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Igual que en Mónaco, irrumpió la lluvia la media hora de los segundos entrenamientos libres del Gran Premio de Canadá donde casi todos los coches se refugiaron en el garaje. Pero Mercedes decidió probar los neumáticos intermedios y Lewis Hamilton acabó contra el muro. («no fue cosa mía salir», comentaría después) Aún así, el británico dominó las dos sesiones de ayer. Sin embargo, la primera jornada canadiense dejó flotando en el aire la sensación de que Ferrari podría representar una amenaza inesperada para el equipo alemán.
Temperaturas altas, caída fuerte del termómetro, lluvia…La primera jornada ofreció todo tipo de condiciones y descolocó el programa de los equipos. Arriba, todo era intenso escrutinio para comprobar si Ferrari se acercaba o no a Mercedes con su nueva evolución de propulsor. «En un día como hoy, cuando el tiempo cambia tanto y ves la lluvia venir pero no estás seguro, los equipos tienden a trabajar en programas ligerament diferentes, y hace más difícil juzgar todo», comentaba James Allison, director técnico de Ferrari al terminar la jornada
Hamilton dominó la primera tanda con un segundo y medio de ventaja respecto a un monoplaza distinto a Mercedes. La segunda solo por tres décimas con Sebastian Vettel por detrás. “El coche parece que va realmente bien, pero posiblemente Ferrari ha ganado más ritmo con su motor, lo que será interesante”, reconocía Hamilton tras los entrenamientos, “aunque creo que estamos en buena forma, me siento bien este fin de semana con el coche, igual que en la última carrera”.
Independientemente de la confianza del propio Hamilton, Nico Rosberg también veía una posible amenaza de Ferrari en el Gilles Villenueve. Nada que ver con Mónaco y Montmeló. «Ferrari parece muy rápido, así que veremos, parecía que estaban muy cerca”, coincidía también Nico Rosberg, “, aún tengo que hablar con mis ingenieros para ver qué piensan y estudiarlo, ellos saben mucho mejor que nosotros cuál es su verdadero ritmo en comparación a nosotros, porque pueden ver en la información si han mejorado su motor en relación a nosotros, y cuánto combustible llevaban a bordo».
Ayer parecía que entre Mercedes y Ferrari se desarrolló un juego de gato y ratón. Por algunos comentarios en la radio, incluso en ocasiones Sebastian Vettel parecía tener más ritmo en la manga (segundo tras el británico) que el mostrado con el crono. La lluvia volvió a dejar incertidumbre para la clasificación del sábado, pero con una sensación muy diferente para Ferrari respecto a Mónaco.
Max Verstappen durante los entrenamientos (Efe)
Por otro lado, Carlos Sainz, tuvo uno de los peores viernes, si no el peor, de la actual temporada. «Ha sido un día difícil para nosotros. Esta mañana en los primeros libres tuvimos algunos problemas electrónicos, por lo que éramos lentos y no pudimos completar tantas vueltas como queríamos. Esto es malo, porque es muy importante dar el máximo de vueltas ya que es un trazado completamente nuevo para mí».
En la segunda sesión, sin embargo, se acortó inesperadamene el programa de trabajo. «He notado que el coche ha mejorado vuelta tras vuelta, y hemos llegado a un nivel decente cuando ha llegado la lluvia. La falta de Kilometraje significaba que no ha sido un primer día ideal para un novato, y en especial en una pista difícil como ésta, pero espero que podamos aprovechar los terceros libres de mañana para prepararnos mejor para la calificación». En la segunda tanda acabó decimotercero, por delante de su compañero Max Verstappen, quien a su vez había sido décimo en la primera sesión. El holandes modifió la puesta a punto de su montura para la segunda sesión, pero los reglajes no funcionaron.
