El Camp Nou ignoró a Guardiola y el homenaje se lo dio Messi
Pues sí. Pep Guardiola tenía razón. “Si Messi está como intuyo que está no hay defensa que pueda pararle, es imposible”, resumió en la previa. Y así fue. Y el técnico lo sabía, lo intuía, pero no pudo hacer nada para parar a la bestia, al genio, al enorme jugador que es Leo Messi. La vuelta del maestro, del ‘mito’ Pep Guardiola como le llaman muchos en Barcelona, no pudo ser más agria. Sus amigos ya avisaban en los días previos que, más que las bajas, lo que le preocupaba de verdad era el argentino y la certeza absoluta de que poco podría hacer ante su talento. Ya temía que, al estilo Frankenstein, la criatura que él creó con un balón delante no conoce ni a su padre.
No fue noche de nostalgias, melancolías ni homenajes para Guardiola. Él tampoco se prestó a ello. Salió el último al césped al comienzo y tras el descanso, evitando así una posible ovación, pero también encontrarse en el túnel de vestuarios a sus exjugadores. Sí se vio a Thiago y a Pepe Reina abrazarse con Xavi, Alba, Busquets e Iniesta, pero Pep se quedó en el vestuario hasta el último momento y no se cruzó con nadie. Antes de que comenzara el partido, con todos los futbolistas ya sobre el césped, subió rápido los últimos escalones de acceso al campo y se sentó en el banquillo visitante que le correspondía. Fue Luis Enrique el que fue a buscarle. Se abrazaron y, venga, al lío. Comenzó luego el partido tan eléctrico que no hubo más oportunidad para recordar el pasado, ni una sola vez se coreó su nombre en el estadio que tanto le ha adorado y añorado en muchos momentos.
No paró quieto Guardiola durante todo el partido, como en él suele ser habitual. El entrenador es un tipo nervioso hasta el extremo que vive los partidos con tanta intensidad en el banquillo como cuando era jugador y vomitaba antes de los encuentros. Sólo se sentó, ya derrotado, cuando Neymar marcó el tercero en el minuto 90’. Se dio la vuelta, apretó los dientes y se tiró en el moderno sillón del banquillo. Pep tardó luego una eternidad en salir del vestuario, casi una hora, y atender a los medios de comunicación. Afónico y fastidiado se rindió a la evidencia: “¿Messi? Lo único que se puede hacer con esta clase de jugadores es que participen lo menos posible porque cuando lo hacen no hay nada que hacer”.
Durante los cuatro años que dirigió al Barça declaró en un buen puñado de ocasiones que su único mérito era que le habían elegido a él para el puesto y no a otro y expresó su admiración hacia los futbolistas. Muchos le afearon la falsa modestia y, evidentemente, gran parte de la ‘culpa’ era suya, pero Messi se escapa a cualquier táctica o jaula. “Es duro”, admitió anoche el entrenador, “pero estoy muy orgulloso de mis jugadores y hemos llegado hasta aquí, no tengo ningún reproche. Felicito de corazón al Barcelona. Nos vemos la semana que viene en Múnich”, concluyó. Con el disgustazo por el 3-0 no estuvo Guardiola tan certero en la utilización de las palabras como en la previa, cuando vaticinó con una de esas frases redondas suyas: “El talento no se defiende”.
No hubo ni rastro de melancolía en el Camp Nou y sí una enorme explosión de júbilo por el fabuloso resultado. Mira si no era noche para homenajes, ni nostalgias, que ayer un mito como Xavi disputó sus últimos nueve minutos con la camiseta del Barça en Champions en el Camp Nou y todos los focos sólo se centraron en Messi.
@BrenpCom
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