Almería y Celta empataron en un duelo alocado, lleno de alternativas y de dominio alterno. El equipo gallego saboreó la victoria y se adelantó por 0-2 en un fantástico primer tiempo. Luego, sufrió la expulsión de Cabral y la emotiva reacción del Almería, que llegó a empatar el partido amparado en el partidazo de Thievy y su superioridad numérica. La roja a su defensa Dos Santos, muy ingenua, lo bloqueó cuando soñaba con la remontada. Entonces, en el último cuarto de hora, volvió a mandar el Celta, conducido por un rápido Orellana y el trabajo de Pablo Hernández. Augusto, en el minuto 93, remató al palo con todo a favor.
El resultado fue un empate que no sirve demasiado a los intereses de ambos equipos. Al Almería lo coloca con 29 puntos en espera de la resolución del TAS sobre su sanción de tres puntos (será el 20 de este mes) y al Celta lo deja noveno, con 46 puntos y a solo dos puntos de la séptima plaza, que puede ser europea si el Barcelona gana la Copa. Por el camino, erraron Sergi y Berizzo con sus decisiones y se demostró que hay tanto en juego en estas últimas jornadas que los nervios alteran el normal funcionamiento de los jugadores.
Sergi fue un magnífico lateral izquierdo. Como entrenador se está labrando todavía su futuro. Quizás por esa querencia al puesto, el catalán decidió jugar con dos laterales izquierdos para taponar la banda de Santi Mina, en espléndido momento de forma. La decisión le salió muy mal a Sergi, puesto que Casado demostró que está fuera de forma. Llegado en el marcado invernal sin apenas jugar desde el Málaga, el veterano lateral no fue de verdad en la jugada que dio origen al primer gol del Celta. Krohn-Dehli se internó y Casado metió el pie sin fuerza, lo que propició que el balón le llegara a Nolito, quien definió de fábula con el interior. Más grave fue su actuación en el segundo tanto de los gallegos. Una absurda cesión a Rubén acabó en los pies de Santi Mina, que aprovechó el regalo para colocar un 0-2 magnífico para el Celta.
El Almería tuvo buenos momentos en el primer tiempo, pero tiró por tierra sus opciones con dos regalos que no se pueden comprender cuando uno se está jugando todo. Su situación es delicada, pero venía de ganar dos encuentros en casa de la mano de Sergi. El Celta, muy suelto, se metía de lleno en la pelea por la séptima plaza gracias al excelente juego de Nolito y la clase de un futbolista de altos vuelos como es Krohn-Dehli.
El panorama cambió radicalmente en la segunda mitad. Marcó Thievy rápido y Cabral vio la roja por derribar al propio Thievy, una bala. El Almería se lanzó sin complejos a por el empate y lo encontró en una acción de Zongo dentro del área pequeña. Con el 2-2 y en superioridad numérica, al Almería le faltó un punto de madurez. Dos Santos vio la segunda amarilla en un agarrón infantil a Pablo Hernández, lo que provocó que su equipo se desactivara. Volvió a mandar el Celta, como en el primer tiempo, pero Berizzo ya había quitado a Nolito. Luego también dio salida a Santi Mina. Sin su pareja mágica, no obstante, el Celta estuvo a punto de ganar en un remate postrero de Augusto. Todo quedó en un empate y un partido con un punto de locura.
Celta y Madrid piropearon al fútbol. A ese fútbol trepidante, golpe a golpe, sin tregua. Ese fútbol, en definitiva, que irrita a los ortodoxos de las gaitas tácticas, a esos que festejan como éxito el bostezo, que nada pase, que nadie se descamise. En Vigo lo hicieron todos, en un duelo a toda mecha, sin protocolos. Una gozada. Lo fue hasta para el Celta, que cayó con gloria, reconocido por su gente, que tiene motivos para el orgullo. Y más aún para el Madrid, que ha encontrado en el inesperado Chicharito el hilo al que agarrarse para pelear la Liga y lo que sea. Los de Ancelotti se llevaron un partido mayúsculo. Forzados al límite por un estupendo rival, salvaron un escollo descomunal. Una de esas victorias de mucho mérito, como subrayable fue la actuación del equipo vigués, que se rebela a ser un club subsidiario. El fútbol agradece apuestas así. Un brindis.