En cuanto a Roberto Merhi fue decimonoveno en las dos tandas, siempre por delante de su compañero de equipo Will Stevens. «La verdad que el mejor viernes hasta el momento», resumía satisfecho el castellonense, «hemos cambiado el motor, ya no es el de principio de temporada y también el alerón anterior no lo he vuelto a llevar, creo que está muy bien porque he ido más rápido que mi compañero tanto esta mañana como ahora. Ha sido un viernes muy positivo, el mejor de todo el año así que espero que mañana vaya un poco mejor y en la carrera aún mejor».
Resultados segunda sesión de entrenamientos libres
Resultados primeros entrenamientos libres
Durante los nueve meses de competición europea que llevamos disputados hasta este día en el que se acaba lo que se daba, la Juventus ha sido favorita sólo en dos ocasiones, y siempre visto esto de manera muy relativa, cogido con pinzas baratas, de esas de plástico que cruje al sol y al apretarlas para abrirlas se hacen trizas. La primera de ellas ocurrió hace mucho tiempo, cuando en el final de agosto se realizó el sorteo correspondiente a la fase de grupos. Le tocó el Atlético de Madrid, el Olympiacos y el Malmö. Si no era favorita para clasificarse ahí, mal lo llevaba. El problema es que se enfrentaba al subcampeón de Europa, lo cual le ubicaba como segunda fuerza del grupo. Es decir, que tampoco era la clara candidata a ser primera ni siquiera.
Después, volvió a ser la líder de la manada cuando se topó con el Monaco en cuartos de final. Bueno, en realidad no es que se topara con ellos, sino que los acogió con los brazos abiertos, alegre y risueña como la cebra que ha huido del ataque de leonas hambrientas. Era el rival más débil, el que todos querían y que sólo la Juve podía disfrutar. Si en ese caso ya no era favorita, apaga y vámonos. Otra cosa muy distinta fue después en el campo, en el que prácticamente en ningún momento de los 180 minutos se mostró como un equipo muy superior. De hecho, en el global del juego bien podrían haber pasado los monegascos.
En el resto de rondas ha ido a remolque, con el rabo entre las patas, agazapada y esperando que la estampida de bestias les pasara por encima y, entonces, atacar por la espalda e imponer su superioridad inesperada en el resultado final. Pasó eso incluso contra el Dortmund. El Borussia no ha tenido su mejor año, de hecho ha sido el peor de la última década, más o menos, pero aun así se le consideraba superior a la Juve. Y no lo fue en absoluto. De repente, la Juve destrozó al Dortmund en su casa, en el Westfallenstadion y empezó a callar bocas.
Y si contra el Madrid era la víctima (de manera aplastante, además), contra el Barcelona lo es aún más. La situación en la que se enfrentaron al Madrid era contraria para un equipo y para otro. El equipo entonces de Ancelotti iba decayendo poco a poco hasta quedarse sin títulos de manera oficial, todo apuntaba a que el italiano no iba a seguir, el ambiente era extraño porque los jugadores sí querían seguir bajo sus órdenes. Y todo contrastaba con la felicidad nada disimulada de la Juve, tetracampeona de Italia y cercana al Doblete que al final ganó. Por tanto, el favoritismo del Madrid era más sobre el papel que en realidad sobre el campo, el cual también era verdaderamente amplio, lógicamente.
Gráfico: El probable once de la Juve en Berlín.
No es lo mismo que lo que se va a encontrar en Berlín. Este sábado se enfrentan los dos equipos más felices del mundo, que se encuentran en su mejor momento del año. Pero lo mejor para la Juve es que pase lo que pase en el Olympiastadion, saldrá con una sonrisa, si bien ésta sería de oreja a oreja si levanta la Orejona, valga la redundancia. Lo peor para la Juventus es que no es nada probable que la pueda levantar.
Línea por línea, la Juve es inferior, siendo el centro del campo la única zona del terreno de juego en la que puede competir de manera directa con el Fútbol Club Barcelona. De hecho, la reestructuración realizada por Massimiliano Allegri a la herencia que recibió de Antonio Conte es la principal arma que puede desplegar la Juventus contra el Barça. Pasó de jugar con tres jugadores en el medio a cuatro… ¡y qué cuatro! Juntar a Pirlo, Pogba, Marchisio y Vidal convierte a la medular bianconera en una de las mejores del mundo. Y esa superioridad teórica de número con respecto a los tres azulgranas que van a jugar ahí les otorga la posibilidad de evitar la conectividad constante del balón entre culés y, quizá, generar una telaraña que pueda atrapar a Messi.
