La llama del derbi entre el Arsenal y el Chelsea se mantuvo viva el tiempo que tardó en darse cuenta el equipo de José Mourinho, plano y reservón, de que un empate (0-0) en el Emirates era un resultado de oro. Levantaron el pie del acelerador los blues y se destensó el cuadro de Arsène Wenger, al que ni siquiera el acicate de batir por primera vez a su colega portugués –siete derrotas y seis empates a favor del luso en el cara a cara– le sirvió de estímulo. A falta de cinco jornadas para la conclusión de la Premier y con un partido menos, el Chelsea ya acaricia la corona inglesa: cuenta ahora con 10 puntos de renta sobre el City y los gunners. Alirón a la vista, por tanto.
Si una dosis del morbo se concentraba en los banquillos, por el desencuentro eterno entre los técnicos, otra buena porción correspondía al número 4 de los blues. Antiguo buque insignia de los gunners, Cesc eligió la opción de Stamford Bridge después de que Wenger descartase su regreso al Emirates el pasado verano.
“Porque quería ganar títulos”, se encargó de enfatizar Mourinho en la previa del encuentro. Así que recibió los calurosos bufidos de los seguidores del Arsenal cada vez que tocó el esférico. Cada intervención del medio, ahora de azul e infiltrado en las filas enemigas, vino acompañada del ruidoso ¡buuuh! de la grada. Solo una pequeña tregua al final, cuando fue relevado por Zouma y recibió unos pocos aplausos como reconocimiento por los servicios prestados.
Enmascarado a raíz de la fractura nasal que sufrió a principios de mes, al medio pareció importarle más bien poco el revuelo. En su línea esta temporada, tejió el juego del Chelsea y mandó. Y de un delicioso pase suyo, en forma de parábola, nació la primera gran oportunidad de los visitantes. Oscar ganó la espalda a la defensa, Cesc filtró el cuero y el brasileño logró rematar el balón ante la salida de Ospina, que arrolló al atacante y le dejó grogui; el árbitro, muy desacertado, obvió la pena máxima, más que evidente. Camino del gol, el balón fue desviado finalmente por Bellerín, velocísimo en la carrera.
Eddie Keogh (REUTERS)’);»> ampliar foto
Acto seguido, Fàbregas fue de nuevo protagonista, pero en la otra área. Le tiró una finta a Cazorla y cayó, pero el árbitro no interpretó el leve toque del asturiano como penalti y le amonestó. En la banda, risas burlonas de Mourinho, quien poco después aparcó los aspavientos ante una mano clarísima de Cahill en su intento por atajar un disparo a media distancia de Cazorla. El centrocampista asturiano volvió a actuar como mediocentro, en compañía del bregador Coquelin, y fue de nuevo el mejor soporte de su equipo. Nada que ver con el taciturno Özil, desfondado y sin desborde, una caricatura de aquel estilista que sedujo al Bernabéu.
La batalla en su terreno, la zona media, fue hermosa. Por ahí fluyó la mayor parte del tiempo el balón, tratado con mimo durante el primer acto por parte de ambos equipos, pero inyectado de una anestesia innecesaria en la segunda mitad. Y eso que Mourinho abandonó la fórmula del falso ariete con Oscar –forzada por las ausencias de Diego Costa y Remy– y desenjauló al viejo Drogba, invitado non grato en el Emirates debido a los ocho goles que le ha endosado al Arsenal en las 12 veces que le ha encarado. Esta vez no tuvo la opción el delantero marfileño, 37 años ya en su DNI.
Cesc fue abucheado en su retorno, pero al ser sustituido recibió aplausos por los servicios prestados
Para intentar destrabar el asunto, Wenger también tiró de dinamita en el tramo final del duelo. Miró a la banqueta y retiró a Coquelin y Giroud para dar entrada a Welbeck y Walcott, dos picas poco afiladas. No cambió el panorama. Enredos e imprecisiones, contención y escasas opciones reales de hallar el gol. Uno, el Arsenal, que quería pero no podía; y otro, el Chelsea, al que con el paso de los minutos le gustó más y más el empate. De ahí los brincos finales de los blues tras el pitido definitivo, después de un derbi con balas de fogueo que les deja a un paso del título. Será, salvo hecatombe, el primero de Mourinho en su retorno al Bridge.
