Cuando Facebook comenzó a cotizar en el Nasdaq, en la documentación para los inversores potenciales incluía una advertencia. La empresa podría peligrar si faltaban Mark Zuckerberg, el consejero delegado y fundador, o la número dos, Sheryl Sandberg. Ella acaba de enviudar. El pasado viernes Silicon Valley se conmocionó tras la abrupta muerte de Dave Goldberg, uno de los emprendedores más carismáticos y esposo de una de las mujeres más poderosas del mundo tecnológico. El lunes se conocieron los datos concretos de su deceso. Murió en la cinta de correr en un complejo de vacaciones en Punta Mita (México). Cayó y se golpeó en la cabeza. Según el portavoz de la familia, su hermano Robert le trasladó al hospital donde falleció tras el golpe en el cerebro, que le ocasionó una pérdida masiva de sangre. Tenía 47 años.
Su deslumbrante carrera comenzó a finales del siglo XX, en la primera era .com, antes del estallido de la burbuja, con la creación de Launch en 1999, una revista de contenido que vendió a Yahoo! por 12 millones de dólares. En 2007 fichó por un fondo de inversión de capital riesgo Benchmark. Ahí comenzó su exitosa trayectoria rastreando startups. Entre sus obsesiones estaba mantenerse financieramente dentro del ecosistema tecnológico, sin necesidad de salir a bolsa. A sus ojos, era innecesario. En varias ocasiones defendió que se trataba más de una cuestión de ego de los fundadores que de una fórmula adecuada. De ahí dio el salto a SurveyMonkey, una web dedicada a la creación de encuestas y formulario muy popular en Internet, cuya valoración supera los 2.000 millones de dólares.
Entre las empresas que más y mejor ha asesorado se encuentran las redes sociales Nextdoor y Ancestry. La primera es para que los vecinos se conozcan. La segunda, para conectar familiares.
El funeral se ha celebrado este martes en la universidad de Stanford. La entrada fue bajo estricta invitación e incluía una petición: “nada de corbatas, en honor a su memoria, pues él las odiaba”. El humor, precisamente, era una de sus rasgos más marcados. También su feminismo. Se pronunció varias veces a favor de la igualdad en las oportunidades de progreso laboral y remuneración. Un tema candente en la Bahía de San Francisco, donde menos del 30% de los trabajadores en el sector de la tecnología son mujeres y son escasos los puestos directivos que ocupan. En la despedida, la directiva se permitió una broma en esta línea: “Dave disfrutaba haciendo la colada mucho más que yo”. Una de las muestras de su vocación de apoyo a las mujeres está en la carrera de su mujer, en su propio nombre, que no cambió tras el matrimonio a pesar de la costumbre de adoptar el del marido. Él era Goldberg, ella es Sandberg. En su libro Lean In, Sandberg justifica gran parte de su éxito por el constante apoyo de su marido, tanto en la toma de decisiones como en el cuidado de los niños.
Bono, el cantante de U2, interpretó One para su viejo amigo, aunque cambió el nombre de Jesús por Abraham para adaptarlo al credo judío del finado. Entre los famosos presentes estuvieron el actor Ben Affleck, el consejero delegado de Disney, Bob Iger. También la flor y nata de Sand Hill Road, el equivalente a Wall Street en Silicon Valley.
Su mujer ha evitado las palabras, le ha despedido cambiando la foto de su perfil de Facebook. Un cruce de miradas entre ambos el día de su enlace, en 2004.
Cuando una pequeña startup tecnológica es vendida por varios millones a una gran empresa, casi todos pensamos lo mismo: “El fundador se habrá forrado”. Sin embargo, a veces la realidad es mucho más dura de lo que parece. Y si no, que se lo digan a Lane Becker, el fundador de Get Satisfaction, una compañía que, tras pasar varios apuros económicos, ha sido recientemente vendida a Sprinklr por 50 millones de dólares.
La noticia le llegaba hace pocas semanas a Lane, que recibió un aviso de que su startup, que tantas penurias había pasado en su momento para salir adelante, iba a ser adquirida por la gigantesca Sprinklr. Una gran noticia, ¿verdad? Pues no. Tras reunirse con su abogado, Lane conocía el lado amargo de la venta: de los 50 millones de dólares, él se llevaría… cero.
¿Cómo había podido pasar eso? Básicamente, porque Lane Becker había cometido dos grandes errores.
Primer error: alta valoración
Get Satisfaction nació en 2007 en San Francisco, en pleno Silicon Valley. Y la cosa no empezó mal ya que, pasado un tiempo, consiguió completar una ronda de financiación de 6 millones de dólares para que su proyecto siguiese funcionando.
Sin embargo, los que a posteriori serían sus mayores problemas llegaron en 2011. Get Satisfaction estaba logrando el interés de varios inversores, con lo que la startup completó una nueva ronda de financiación, esta vez de 10 millones de dólares.
La inversión catapultó la estimación de la compañía, que pasó a estar valorada en 50 millones de dólares. Y ese fue un gran error: con esa valoración tan alta, el porcentaje accionarial y –por tanto–, el poder de decisión del fundador se diluyeron seguramente más de lo deseado.
Segundo error: ‘liquid preferences’
El segundo y mayor error de Lane Becker fue su trato con los inversores. En su ronda de financiación el fundador de Get Satisfaction firmó con sus nuevos accionistas unas liquid preferences, una figura de inversión según la cual, en caso de venta de la empresa por estar en una situación delicada, el inversor deberá recibir, al menos, el mismo dinero que invirtió. Y, en caso de que sobre dinero, recibirá un porcentaje negociable.
Y ahí fue donde Becker desbarró por completo: su nuevo acuerdo estableció unas ventajosísimas preferencias económicas para sus inversores en caso de que la startup se viese ante la tesitura de vender o cerrar, como así pasó.
En su ronda de financiación el fundador de Get Satisfaction firmó con sus nuevos accionistas unas ‘liquid preferences’
Además, Becker había perdido el control dentro de la compañía que él mismo había fundado. De hecho, la decisión de vender ni siquiera fue tomada por él, sino por sus accionistas.
La frustración de Lane Becker queda patente en su cuenta de Twitter, donde ha informado a propios y extraños de que la venta de la startup ha sido una gran noticia para todos… menos para él: “No me felicitéis por la venta de Get Satisfaction. Los fundadores nos hemos quedado fuera del reparto. No tenemos nada”.