Al final resultaba que todo era verdad. Saltó al campo para jugar por fin aquel partido que tanta ilusión y jolgorio le generaba al abuelo, ese mismo que le convenció (o más bien al padre de nuestro protagonista) para que fuera a hacer un año antes una prueba al Cerro del Espino. Desde ese día y hasta los 16, Álvaro Borja Morata abrazó el rojiblanco contra su voluntad y la de su progenitor. La pelota resultaba más importante que unos simples colores que se pueden meter en una lavadora con lejía y conseguir así un blanco impoluto. Jugó ese encuentro como delantero, porque ya desde los 12 lo era y no lo dejará de ser en toda su vida, hasta que un día muy lejano, tendrá que pasar más de una década para que llegue, cuelgue las botas y deje de hacer lo que mejor se le da.
Un tiempo antes de eso, Álvaro salió del colegio y llegó a casa cabizbajo, decepcionado consigo mismo, aunque siempre más con esos profesores que le obligaban a repetir curso. Ya se sabe, cuando uno supera un examen ‘ha aprobado’ por méritos propios, de lo contrario significa que ‘le han suspendido’ los malévolos maestros que sólo desean el mal del alumno. Le entregó las notas a Alfonso, su padre, y éste tomó una decisión trascendental como escarmiento que a fin de cuentas resultó inútil: su hijo no iba a fichar por el Atlético de Madrid. Pero cómo sería de buena la impresión que causó Álvaro en aquella fabulosa prueba que el Atleti fue paciente, acató la decisión del padre y esperó. Volvió a llamar un año después y se encontró con un rotundo sí.
Morata (i), vistiendo de blanco.
Pasó el tiempo y Álvaro seguía sumando partidos con la camiseta colchonera. El sentimiento hacia ese equipo por su parte no era el mayor que se le puede tener a un club. Sí translucía cariño hacia unos colores que era los que defendía cada fin de semana y por los que trataba de marcar el mayor número de goles posible. Pero al revés de lo que le pasara a Raúl, Morata siempre fue madridista, no se reconvirtió al lado merengue de la fuerza. El niño al que le apasionaba vestirse como lo hacía el propio Raúl, o Figo, o Roberto Carlos, tenía que jugar con la de ese conjunto que estaba luchando por salir cuanto antes del pozo de la Segunda División y que tenía a un tal Fernando Torres como esperanza de la cantera. Morata soñaba en blanco y vivía en rojiblanco.
Un buen día, nunca mejor dicho por lo que significaría para él, para su progenitor y en definitiva para su vida deportiva, a su puerta llamó el Real Madrid. Antes de eso, el Atlético dejó de ver en él al delantero en el que confiar el futuro, y ello unido a la disposición de los Moratas de buscar algo mejor, había marchado de Majadahonda hacia Getafe para poder ser titular, o al menos importante. El azul seguía sin ser el blanco soñado, pero el viaje a la tintorería no tardó en producirse. Además, no salir de Madrid tenía sólo ventajas: mantener a las amistades, a la familia y al Real cerca, lo más cerca posible. En cualquier momento, alguien del Madrid lo vería y diría: ‘pues este chaval nos sirve’.
Por muy bien que al final quedara el traje tras pintarlo de blanco, o tras eliminar todos los demás colores, o por juntarlos todos, según se vea, la pelota seguía siendo más importante para Morata que los colores. Volvió a ponerse rayas, a manchar el blanco con el negro para garantizarse un futuro mejor.