El Celta tiene su banda sonora. No se siente inferior, no importa el tonelaje del adversario. Un equipo didáctico para muchos de su condición, un conjunto de pensamiento propio. Frente al Madrid, se sublevó desde la primera bocanada. Augusto Fernández, Krohn-Dehli y Orellana, a los que les gusta rumiar la pelota, dar palique al balón, catalizaron el juego. Los tres tienen panorámica, no desprecian un toque ni arrestados por el rival. Da gusta verles. De entrada fueron un tormento para la zaga madridista. El Celta rescataba la pelota con la presión alta, el Madrid sufría un engorro. Y cada pérdida era un aviso. Hasta que Nolito, a lo Nolito, con esa jugada tan de autor, con regate en diagonal desde la orilla izquierda, acabó por dejar planchado a Casillas, inmóvil tras colarse el remate bajo los pies de Varane. La jugada partió de un córner favorable a los de Ancelotti, a Illarra le birlaron la pelota y la contra cerrada por el extremo celtiña tuvo un broche algo rocambolesco: Sergio Ramos cruzó la cancha, de área a área, con la bota derecha en la mano.
La desventaja, con la Liga en Barcelona, exigía una respuesta firme del grupo de Ancelotti. No era una jornada de paso, para remolones. Al equipo le costaba sacudirse al contrario, un conjunto de puertas abiertas, que se repliega hacia adelante, sin recular. La posición del chileno Orellana, a espaldas de Kroos e Illarramendi, torturaba a los visitantes. Mala noticia para el vasco, tras verse del todo arrinconado en la última cita de Champions. Con Orellana de enganche para todos, Kroos no se daba por enterado, los centrales, a lo suyo con el ariete Larrivey, e Illarra, extraviado.
Salvador Sas (EFE)’);»> ampliar foto
Aturdido el Madrid, el equipo encontró una vía de escape por la banda izquierda del Celta, donde Nolito, proclive a otras misiones, no escoltaba a los suyos. Ni siquiera se dejaba caer Cristiano por ese costado. Así fue en el empate visitante. James, como en el gol europeo de Chicharito al Atlético, se ha acostumbrado a dar carrete a CR por esa orilla. Lo hizo de nuevo en Balaídos y la incursión del portugués concluyó con un despeje hacia la frontal que cazó Kroos de maravilla, con un disparo contundente y con precisión de cirujano. El Celta notó la descarga y encajó el segundo tanto con Larrivey noqueado tras un trompazo de cabezas con Ramos, lo que le obligó a jugar con un gorro de látex como cortafuego de la sangre. La ruta fue la misma, el carril izquierdo celeste. También repitió el protagonista, James, el mejor mensajero del gol de este Madrid. El colombiano tiró dos paredes con Chicharito, suerte que maneja como los ángeles, y el mexicano, que está en onda, batió a Sergio, que hizo el sapo y el balón se alejó a la red entre sus piernas.
El partido no tenía pausa. A la reacción del Madrid correspondió la de los de Berizzo. Nada de achicarse. En otra oleada de buen juego, Santi Mina le tomó la matrícula a Marcelo, superado por un milimétrico servicio de Orellana. El vigués se presentó ante Casillas, su primer intento se fue al poste izquierdo del Madrid. Cazó el rebote por delante de Marcelo, y bingo. El encuentro no admitía descuido alguno, exigía una mirada fija, permanente. Toma y daca, pim, pam, pum. Conmovedor el Celta, llevado al extremo el Madrid, que demostró que la contundencia que le distingue también es cosa de suplentes, al menos de este Chicharito iluminado. Un goleador con ojo clínico cuando tiene escena. Con un exceso de vocación ofensiva, con la zaga local fuera de los cuarteles, el «guisante» habilitó a CR en una contra que concluyó con disparo cruzado del luso al poste. El preludio del 2-3, obra de James, que asiste y golea, otra vez en alza, de nuevo varios escalones por delante de Isco, solo fugaz con algún arabesco. James, con un desvío de Fontás, dejó al Madrid con el marcador de cara al filo del descanso tras un primer acto extenuante.
