Sentado en el palco por su expulsión en A Coruña, Diego Pablo Simeone asistió a otro reconocimiento unánime de su hinchada. Cada nombre de un jugador del Atlético anunciado por megafonía fue correspondido por una fuerte ovación. Sin embargo, la más atronadora fue para él. La afición rojiblanca quiso desligar la fe ciega que tiene en su entrenador del sentimiento generalizado de decepción por su planteamiento del miércoles. A la grada le importó el cómo fue eliminado su equipo desde el juego, no desde el esfuerzo, que nunca fue cuestionado. El resquemor, aparte de caer con el Madrid, tenía que ver con la sensación de que ante las bajas sensibles del vecino se podría haber dado un paso adelante.
Con ese calor de las gradas pobladas de niños por ser el día elegido por el club para ellos, el Atlético se dispuso a acometer su último gran objetivo de la temporada, terminar tercero o segundo en esta recta final del campeonato. Cumplió, aunque hasta el segundo tiempo liderado por el acierto de Griezmann no pudo concretar una victoria muy necesaria.
El oficio del gol en el Atlético le pertenece al francés, transformado ya hasta en un ratero de área si es preciso. Sus dos tantos respondieron al oportunismo de los cazagoles de toda la vida. En el primero enganchó al vuelo y de cabeza un despeje prodigioso de Tyton a remate picado, y con bote, de Koke. En el segundo estuvo rápido para meter la puntera antes que el portero tras un centro de Saúl, ganador de una disputa del balón en el área. Hasta tuvo Griezmann ese letargo melancólico de los goleadores a los que suele despertar el instinto. No estaba Griezmann en el partido y apareció para ganarlo.
El Elche, salvo en los primeros minutos en los que intentó sacar partido de las secuelas nerviosas iniciales que dejó el euroderbi, no dejó nada. Una de sus pocas muescas ofensivas fue un disparo de Adrián, que hurgó en un malentendido entre Giménez y Godín en la frontal del área. Se fue el conjunto de Escribá con tres goles en contra, pero pudo llevarse un saco si no llega a ser por su portero. Cuando el Atlético se desperezó, ajustó los pases fáciles y se soltó por la banda de Siqueira, emergió Tyton, que respondió a una volea y a un cabezazo de Raúl García con reflejos y colocación. El navarro fue incluido en el once en lugar de Arda, muy guadianesco en el último mes, y amenaza con consolidarse en el once de aquí al final de curso. Hizo un gol muy suyo, un golpeo seco de zurda desde el pico del área que sorprendió a Tyton por su palo. Antes, como Torres, había desperdiciado un par de ocasiones.
Cada vez se asienta más la percepción de que los rojiblancos juegan más cómodos sin Mandzukic
La primera de El Niño llegó cuando Koke burló la línea de cuatro del Elche con un pase con el exterior que le dejó ante Tyton. El remate fue un ejercicio de imprecisión por querer reventar la pelota. Un síntoma de ansiedad ante el gol. No marcó Torres en esa ocasión, ni en otra, al poco de iniciarse el segundo tiempo tras controlar a la carrera un pase largo. No encuentra el gol, pero sus movimientos mezclan mejor con el juego originario del equipo. Cada vez se asienta más la percepción de que el Atlético juega más cómodo sin Mandzukic, algo que ya se atisbaba incluso en sus mejores momentos. Sus centrocampistas están muy acostumbrados a verticalizar sin freno el juego en cuanto hay pradera que correr.
El croata calentó banquillo y vio como Simeone prefirió darle entrada antes a Raúl Jiménez que a él, no se sabe si porque prefirió no arriesgar por sus molestias en el tobillo. Lo que sí se conoce es que también el mexicano encaja mejor con las características de los centrocampistas y con el estilo histórico que obligó a variar el fichaje de Mandzukic. El mismo con el que los homenajeados antes del partido lograron la Intercontinental hace 40 años. El contragolpe.