Era complicado, casi imposible si vemos las aspiraciones de unos y otros al inicio del curso, que nada más irse del Bernabéu, Álvaro tuviera que regresar a él con unos colores que no fuera el que siempre le gustó. Pero era más importante que la pelota acabara siempre en gol, dando igual que enfrente esté un portero con el escudo del Madrid o no. No se fue a la ciudad de la Molle Antonelliana para ganar la Copa de Europa. Era impensable que volviese a aspirar a ella después de ganarla en Lisboa. En realidad, si nos ponemos estrictos, tampoco tenía por qué haber jugador esa final contra el Atleti, contra su pasado, en la que jugó en el lado que siempre quiso. Jugó porque a Ancelotti no le quedaba otra. Iba palmando y necesitaba alternativas. Morata era la única solución ofensiva restante en el banco, porque Jesé estaba en la grada junto a Xabi Alonso. Muchos se preguntaron qué narices había hecho el italiano sacando a un niño en el lugar de Benzema, que no era el idóneo para remontar un resultado adverso. Y sin embargo, Morata jugó, y jugó bien, y ganó.
E igual que no tenía por qué jugar esa final, tampoco tenía por qué hacerlo este año. No porque la Juventus sea una sorpresa mayúscula en el último partido del año, que también, claro, sino porque Morata no estaba llamado a ser el delantero centro titular. O sí, pero no inmediatamente. Menos aún después de empezar con una lesión de dos meses. Y digo empezar porque le ocurrió en uno de sus primeros entrenamientos con la Juve. Pero Morata es de esos pesados que insisten una y otra vez en esa chica guapa de la que están prendados y al final, por tanto perseverar, acaban consiguiendo una cita en la que enamora a la signora. La dama era en este caso un poco vecchia, pero aún conserva el atractivo inmortal de la que ha sido muy hermosa y que con dar un solo paso más sería la más bella entre las bellas. Y en ese instante, Morata estará a su lado, cogiéndole la mano en perfecta unión, sin importar que un futuro blanco pueda desunirles.
El Río Gallegos Open no tendrá a las cuatro primeras parajas del ranking en semifinales. Agustín Gómez Silingo y Federico Quiles vencieron a Juan Martín Díaz y Juani Mieres (6-4, 6-4) y jugarán por primera vez por meterse en la final.
Tras la ruptura con Fernando Belasteguin y su unión Juani Mieres, todo el mundo esperaba que Juan Martín Díaz siguiera luchando por la victoria en cada torneo, pero no está siendo así. Comenzaron el año como pareja número uno y han bajado a la segunda posición. Les está costando acoplarse más que a otras parejas nuevas y aún no han jugado ninguna final. En Barcelona cayeron en cuartos contra Miguel Lamperti y Adrián Allemandi y en San Fernando y La Palma perdieron en semifinales contra Paquito Navarro y Matías Díaz.
El rendimiento de Díaz y Mieres contrastas con el de sus dos excompañeros: Fernando Belasteguin y Pablo Lima. En Barcelona, una lesión de Lima los sacó del torneo en las semifinales. Y en San Fernando y La Palma, Bela ganó el título junto a Willy Lahoz. En Argentina volvían a juntarse tras más de dos meses separados, y no parece que les esté afectando. No han perdido un set y en cuartos vencieron por 6-3, 6-2 a Lamperti y Allemandi.
Jugarán en semifinales contra Paquito Navarro y Matías Díaz, la pareja más regular del circuito esta temporada. Vencieron por 7-6, 6-0 a Gonzalo Díaz y Ramiro Moyano.
Por la otra parte del cuadro, los rivales de Gómez Silingo y Quiles será los ganadores del Master 2014, Sanyo Gutiérrez y Maxi Sánchez, que ya suman tres semifinales seguidas. Vencieron en tres sets a Reca y Nerone (4-6, 6-2, 6-2).
«¿Final? ¿Qué final?», se preguntaba con retranca un entrenador de Primera en una conversación informal sobre el Athletic-Barça de Copa. Una semana después del partido del Camp Nou, y por más que los azulgranas también sean los grandes favoritos en Berlín, la final de la Champions sí parece que al menos lo será. Las casas de apuestas hablan de un 75% de posibilidades de que gane el Barça, mas la Juve viene de ganar la Liga y la Coppa Italia, tiene experiencia en estas lides y, como equipo italiano que es, venderá cara su derrota.
