Aduriz rinde al Getafe
Hay cosas que pasan y algunas en el filo de una aguja. Por ejemplo el penalti de Velázquez (que le costó la expulsión) a Viguera y supuso el gol de Aduriz. La raya del área tiene dos ventanas, una da a la calle, y entonces es falta, y otra da a la calle, y entonces es penalti. Mateu Lahoz vio la pierna de Velazquez como el vecino ve la sábana descolgada en el tendedero propio y pitó penalti. Igual tuvo razón (más acá de los adelantos tecnológicos que él no posee) o igual no. Pero algo tenía que hacer con aquella jugada, al borde del vestuario como destino, al límite horario de que el entrenador te diga lo que tienes que hacer de ahora en adelante. Porque hasta entonces no había pasado mas que el tren, que generalmente pasa a la misa hora por loas mismas estaciones. Del Getafe había, en el buzón de Iraizoz las mismas cartas que u coronel al que no les escribe nadie. Del Athletic, en el buzón de Guaita, apenas llegaron una invitación a estirarse en una carta telegrafiada de Aduriz y un par de telegramas de Ibai Gómez o Beñat. El Athletic funcionaba con palomas mensajeras y el Getafe con el expreso varado en la via. Diego Castro y Sarabia no se veían, ni siquiera se intuían, y por detrás no escribía nadie. Sin ideas, nadie escribe, sin imaginación no hay gracia. En el Athletic tampoco prevalecía el ingenio, precisamente, por más que Beñat por momentos reinventase a Ander Herrera -el recordado-, y Aduriz se empeñase en convertir el área en un juego de tronos en el que él se aposenta con comodidad.
Y en esto, sin que nada hubiera sucedido, llegó el penalti con olor a ducha y gel. Y Aduriz, que volvía tras su última sanción, dijo que era cosa suya, que los duelos exigen poderío. Y lo lanzo él. Y lo lanzó a su manera, fuerte, a vuelo raso, rabioso, con el ánimo del regresado. Y al Getafe fue como si le clavaran un pincho en la costilla. La peor forma de perder, de penalti y quedándote con uno menos. En cierto modo, son como dos goles, como cometer dos erratas en la misma palabra.
Pero la venganza no tiene límites. Funciona sola. Y a lo dos minutos de reanudarse el partido, cuando aún las consignas del entrenador rezuman frescura, armó el Athletic un contragolpe que, para desgracia del Getafe cayó en las botas de Iraola para que habilitase a Aduriz que es cualquier cosa menos pálido. Vio el centro, lo cazó y lo embocó. Ahí se rindió el Getafe, vio el cielo nublado, los nubarrones que le proponía Beñat con su discurso entre líneas, Iraola con sus monólogos por la banda derecha. Y todo sin paraguas. Y llegó el gol de Ibai, en un centro manso de Susaeta. Y llegó el gol de Susaeta, tras un centro de Iraola. Y para el Getafe la vida siguió como siguen las cosas que no tienen mucho sentido. Y para el Athletic con el ardor de luchar por Europa, por la séptima plaza que le daría las tarjetas de embarque. Y todo con el comandante Aduriz.
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