Quedarse rezagado en un descenso no es muy habitual. Algo muy mal tienes que hacer para que otros, en una bajada en la que casi no se usan los pedales, cojan una distancia considerable. O, por el contrario, tiene que suceder un imprevisto que haga a los rivales alejarse mientras tratas de solucionar el percance lo antes posible. Esto último fue lo que le ocurrió a Alberto Contador bajando el Aprica. El puerto que finalizaba la etapa reina de este Giro se encontraba también a mitad del recorrido. Subir el Aprica era sólo el primer paso para subir también el Mortirolo. Y Contador llegó muy atrás, lejos de la cabeza de carrera en la que el Astana estaba tirando para hacer subir la cuenta de minutos de ventaja.
Una vez Contador cambió de bicicleta y pudo continuar la marcha, se encontró con que estaba prácticamente solo. Había otro vestido de amarillo fluorescente a su lado, Michael Rogers, y el resto estaban desperdigados por la formación, o peor aún, en la parte trasera del grupo perseguidor en el que se encontraba la maglia rosa. No estaba el Tinkoff-Saxo tirando de él a más no poder, como Moisés de los judíos en el Mar Rojo, temeroso de que las aguas se cerrasen repentinamente. No había un trabajo coral, sino un resquicio individual que apenas servía a Contador para recuperar tiempo. De hecho, éste seguía creciendo y creciendo hasta rozar el minuto.
Pero lo que hizo que nos quedáramos ojipláticos ante la etapa fue cuando en la subida al Mortirolo, con un Rogers agotado e incapaz de mantener una cadencia lo suficientemente alta para alcanzar a los de arriba, Contador decidió que iba a solucionar él mismo el enredo en el que involuntariamente se había metido. Dejó atrás a su compañero, y quién sabe dónde al resto de su equipo y se fue a por Aru, Landa y Amador (y el Katusha, que también se puso animoso). La ristra de cadáveres que fue dejando a su paso formaron una estela que bien podía ser el rebufo de una moto, debido a la velocidad de Alberto en una subida con pendientes de hasta el 18% de desnivel.
Kruijswijk, Landa y Contador fueron la cabeza de carrera que subió el Aprica por segunda vez (Imago).
No sólo alcanzó a Aru y Landa, sino que les atacó y fue entonces cuando se produjo el cambio de dinastía en Astana. Aru cedió el liderato a Landa y éste se fue a ganar su segunda etapa. Contador había destrozado al italiano y casi ganado el Tour. Y lo hizo sin equipo, sin nada, sólo con sus piernas y su inteligente cabeza… la que tuvo una equivocación muy seria a la hora de formar la escuadra de ocho corredores que le acompañarían por Italia.
Ha habido muchos kilómetros en llano en el Giro, lo que garantizaban también numerosas y muy masivas llegadas al sprint. Por tanto, sabiendo el recorrido que se iba a encontrar, Contador se rodeó de corredores grandes, fuertes, fornidos, en una palabra. Hasta cinco corredores del Tinkoff-Saxo superan el 1’80 de estatura (Basso, Rogers, Juul-Jensen, Kreuziger y Tosatto) y todos ellos tienen un cuerpo más propio del llano que de la montaña. Es decir, Contador quería estar protegido en las etapas más a priori sencillas, para no tener ningún problema en las llegadas. Sin embargo, se ha caído varias veces… Y luego , en la montaña, se ha encontrado solo, abandonado a su suerte por ciclistas que no pueden en absoluto seguir su ritmo.
En cambio, la elección de formación de Astana estaba más orientada a estas etapas finales, las que deciden en realidad una gran vuelta (eso claro sin tener en cuenta que Contador, de repente, la rompió en la contrarreloj). Sólo Luis León Sánchez y Andrey Zeits superan el 1’80 y sólo ellos dos sobrepasan los 70 kilos. Parecen datos banales, inútiles, pero no lo son en absoluto. Un ciclista muy fino y de baja estatura tendrá más sencilla la ascensión a puertos y se encontrará con mayores dificultades en contrarreloj y sufrirá algo más en el pelotón… No obstante, el Astana se ha tenido que ver obligado a cambiar de líder en la última semana ya que el que habían elegido, Aru, no aguantó a Contador.
El italiano Diego Ulissi fue el vencedor de la séptima etapa del Giro de Italia disputada entre Grossetto y Fiuggi, de 264 kilómetros, al superar en los metros finales al español Juan José Lobato, en una jornada en la que Alberto Contador, a pesar de su lesión en el hombro izquierdo, conservó la camiseta rosa de líder. La jornada, la más larga de la presente edición, tuvo como protagonistas a los italianos Marco Bandeira, Nicola Boem y Pier Paolo de Negri y al búlgaro Nikolay Milhaylov, que se escaparon en el kilómetro 34.
Llegaron a tener hasta media docena de minutos y fueron neutralizados a unos veinte para el final, debido al fuerte ritmo que impuso el Tinkoff Saxo del «maltrecho» líder Alberto Cortador que, en la jornada anterior, sufrió una caída y se dislocó el hombro izquierdo. La general no sufre cambios en sus primeros puestos y queda con Contador al frente seguido del italiano Fabio Aru, a dos segundos, y el australiano Richie Porte, a 20 segundos. El líder, aunque con problemas físicos, se dejó ver todo momento al lado de sus más directos rivales.
La jornada resultó más tranquila de lo esperado para Contador, que lejos de ser atacado, mandó a su equipo a imponer el ritmo que más le convino. Su principal problema fue cómo recoger la comida en los avituallamientos. «He sufrido mucho, pero dentro de lo que cabe estoy contento. He pasado el día, algo que no lo tenía muy claro. La jornada se me ha hecho muy larga. Siete horas sobre la bicicleta. No sabía dónde poner la mano y tenía problemas para comer» comentó Contador tras bajar del podio donde hoy sí se enfundó la camiseta rosa de líder, algo que no hizo el día anterior debido a los dolores en el hombro.
En la parte final el Tinkoff pasó el relevo a otros equipos, especialmente a los que tienen gente rápida en sus filas y todavía no habían ganado nada, aunque en esa lucha entró el Sky. Sin embargo, a medida que se acercaba la meta, fueron las locomotoras del Movistar para Lobato, el Orica para Matthews y el Lampre para el flamante vencedor Ulissi, los que se adueñaron de las mejores posiciones. La llegada masiva estaba prevista, a pesar de que los metros finales eran sinuosos, con un ligero desnivel del cuatro por ciento. Los primeros en la general, para evitar situaciones peligrosas como la caída de la jornada anterior que afectó al líder, se olvidaron de luchar por los segundos de la llegada.
Mañana, se disputará la octava etapa entre Fiuggi y el alto de Campitello Matese, de 186 kilómetros y que servirá para hacer la primera selección importante para los aspirantes al podio al ser el primer final en alto.