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“Sé el potencial que tengo, y si estoy o no a su altura me siento cerca de la plenitud, aunque quién sabe lo que es, pero me siento bastante satisfecho”. Y Lewis Hamilton podría ser en estos momentos un perfecto exponente de ese concepto de flow (fluir) desarrollado por el psicólogo Mihalyi Csikszentmihalyi, que alude a ese singular estado donde el individuo maximiza sus destrezas y habilidades en momentos elevados de alta gratificación emocional.
El piloto británico solo ha perdido siete de los cien puntos en juego del presente campeonato. Suma tres victorias, cuatro poles y tiene 27 puntos de ventaja sobre Nico Rosberg. Desde la carrera de Bélgica del pasado año, únicamente Brasil y Malasia se le han escapado. Con la serenidad del segundo título, Hamilton se ha instalado en un estado que aúna brillantez y madurez deportivas junto con una estabilidad psicológica desconocida años atrás. Resulta difícil augurar que ante este nirvana no llegue otro título mundial en 2015.
Pero la victoria es premisa indispensable para semejante cénit. Y Hamilton cuenta con el mejor material para obtenerla. Sorprendentemente, en 2015 el británico tiene en el W06 un arma incluso más letal que la de su segundo título. Rosberg o Vettel deberían estar preocupados al escuchar algumas pruebas de confianza. “Me siento más cómodo en este monoplaza que el pasado año y, íntimamente, haga lo que haga, el potencial es mejor que nunca en lo referido a las virtudes del coche”. Donde pone el ojo, pone la bala con su monoplaza actual. “Es como “sí, pongo el coche hacia allí, va a allí, y sale…”. Y con el W05 logró 11 victorias en 19 carreras.
El piloto británico está siendo superior a su compañero de equipo, el alemán Nico Rosberg (Reuters)
¿Sólo máquina, dominada por un brillante talento natural? “No sé si la gente adquiere una percepción de quién eres como piloto, pero trabajo tan duro como cualquier otro. Solo porque hago las cosas de forma diferente no significa que sea peor”, explicaba hace pocas fechas. “Hubo un momento en que la gente decía que Nico era un doctor en esto o aquello, que Jenson lo era con los neumáticos…Yo relleno todas las casillas, y he trabajado para hacerlo”.
Sin el mono de piloto, Hamilton parece sentirse más cómodo en su piel que en toda su vida. Hoy vive un proceso de realización de su potencial personal, encorsetado desde la infancia por la competición, la autoridad paternal y la filosofía empresarial de McLaren. Sigue así explorando nuevos horizontes vitales en el mundo del show business, la música y en sofisticados entornos sociales. Los disfruta y no lo oculta, como puede comprobarse en Twitter. Estos días le veíamos disfrutar en Malibú con su Shelby Cobra, en el combate de boxeo del siglo… Y luego arrasa cuando llega a la pista.
“En años anteriores, mis problemas personales afectaban a mi vida en general. El año pasado adopté otra actitud mental, que era impenetrable, pero siento que puedo mantener este tipo de mentalidad este año”, hablaba durante este invierno tras una nueva ruptura con su pareja, Nicole Scherzinger. “Aunque no está siendo fácil, me siento más fuerte que nunca”. Lo está logrando también en 2015.
En una columna personal, el británico utilizaba una metáfora propia para ilustrar su estado mental del presente. “Llevo dos cadenas encima, y cuando las meto y luego las saco del bolsillo, siempre están revueltas”, explicaba en la revista F1 Racing a principios de temporada. “La forma en la que afronto las dificultades es similar a cómo resuelvo los problemas. Puedes enfadarte y frustrarte, o puedes ser metódico, pensar en ello y, meticulosamente, desenrollarlas. Esto es lo que hago siempre”. Entonces, uno piensa en aquel Hamilton de 2011, siempre a palos con Massa en la pista o desmadejado tras cada ruptura de pareja.
Como en la vida misma, la Fórmula 1 da muchas vueltas, incluso en una misma temporada. Recordemos, por ejemplo, el duelo con Rosberg el pasado año. Aquel piloto descentrado por la jugada de su rival en Mónaco. Ahora, fue Rosberg en China quien jugó el mismo papel con sus declaraciones tras la carrera. “Nico no estaría en la Fórmula 1 como múltiple ganador y aspirante al título si dejara desestabilizarse después de algunas carreras”, declaraba esta semana Toto Wolff. “Estoy seguro de que va a volver, no sé cuándo ocurrirá, pero sin duda va a estar ahí”. Desde Bélgica del pasado año, y salvo en Brasil, su compañero todavía no lo ha conseguido.
Puede que el momento de flujo que Hamilton disfruta acabe más pronto que tarde por culpa de Rosberg, o Ferrari, quién sabe. Pero el británico ha ganado nueve de las últimas once carreras. Entonces, llegan resonancias del Ayrton Senna sublime de 1991, de ese Michael Schumacher de los buenos tiempos en Ferrari, o del Sebastian Vettel de Red Bull. Cuando se observa su contundente dominio en las pistas, su mirada y lenguaje corporal fuera de ellas, resulta inevitable pensar que Lewis Hamilton lleva el mismo camino que aquellos también en 2015.