Si hace siete días la monumental pitada al himno español se convirtió en triste protagonista de la final copera, se espera que en la capital alemana el ambiente sea bien distinto, aunque paradójicamente en España serán muchos aficionados los que estarán deseando, más que la victoria italiana, la derrota del equipo catalán. Es lo que hay y allá quien no quiera reconocerlo. Así es el fútbol y lo que representa. Donde manda el corazón, no hay lugar para la razón.
La Juventus y el FC Barcelona disputan su octava final de Copa de Europa, los azulgranas por cuarta vez desde 2006, más que cualquier otro equipo en este período de tiempo. Los bianconeri han perdido sus tres últimas finales, justo lo contrario que el Barça. Esta es la séptima final de Copa de Europa o Liga de Campeones entre un equipo italiano y un español, con un balance de 2-5.
Luis Enrique saluda a Pep Guardiola (Efe)
Lo confesó el propio Luis Enrique. En el vestuario del Barça motiva más el segundo triplete que la quinta Copa de Europa, por cierto, todas en color. Es decir, los azulgranas tendrían una más que el Real Madrid, aunque la mitad en el cómputo general. Igualar la gesta de Guardiola de ganar Liga, Copa y Champions en la misma temporada es el gran objetivo del técnico asturiano, un reto que precisamente está a su alcance tras eliminar al Bayern de Pep en semifinales. A Luis Enrique no se le puede restar ningún mérito. Después de aceptar el ultimátum que le dio Bartomeu en enero, su Barça no ha dejado de ganar e intimidar. Sin embargo, Lucho no ha dejado la impronta de su antecesor.
El cambio de estilo ha sido evidente, aunque para quienes no lo vean cuando rueda el balón, ahí están los números: con Luis Enrique en el banquillo, el Barça promedia más pases por partido en esta Champions (677) que en la 2008-09 con Guardiola (586), aunque curiosamente tiene una posesión más baja (60% por 66%), su porcentaje más bajo desde el análisis completo de Opta (2003-04) y no muy lejos del 56,19% de la Juve, su registro más alto en una temporada de Champions desde ese mismo periodo. El protagonismo de Messi lo ha acaparado todo, para lo bueno y para… ¿lo malo?
Messi celebra un gol al Bayern en las semifinales de la Champions (Efe)
Contando todas las competiciones, el FC Barcelona ha ganado el 83% de los partidos que ha disputado hasta el momento con Luis Enrique como técnico, un porcentaje mucho más alto que en la primera temporada de Pep Guardiola (67%). Además, el conjunto azulgrana ha marcado 172 goles esta temporada, 14 goles más que en la temporada en la que logró su primer triplete de títulos y sólo ha encajado 37 (Bravo 19, Ter Stegen 15 y Jordi Masip 3), 18 menos que en la 08/09 (Valdés 42, Pinto 8, Jorquera 3 y Oier 2).
Pero hay más. Víctor Valdés encajó más goles en todas las competiciones de la 2008-09 (42) que Claudio Bravo (19) y Ter Stegen (15) juntos en esta (34). Aunque el dato más revelador sea que Messi ha marcado hasta el momento 58 goles, 20 más que en la temporada 2008-09. El argentino se ha convertido defnitivamente en el gran líder de su equipo, aunque no hay que desmerecer todo lo que tiene a su alrededor, empezando por Iniesta o Xavi y terminando por sus compañeros de tridente: Neymar y Luis Suárez.
Otro dato curioso es que el FC Barcelona realizó 176 remates en la Champions League 2008-09, 39 más que en esta edición. Es decir, que la verticalidad en el juego es evidente, pero no que el Barça de Pep fuera menos llegador. Su camino hacia la portería rival era distinto, a través de juego y no sólo de crear jugadas. Esa es la gran diferencia, mientras Guardiola cimentaba su equipo en Xavi-Busquets-Iniesta, Luis Enrique lo basa todo en el tridente Messi-Luis Suárez-Neymar.
