando nombres de marcas y productos desde 1986, entre otros, para fabricantes de automóviles.
De él proceden los nombres Actros, Twingo, Smart, Vectra, Vel Satis, Viano y Panamera. «El nombre de un coche puede posicionar el vehículo como tal y diferenciarlo de la marca», asevera Gotta. Esto se debe a que expresa una personalidad y puede ayudar a marcas que tengan un problema de imagen. La variedad de nombres, sin embargo, hace más difícil distinguirlos.
Y a veces ocurre lo contrario: «En el segmento de precios altos, los nombres de las empresas suelen ser los héroes. Los clientes no dicen que conducen un Clase A, sino un Mercedes», señala Gotta. «El nombre de la empresa resalta los atributos del compacto. Los números, las letras o las combinaciones de ambos funcionan bien con las marcas fuertes”, añade el empresario.
¿Qué significan las letras y números de modelos de coches?
Gotta acota que siempre depende de la marca y del lema: «Con un Panamera, Porsche puede posicionar el modelo de forma aún más específica que con una secuencia de números como el 911». Un buen nombre no debe seguir el espíritu de la época o una tendencia, sino que debe perdurar. A la hora de buscar un nombre, Manfred Gotta siempre examina primero el coche desde todos los ángulos.
«Tengo que captar el coche visual y táctilmente, sentirlo, para entenderlo», explica. Con su equipo y con ayuda de programas especiales, el empresario crea hasta 100 nombres diferentes para cada vehículo y hace que se compruebe su pronunciación, entonación y significado en diferentes países.
En conversaciones posteriores con su equipo y participantes en una encuesta de mercado, prioriza hasta seis nombres y se los propone al cliente respectivo mediante una visualización adecuada: una foto con el nuevo nombre en la parte trasera del coche.
«Por último, presentamos una preferencia y una recomendación, que la mayoría de los clientes aceptan», puntualiza. El proceso tarda entre ocho y doce semanas.
Este tiempo es necesario, también para evitar confusiones embarazosas. En los últimos años ha habido bastantes nombres equívocos en la escena internacional.
El E-Tron de Audi puede sonar como «étron» en francés, que significa «montón de excrementos». Por motivos obvios, el todoterreno Pajero de Mitsubishi se vendió en los mercados de habla hispana con el inocuo nombre de Montero. Pinto, un modelo compacto de Ford, podía ser interpretado en el portugués coloquial de Brasil como «pija». Y Kuga, SUV también de Ford, significa «peste» en croata.
Algunos fabricantes, como BMW, recurren a otros sistemas. Hace cincuenta años, la empresa bávara inventó su nomenclatura de tres números, que se sigue utilizando en la actualidad para muchos modelos. Hasta entonces, BMW solía denominar sus modelos en función de la cilindrada del motor. Los coches pequeños solo tenían motores pequeños, los grandes tenían motores grandes. El coche más pequeño, por ejemplo, era el BMW 700 (de 1959) con un motor de 700 cc, el más grande era el 3200S con un motor de 3200 cc.
Con el nuevo modelo de gama media introducido en 1972, los motores debían utilizarse en todos los vehículos por razones de desarrollo y coste. De este modo, el motor más débil de la gama media debía impulsar también un coche más pequeño, y el motor más potente de la gama media debía funcionar también como el motor de menores prestaciones en la clase de lujo.
«Esto no habría sido posible con la nomenclatura anterior. BMW tenía que distinguir los distintos tipos de motor en las numerosas categorías para mostrar claramente a los clientes la diferencia», afirma Fred Jakobs, responsable del archivo de BMW.
El nuevo sistema tenía números para la clase que ascendían según el tamaño: una clase pequeña se llamaba 3, la media 5 y la superior 7. En medio, se dejó espacio para modelos posteriores de nicho, como los coupés. Los últimos dos números indicaban la cilindrada del motor. Así, el 520 era un serie 5 con motor de 2,0 litros, el 525 un serie 5 con motor de 2,5 litros y el 725 un serie 7 con motor de 2,5 litros.
«Los clientes deben poder saber a primera vista de qué modelo se trata. La combinación compacta de tres dígitos ha tenido éxito durante 50 años», señala Jakobs. El primer coche con el nuevo sistema fue el 520. Le siguió la serie 3 (E21) en 1975, la serie 6 (E24) en 1976 y la serie 7 (E23) un año después.
Las combinaciones alfanuméricas, que constan de números y letras, ofrecen una ventaja, ya que suelen ser fáciles de entender a nivel internacional. En algunos lugares, hay que prestar atención a los números de la mala suerte.
Desde los años sesenta, Mercedes suele denominar sus vehículos con números de tres dígitos que indican la cilindrada, seguidos de una letra que indica el tamaño del vehículo. Un ejemplo es la berlina 220 b (internamente W 111) de 1959. También podría seguir una D de diésel, por ejemplo 240 D en un W 123 (de 1976).
Desde 1993, Mercedes divide sus series de modelos en clases como A, B, C, E, S y G y versiones derivadas para los modelos: SUV GLA, GLB, GLC o GLS. A continuación se indica la cilindrada, que especifica la potencia del motor, una «d» minúscula para la versión diésel o información sobre la tracción total, como S 400 d 4Matic para un modelo correspondiente de la actual Clase S.
«Con las tres letras, Mercedes-Benz consigue una diferenciación dentro de su cartera de productos, pero se mantiene dentro de la lógica en la pertenencia a una determinada clase», explica Frank Kallina, responsable de nombres de marca en Mercedes-Benz.
Para los nuevos propulsores eléctricos, Mercedes eligió la denominación EQ seguida de la letra de la respectiva clase de serie del modelo, como EQS, para presentar la nueva submarca. «Esto permite a los clientes ver directamente que se trata de un vehículo eléctrico de Mercedes-Benz», precisa Frank Kallina.
Pero las letras y los números también pueden causar desentendidos. El pequeño deportivo MR2 de Toyota puede sonar como «merde» («mierda») en la pronunciación francesa. Exceptuando estos casos, los números como los de BMW y Peugeot, o las combinaciones de letras y números como las de Audi, Mazda, Citroën o Mercedes, suelen ser lógicos, precisos, jerarquizados y relativamente flexibles.
Y el sistema también puede adaptarse a la era eléctrica. La gama eléctrica de BMW tiene una i delante del número del modelo, Mercedes tiene EQ delante de la letra de la serie correspondiente, y Volkswagen se decidió por las letras ID. De este modo, la nomenclatura tiene el futuro asegurado y salta a la vista en la parte trasera del vehículo.