Piernas de Luis, pies de Leo

La intención de Guardiola, por más que tildara la misión de imposible, era minimizar la incidencia de Messi durante el partido. Por eso dispuso al principio un sistema (3-5-2) donde Xabi Alonso y Schweinsteiger taparan las diagonales de La Pulga y Bernat ayudara a Boateng en el costado por si salía por la derecha. Y aunque consiguió frenar en un inicio al 10, el desaguisado fue completo para el Bayern; los carrileros no llegaban a tiempo ante el juego directo practicado por el Barça: pases de Busquets, Piqué y hasta Ter Stegen y los puntas haciendo fortuna en el uno contra uno. Cambió Guardiola de relato y de sistema al cuarto de hora, con una línea de cuatro atrás, por lo que el Barça recobró en buena medida el fútbol de posesión. Pero ante tres o contra cuatro zagueros, por arriba o por abajo, en profundidad o al pie, el receptor en el balcón del área rival casi siempre fue Luis Suárez. Al menos hasta que le duró el oxígeno, cuando cogió el relevo un agitador y agitado Neymar —que bien pudo ver la tarjeta roja por encararse con el árbitro— y cuando, sobre todo, sentenció Messi.

Sin el balón en los pies el uruguayo fue un futbolista incómodo y difícil de aplacar

Desde bien pronto se preparó Suárez para el esfuerzo. Esprín tras dar la mano a los rivales; esprín tras la foto oficial del equipo; y esprín tras el saque inicial del Bayern. Vivir para correr. Y corrió como si no hubiera mañana el 9, sabedor de que Luis Enrique exige el acoso alto en campo ajeno —su generosidad validó un buen puñado de balones recuperados por la zaga tras pelotazo de la defensa rival— y también consciente de que si juega en el Barça es porque nunca dejó una pelota por pelear. Incluso se mostró de lo más predispuesto a ocupar la zona de Messi cuando éste se hacía el remolón en la transición ataque-defensa. Sin el balón en los pies fue un futbolista incómodo y difícil de aplacar; con el balón en juego para los intereses del Barça fue un tormento difícil de detener.

Sumaba 19 goles en los últimos 20 encuentros el delantero centro, pero ante el Bayern falló lo que hacía tiempo no hacía. Resulta que Ter Stegen sacó en largo, peinó Messi y Suárez, validado por un fuera de juego bien tirado por Boateng pero mal seguido por Benatia, se plantó ante Neuer. Esperó a chutar el charrúa, pero le aguantó el meta alemán para hacer una atajada que recordó a la de Casillas sobre Robben en la final del Mundial de 2010. Después, habilidoso, se ganó la línea de fondo y centró a Neymar, que falló lo improbable. Pero no se resistió a su infortunio el uruguayo, que también se ganó una parcela en el área para rematar alto y torcido un saque de esquina de Neymar. Incluso tuvo una última que, precipitado, chutó desde lejos y a las nubes.

Sin embargo, poco importaba por aquel entonces porque Messi ya había resuelto el encuentro. El 10 pareció reservarse para el final con dos goles sensacionales, sobre todo el segundo tras un recorte que sentó a Boateng y una cuchara que desequilibró a Neuer. Todos los del Barça corrieron a abrazar a Leo, tumbado en el suelo de felicidad. Como a Neymar en el tercer tanto. Aunque tras la primera diana azulgrana, hubo uno que corrió a por la pelota, ya en la red. Fue Suárez, que la cogió con rabia, le gritó con fuerza y la chutó a los aires. Le debía una. Pero pronto dejaría de importar.

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