Barcelona’s coach luis enrique attends a news conference during the media barcelona open day ahead of the champions league final against juventus
Luis Enrique se ha enfrentado en tres ocasiones a la Juventus en su trayectoria como entrenador y nunca ha ganado: un empate y una derrota en Serie A y otra derrota en los cuartos de la Coppa es su balance contra el equipo italiano. En Berlín tiene la oportunidad de estrenarse con el Barça y nada menos que en la final de la mayor competición continental. Gane o no el triplete, ya sea por tanto tras la rúa por las calles de Barcelona exhibiendo la Champions, la Liga y la Copa, o en la misma sala de prensa del estadio de la capital alemana si el triplete se queda al final en doblete, el técnico deberá desvelar su futuro.
A la espera de conocer quién será el nuevo presidente del FC Barcelona en las elecciones que convocará en los próximos días Josep María Bartomeu, Luis Enrique dirá si cumple el año de contrato que le resta o si por el contrario pone punto y final su andadura azulgrana. Mientras Allegri es el quinto entrenador italiano que disputa una final de la Champions, tras Capello, Lippi, Ancelotti y Di Matteo, Luis Enrique Martínez es el cuarto español en hacerlo, tras Del Bosque, Benítez y Guardiola.
Xavi, emocionado, entre Josep Maria Bartomeu y Andrés Iniesta (Efe)
Aunque no será titular, precisamente lo que le ha llevado a dejar el Barça, eso sí, con un año de retraso sobre lo que tenía previsto, lo normal es que Xavi tenga unos minutos para de este modo disputar en Berlín su último partido como azulgrana. Iniesta llega renqueante y el cambio del catalán por el manchego se ha convertido esta temporada en un clásico para Luis Enrique. «La gran mentira», como algún afamado comentarista le llegó a definir, es el futbolista más importante en la historia del Barça y también del fútbol español. Si hay dudas, ahí tienen su palmarés: más títulos que nadie y sin contar la Copa de Europa que puede levantar este sábado en Berlín.
Pero la importancia de Xavi Hernández tiene que ver aún más con su influencia en el juego que ha llevado al Barça y a la selección española a lo más alto, para acabar así con todos los complejos de etapas tan siniestras como, por ejemplo, la de Javier Clemente. Además, de jugar unos minutos en Berlín, Xavi puede convertirse en el futbolista con más partidos disputados en la historia de la Liga de Campeones. Ahora mismo se encuentra empatado con Casillas (150) y veremos si Iker juega la próxima la temporada la Champions…
Morata, con Casillas en primer plano, tras eliminar al Madrid en semifinales (Efe)
El quinto apunte sobre la final de Berlín no es el más importante, aunque, por aquello del morbo, sirve para llevarlo en el titular. Lo dijo Álvaro Morata, pero lo sienten miles y miles de madridistas: «Si ganando al Barça se alegran dos aficiones, mejor», no ha tenido reparos en afirmar el delantero de la Juventus. Precisamente porque el fútbol no es política, por más que se politice, el hecho de que media España vaya hoy la Juve se entiende de la misma manera que medio Madrid haría lo propio si la final la jugara el Real o media Sevilla -la bética- no se alegrara de la cuarta Europa League del Sevilla. Máximo goleador español en esta Champions League, ha marcado sus cuatro goles en sus últimos seis partidos en la competición. Morata puede pasar de verdugo a vengador y en España también se cantarán su goles, aunque ahora los marque con la Juve.
Entre los jugadores del FC Barcelona hay también grupos de WhatsApp. Hace una semana, justo antes de la final de la Copa del Rey ante el Athletic de Bilbao, a Messi le comentaron en uno que habían visto en la televisión a Iago Herrerín, el portero rojiblanco, afirmando que se fijaba más en las paradas de Casillas que en los goles de Messi. El argentino no tardó mucho en contestar que ya se fijaría Herrerín en él durante el partido. En la final, Leo marcó uno de los goles más extraordinarios de su carrera, que ya es mucho decir.
