La Bombonera resolverá la trilogía de mayo

La trilogía de mayo, como llaman los argentinos a los tres Boca-River seguidos, ya está lista para escribir el final. Boca ganó el primero, el del campeonato, con un 2-0 rotundo en su casa. River se la devolvió y ganó anoche el segundo, la ida de octavos de final de la Copa Libertadores, con un 1-0 de penalti después de un partido durísimo. Todo se decidirá en La Bombonera el próximo jueves. De esta trilogía saldrá un campeón de la batalla eterna entre los dos grandes equipos argentinos.

River salió a ganar y sobre todo a defender su portería. Eso incluía entradas durísimas, que llevaron a quedarse con diez al final, cuando ya no importaba. Boca, que se creía favorito, pudo marcar varias veces, pero falló. Después de 18 partidos invicto eligió el estadio menos adecuado para su primera derrota de 2015. Un partido donde pudo pasar todo, pero que al final se decidió por un penalti claro y bastante absurdo en el 37 de la segunda parte que marcó Carlos Sánchez. River dominó, sobre todo el primer tiempo, pero no lo suficiente como para estar tranquilo hasta el silbatazo final.

River y Boca, dos estadios, dos hinchadas, dos mundos que empezaron juntos, allá en la Boca, el barrio de los emigrantes, cerca del riachuelo, tan contaminado que nadie quería vivir allí y mandaban a los recién llegados, los que bajaban de los barcos que huían del hambre europea con ilusión, pero sin dinero y solo podían permitirse una habitación compartida en un conventillo. River dejó el sur de Buenos Aires donde nació y se marchó al rico norte. Desde entonces son los millonarios, y no quieren saber nada del barrio en el que nacieron y donde sigue su eterno rival.

El acceso a los dos estadios denota evidentes diferencias. A La Bombonera se llega por descampados llenos de basura. Al Monumental se accede desde la Avenida del Libertador, una de las más caras de Buenos Aires. En La Bombonera todo está encajonado, también los ultras de la 12, encerrados por un cristal blindado que, visto desde el otro lado, ofrece la sensación de estar observando a una criatura peligrosa y llena de vida. En el Monumental todos los espacios son abiertos y entre el público y el campo hay una pista de atletismo, lo que impide esa sensación de peso en la espalda que describen los jugadores en La Bombonera, donde apenas hay sitio para sacar los córners.

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Aparentemente, la hinchada de River no canta mucho menos que la de Boca. Al menos no cuando está el archirrival delante. Es un falso mito. Gritan y tiene canciones largas que canta todo el estadio, como los otros. Pero tienen un gran problema: se escucha mucho menos. Sencillamente sus cánticos se elevan al viento, los de los rivales se aprietan y se notan en el cuerpo por esa caja de bombones inconclusa que es el estadio de Boca. Una caja de resonancia perfecta. Pero los millonarios también gritan, tanto que los aviones que pasan cada cinco minutos para aterrizar en el vecino Aeroparque apenas se escuchan.

Los carteles que llenan el estadio son de los mismos barrios populares que se ven en La Bombonera. Con algunas diferencias, sobre todo por la ubicación norte-sur, los dos equipos son interclasistas, grandes y ricos. Aunque no tanto como sus hermanos en España, Italia o Reino Unido, que se llevan casi desde niños a las mejores estrellas argentinas, dejando el fútbol local en manos de jovencísimas promesas, descartes y estrellas veteranas que vuelven a su tierra a pasar sus últimos años. Para más inri, los dos equipos, que antaño anunciaban cervezas argentinas, ahora llevan en su camiseta a un conocido banco español, uno de los más importantes en Argentina, donde los españoles dominan buena parte del mercado financiero.

A River y Boca les unen otras similitudes, como el nivel de los delitos cometidos por los jefes de sus barras bravas. Los de Boca acaba de crear un conflicto entre el Gobierno y el club porque querían volver al estadio después de cumplir sus condenas. Uno de ellos ha sido procesado por homicidio. El que fue líder de la barra de River, Alan Schlenker, acaba de ser condenado por asesinato.

Ajenos a la guerra en las gradas, River y Boca pasaron una primera parte de tanteo con dominio de River. Era como si tres superclásicos seguidos fueran demasiados y los jugadores estuvieran cansados de tanta presión. Pero nada más empezar la segunda parte volvió la emoción. Boca salió a por todas, y estuvo a punto de marcar dos veces en el primer minuto. Dominaba. Pero ahí estaba la hinchada millonaria.

En todos los estadios del mundo jugar en casa ayuda. Pero en Argentina, donde el público al completo no para de cantar todo el partido, la afición es un jugador clave. Y ahí estaba el Monumental para ayudar a los suyos. “Vamos, millonarios, hay que poner más huevos, esta noche cueste lo que cueste, tenemos que ganar”, gritaban. “Lo único que quiero es salir campeón en La Bombonera”, animaban con un cántico de siempre para el superclásico. Y River reaccionó.

Boca parecía durante un buen rato sin fuelle. Pero River perdonaba. Como sucedió la semana pasada antes de que llegaran los dos goles en los últimos cinco minutos, la cosa parecía encaminada a un empate. Hasta que llegó el penalti y el gol. Y ahí, después del 1-0, River pudo rematar el partido. Pero a Boca le salvó su portero, que logró dejar las cosas listas para que La Bombonera decida. Y allí de nuevo la hinchada hará su parte, que en Argentina es muy superior a la media.

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