La paja toquilla es reconocida por su fino tejido

Las manos de María Loja son tan ágiles que hay que tener mucha concentración para entender el tejido que ella realiza al confeccionar un sombrero de paja toquilla.

La mujer, de 45 años de edad, tiene toda la paciencia del mundo para indicar las técnicas que su padre y madre le enseñaron cuando ella tenía solo 8 años.

Para la artesana que proviene de la parroquia San Bartolo, en la provincia del Azuay y lleva un sombrero de paja toquilla, una pollera y elegante blusa, existen dos formas para hacer un buen sombrero.

“Hay el tejido brisa, también llamado ‘chulla hebra’ y el tejido llano que es el par de hebras (paja)”, indica.

Diana Vera, persona interesada en aprender el tejido, no se pierde un instante y sigue al “pie de la letra” las indicaciones de María.

“Apriete, cruce la paja”, son entre otros los consejos que da María a quienes tratan de aprender las técnicas del tejido del sombrero.

Esta prenda se teje con las fibras de una palmera peculiar que crece en las costas del Ecuador.

Los agricultores del litoral cultivan los toquillales y recogen los tallos a fin de separar luego la fibra de la corteza verde, hirviendo esta última para eliminar la clorofila y secándola después con carbón de leña y azufre para que se blanquee.

Con esta materia prima, los artesanos comienzan el tejido de la copa y del ala del sombrero. El tejido de un sombrero puede durar de un día a ocho meses, dependiendo de su calidad y finura, según informe de la Unesco.

Para la instructora, con el paso del tiempo las técnicas han ido aumentado y mejorando para tener una prenda elegante y de alta calidad, como ella misma lo dice.

“Ahora se hacen sombreros con el tejido llamado mariposa, tejido rombo, perro, caramelo y estrellados”, explica la mujer, quien aún recuerda las enseñanzas que le dio su padre en este oficio, tras la muerte de su madre.

Según María, hacer un sombrero de buena calidad le toma tres días, “pero bien trabajado y sin descansar”. Mientras que uno “común y corriente” un día.

“Al fino hay que tejerlo parejo y con mucha concentración”. Agrega que la confección de uno de calidad “destruye la salud”.

“Me duelen los pulmones, aún no tengo problemas en los riñones y ojalá que nunca”, expresa, mientras recuerda que un extranjero le pidió que le haga un sombrero fino y le ofreció pagar $ 70. Terminó pagando $ 120, porque se dio cuenta del esfuerzo y del trabajo.

A María le tomó tres días, pero tuvo que descansar un tiempo igual por el dolor que sentía en sus pulmones.

El sombrero, también en Cañar

En Cañar existen cerca de 10.000 tejedoras de sombreros y artesanías de paja toquilla en los cantones Azogues, Biblián y Déleg.

Los sombreros tejidos en Biblián son muy valorados en el mercado internacional. Sus costos varían de acuerdo a la calidad, y les ha permitido exportar a España, Italia y Estados Unidos.

En Biblián existen algunas asociaciones de toquilleras como la María Auxiliadora y Tesya. Estas permiten a los viajeros disfrutar del proceso de tejido hasta la obtención de los sombreros más finos y tradicionales, según el Ministerio de Turismo.

Los precios del sombrero varían desde $ 10 a $ 35 para los gruesos; $ 70 a $ 80 para un fino de cuarta; $ 100 para un medio fino o fino de tercera; $ 120 a $ 180 para un fino de segunda y $ 300 o más para los elegantes. Los artesanos reciben pedidos desde el exterior. (I)