Nadador, medallista… y expulsado de la Universidad por una discapacidad física

Héctor Blasco (19) quiere ser profesor de deporte adaptado, pero la Universidad de Zaragoza le ha expulsado del grado de Ciencias de la Salud y del Deporte en el que estuvo matriculado hasta el pasado mes de octubre. No sólo le obligó a renunciar a su plaza, también le prohibió asistir a las clases como oyente… algo que hacía con el permiso de los profesores que las impartían. ¿La razón? Héctor tiene una discapacidad física del 40% por la enfermedad de Perthes que afecta a su cadera y sólo le impide practicar deportes de impacto; tanto que cambió el fútbol por la natación llegando a colgarse medallas representando a su comunidad autónoma, Aragón. A pesar de tener todo tipo de informes que acreditan que está capacitado para practicar deporte adaptado (que protege su cadera) y que su salud no correría peligro, la Universidad de Zaragoza decidió expulsarle antes de llevar a cabo las adaptaciones correspondientes. Esta es su historia.

Es su madre, Beatriz Bono, la que relata todo lo vivido por Héctor a El Confidencial. La historia de este zaragozano “empezó con una cojera en la pierna; le hicieron las pruebas pertinentes y salió que tenía Perthes. Mi hijo entró a la consulta andando y salió en silla de ruedas; estuvo tres años en ella. La enfermedad comienza cuando la sangre no llega al hueso y éste se muere. Después, tiene que volver a crecer. Con la edad de Héctor (14 años en el momento en el que le diagnosticaron Perthes), tienes el riesgo de que queden secuelas y él las tiene en la cadera”. A pesar de ello, Héctor ha llevado una vida lo más normal posible y en la que el deporte ha jugado un papel esencial: “Jugaba al fútbol, pero lo tuvo que dejar y se especializó en natación. Ha estado en los campeonatos de España por comunidades, donde participó con ARAGUA (una asociación de discapacitados) y ganó una medalla de bronce”.

Con el paso del tiempo, llegó el momento de dar el salto a la universidad. Héctor fijó sus miras en el grado de Ciencias de la Salud y del Deporte que la Universidad de Zaragoza imparte en su campus de Huesca: “Es muy competitivo y le gusta mucho el deporte; para él es una forma de verse útil y estar activo. Quiere ayudar a “personas con capacidades diferentes”, como él dice, y hacer ver a otras personas que se puede. Por ello, mi hijo tiene todas las esperanzas depositadas en el juicio del 13 de julio porque hemos dado todos los pasos: un recurso de alzada al Rector, presentamos una reclamación a la Defensora del Universitario, hemos llegado hasta el Justicia de Aragón…”. ¿Qué ha sucedido para que la historia de Héctor acabe en los tribunales? La Universidad de Zaragoza le expulsó del grado que estaba cursando alegando primero que “estaban mirando por la salud de mi hijo” y después que “nos faltaba el reconocimiento médico”.

Adaptar las clases

Para comprender todo, lo mejor es empezar por el principio. Beatriz cuenta que cuando Héctor decidió hacer Ciencias de la Salud y del Deporte se pusieron en contacto “con sus médicos y nos dijeron que no había ningún problema. Lo único que tenía que hacer era tener cuidado en los deportes de contacto ya que tenían que hacer una adaptación para que los practicase con una silla de ruedas. Sabiendo esto, en enero de 2014, me puse en contacto con la Universidad de Zaragoza y con su oficina de Diversidad (la encargada de llevar los casos de discapacidad) para contar el caso de mi hijo y preguntar si podrían hacer dichas adaptaciones”. La respuesta de la institución no se hizo esperar: tenía que pasar la Comisión de Garantía. “En primavera nos pusimos en contacto con ellos de nuevo: nos dijeron que la había superado y que una vez matriculado, terminarían de hacer las adaptaciones”, añade Beatriz.

Con todos los informes médicos, resonancias y radiografías en poder de la universidad, sólo faltaba un requisito imprescindible para todos los alumnos que quieran cursar Ciencias de la Salud y del Deporte: el reconocimiento médico. La madre de Héctor explica que decidieron hacer la matrícula presencial por tratarse de un caso especial: “Comentamos el caso para que nos marcasen unas pautas a seguir; al ser una prueba de esfuerzo en la que tenía que correr en cinta, los médicos no nos lo aconsejaban. En agosto nos pusimos en contacto con ellos para pedir, de nuevo, las pautas y no nos contestaron. Héctor empezó el curso en septiembre y poco después recibió una carta porque no se había hecho el reconocimiento y le podían expulsar”.

Apto con limitaciones

A partir de entonces se suceden las reuniones. La primera en verlos es Ángela Alcalá, directora de la Oficina de Diversidad de la Universidad de Zaragoza: “Se supone que nos iban a decir cómo solucionar lo del reconocimiento, pero nos propusieron echar a Héctor del grado y nos llegaron a decir que si tuviera una pierna amputada no tendría problemas”. El Vicerrector puso sobre la mesa la posibilidad de estudiar Fisioterapia, “una carrera en la que no tendrían que hacer ninguna adaptación para que la cursase. Primero dijeron que estaban mirando por la salud de mi hijo; ahora alegan que nos faltaba el reconocimiento médico. Éste se entregó dentro de la fecha señalada e iba acompañado de un informe del traumatólogo en el que especificaba que no tenía problemas para hacer deporte y sólo debía tomar precauciones en deportes de impacto. Además, apuntó que es apto con las limitaciones”.

Sea como sea, Héctor acabó siendo expulsado y tampoco le permitieron asistir como oyente para no perder el curso: “Antes de Navidad, la coordinadora del grado le llamó y le dijo que desde arriba les habían dado un toque para prohibirle ir a las clases. En primero y segundo no iba a tener problemas, éstos vendrían en tercero y cuarto. Las secuelas no ponen en peligro la vida de mi hijo e, incluso, propusimos a la universidad firmar un papel de responsabilidad. Lo único que tienen que hacer para protegerle es adaptar una silla de ruedas para los deportes de contacto”. Y es aquí donde viene la clave: “Creo que no han querido molestarse en hacer su trabajo. Héctor les supone un extra; estamos pidiendo una silla de ruedas para proteger su cadera y a la hora de hacer las prácticas de determinados deportes, una adaptación de las clases”.

Y es que lo que la Universidad de Zaragoza no ha hecho, sí es una realidad en otros centros públicos como los de Elche y Valencia: “Hemos hablado con ellos y les hemos mandado la misma documentación y la respuesta ha sido completamente diferente: rápidamente me hablaron de la silla, de adaptar una de las que tenían para proteger la cadera de Héctor. Se nota que tienen más experiencia, en Valencia llevan veinte años haciendo adaptaciones. Han hecho perder un año a mi hijo y, sobre todo, el daño psicológico que ha sufrido. Se han saltado todos sus derechos”. ¿Podrían ser Valencia y Elche una ventana abierta para Héctor? “Todo esto nos está suponiendo una inversión económica muy grande en abogados, médicos… Somos una familia humilde y haciendo muchas cuentas, ahora no podríamos mandarle a ninguna de estas universidades. Si esto hubiera pasado el año pasado, mi hijo sí estaría allí. No sabemos cuánto va a durar y no nos sobra el dinero”. Ahora, Beatriz y su hijo Héctor se aferran a la justicia. La misma que esperan que se imparta el próximo 13 de julio en un juicio donde han depositado todas sus esperanzas.