El Chelsea tiene la Premier en el bolsillo. Sin grandes alardes, poco mando y escasa propuesta, el cuadro de Mourinho resistió las embestidas del United y se llevó el partido con un solo golpe, de Hazard, que certificó el triunfo por debajo de las piernas de De Gea. A cinco jornadas para el final, el Chelsea le saca 10 puntos al Arsenal, su máximo perseguidor, y acaricia el título de Liga.
El United, mermado por las bajas,—Carrick, Phil Jones, Blind y Marcos Rojo, se lesionaron contra el City—no pudo sumar su séptimo triunfo consecutivo. Lanzado en la recta final de Liga, solo su desastrosa primera vuelta explica que no le haya podido discutir el liderato al Chelsea, que ha visto cómo sus rivales se caían de la lucha por incomparecencia. De hecho, el cuadro de Van Gaal es el segundo mejor equipo de la Premier en 2015, solo por detrás del Arsenal, al que le podría quitar la segunda plaza, sin perder de vista al City, a cuatro puntos.
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El fogoso inicio de los diablos rojos en Stamford Bridge pilló a contrapié al equipo de Mourinho, que no acostumbra a alarmarse con el primer contratiempo. Proponía el United, esperaba su rival, ordenado defensivo y previsible, experto en sacar suculentos réditos de situaciones adversas. Rooney pudo adelantar a su equipo cuando no se habían cumplido ni cinco minutos de partido. El ariete, más retrasado en Stamford Bridge, recibió un centro desde la izquierda, se acomodó el balón y lo lanzó a la escuadra de Courtois. En la otra portería, De Gea cantó gol. Le engañó la perspectiva, que le hizo creer que el balón había entrado por donde solo pasó cerca.
Poco a poco el Chelsea empezó a acompasarse con el ritmo del partido, marcado por el United. Sin Costa ni Rémy, Mourinho apostó por Drogba en punta. El marfileño de 37 años sumó su décimo partido como titular, escoltado por Hazard, Oscar y Fàbregas. El talento blue, sin embargo, andaba desaparecido en Londres, diluido por el control del United, bien cerrado por Herrera y punzante con Mata, que volvía a Stamford Bridge. De un embrollo y un error de De Gea pudo llegar el primero del Chelsea. Un lío que acabó con Ivanovic en el suelo y De Gea mangándole un balón a Hazard con la mano fuera del área que el árbitro no vio.
El gol llegó un instante después, cuando por fin conectó el talento ausente del Chelsea. Terry robó el balón y cedió a Fàbregas, que lo condujo hasta encontrar a Oscar. El brasileño asistió de tacón a Hazard, que encontró entre las piernas de De Gea el camino directo a su red. El Chelsea volvió a sacar petróleo de un paréntesis, de un inciso en su espeso juego.
Bogdan Maran (AP)’);»> ampliar foto
Poco cambió en la segunda parte, salvo que el Manchester bajó la intensidad. Tanto que un despiste de Herrera, obligado a hacer del lesionado Carrick, pudo costarle el segundo en contra. El español dirigió su pase a Matic, que lanzó un balón largo a Drogba. El punta se citó delante de De Gea dentro del área, acompañado por Smalling, que llegó justo para meter el pie y desviar el disparo. El balón se marchaba desviado, pero Hazard corrigió su trayectoria y, sin ángulo, lo hizo chocar con el exterior del palo derecho de De Gea.
La más clara para el United la tuvo Falcao, que también se topó con la madera. El palo evitó que el colombiano, que pide más minutos, respondiera con goles a la oportunidad que le había dado Van Gaal. El holandés movió el banquillo en busca de la agitación de Di María y Januzag, pero resultó insuficiente para evitar que el Chelsea diera un golpe prácticamente definitivo a la Liga.