Luis Enrique, sus compañeros, los rivales, los periodistas, los aficionados y todo aquel con dos dedos de frente sabe que la final de la Champions de Berlín (20:45 horas, La 1 y Canal+) pasa por Messi. Que si él tiene la noche, la Juve no tiene nada que hacer. No ha habido manera de ‘picarle’ esta semana. Los jugadores y el técnico de la Juventus no le han puesto ni un solo pero en la previa de la final. Al revés, los elogios le han caído en cascada.
Buffon, por ejemplo, le definió como “un extraterrestre”. El único que se salió un poco del guión fue Giorgio Chiellini, que declaró que la defensa del Athletic podía haber hecho algo más en el primer tanto de Leo en la final de Copa. Como si se tratara de una maldición, Chiellini se lesionó el miércoles mientras se entrenaba y es baja para esta noche. Allegri, ayer se atrevió a expresar un deseo en voz alta y cuando le recordaron que Guardiola dijo antes de enfrentarse a él que era imparable, el italiano respondió: “Espero que nosotros mañana sí que le podamos parar”.
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En el microcosmos que es un vestuario de fútbol no hay nadie en el del Barça que se atreva a discutirle a Messi su hegemonía. Es el mejor y punto. Sus compañeros le ven tranquilo para esta final, como siempre, no ha variado nada en especial en los últimos días, pero si hoy marca podría convertirse en el primer jugador en la historia de la competición que lo haga en tres ediciones -ya anotó en Roma y en Wembley-. En esta final Messi compite contra sí mismo. El argentino es el máximo goleador de esta Champions empatado con Cristiano Ronaldo, pero durante la campaña ya ha dejado bastante claro que la competición por sí misma con el portugués no le interesaba. Bastante castigo tiene ya el madridista con tener que ver la final por la televisión. Leo, mientras, es consciente de que su protagonismo en Berlín va más allá de que vea puerta. La sociedad que ha formado con Neymar y Luis Suárez es tan fructífera que entre los tres han conseguido nada menos que 120 goles durante la campaña, pero el rey, es él.
Para los compinches del argentino, ésta será su primera final continental con la camiseta del Barça y Neymar (que ha marcado en los últimos cuatro partidos europeos) no escondió ayer la enorme ilusión con la que la está viviendo: “Es el partido más importante de mi vida. Llevo soñando con este momento desde que tenía seis o siete años y ahora ha llegado”.
Messi, tras marcarle su gol al Athletic en la final de Copa (Efe)
Los ‘tres pepinos’, como les bautizó Piqué, deberán estar hoy especialmente inspirados ante una Juve que no ha perdido un partido de los últimos nueve de la competición (la última vez que lo hizo fue el 22 de octubre ante el Olympiacos) y que logró dejar su portería a cero en cinco ocasiones: Frente al Malmö, el Atlético de Madrid, el Borussia y los dos encuentros de cuartos de final ante el Mónaco. La solidez defensiva del conjunto italiano se enfrenta a un Barça efectivo que no ha dejado de marcar en ninguno de los encuentros que ha disputado en la Champions, llegando a la final además con el historial en limpio tras ganar todos los partidos. Se mire por donde se mire, el conjunto de Luis Enrique es favorito y todos han asumido el estatus sin aspavientos. Buffon recordó, eso sí, que no han viajado a Berlín “para ser las víctimas que se van a sacrificar”.
La fortuna también es un factor a tener en cuenta y los protagonistas de la final son muy conscientes de ello. Quien más, quien menos, es supersticioso. Ayer, el trofeo de la Champions estaba situado a la derecha de la sala de Prensa en la que hablaron Buffon, Bonucci y Allegri por parte de la Juve y Piqué, Neymar y Luis Enrique del Barça. Todos tuvieron que pasar delante de la Copa al llegar y marcharse. Ni uno solo le echó siquiera una mirada de reojo.
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