Cabía pensar que de vuelta del intermedio bajara el ritmo. Un espejismo. Nada de nada. El guion se mantuvo, con el Celta invadiendo el perímetro de Casillas, con Nolito de reto en reto con Carvajal, y casi siempre victorioso. El Celta iba con todo, el Madrid lo fiaba al horizonte despejado, al ataque a la carrera, como le gusta. Pero no le llegaba la jugada ansiada, porque su rival no cejaba en el empeño, iba, iba e iba. En uno de los asaltos, la gente reclamó penalti de Kroos a Orellana, en una acción confusa. El Madrid no tenía aire hasta que Sergio Ramos, en plan centurión, se lanzó a la aventura hasta la media cancha, donde nadie le obstaculizó el tranco y el defensa andaluz ejecutó un arquitectónico pase a Chicharito, que pinchó la pelota con exquisitez antes de batir a Sergio. Una veta de primera este Chicharito que parecía irrelevante.
Ni con 2-4 lo veía claro Ancelotti, sabedor de que enfrente había un adversario de cuerpo entero. La prueba es que el técnico italiano recurrió a Pepe y Arbeloa en detrimento de Chicharito y James. El Madrid bajó la persiana al duelo con seis defensas. El choque le había exigido de lo lindo y con el sueño de Chicharito puede seguir soñando. Para el Celta, honores. Si hay que perder, que se pierda así. Hay Liga, mucho Celta y mucho Chicharito.
Quiere ser europeo el Celta, que se ha puesto a cuatro puntos de la séptima plaza que puede valer el pasaporte a la Europa League y que ahora mismo detenta el Málaga, visitante en Balaídos dentro de dos jornadas, apenas tres dias después de que el Real Madrid, el próximo domingo, pase por Vigo. Venció en Ipurúa y condena al Eibar a un sufrimiento que se tamiza por el error ajeno, por ese paso de tortuga en la cola que le permite mirar hacia el futuro con una cierta esperanza pese a haber sumado apenas cuatro puntos en lo que va de segunda vuelta.
El partido bebió del error, que abundó. Buscó el Eibar el del Celta y encontró el Celta el del Eibar para llevarse los puntos con un penalti transformado por Nolito, que hace ya unas semanas que vuelve a estar fino. El equipo de Berizzo empezó mandón, amparado en su superioridad técnica, con ese frenesí que es marca de la casa, un ritmo alto en el que se siente cómodo. Pero al cuarto de hora ya sufría, se supo vulnerable por más que tuviera la pelota y gozase de un aparente dominio porque el Eibar empezó a sacar frutos de su idea, la de aguardar replegado el fallo para salir a la contra. Llegaron pifias en entregas o en salidas desde atrás y el Eibar, agazapado como estaba, se alzó como un tigre hambriento, plagado de inicio con mediapuntas en una alineación diseñada para la respuesta con Saúl Berjón, Capa y Javi Lara a la carrera y Arruabarrena para desgastar a los centrales y los mediocentros, para aplicar fortaleza y tesón justo donde el Celta peca por manso.
Perdió dictado el Celta en cuanto sintió el aliento del rival, también porque el partido se trabó. Que la pelota no rodase perjudicaba a los celestes y arengaba al Eibar, que además siempre sabe como trabajar en las acciones a balón parado. Llevó el partido el equipo vasco hacia aquello que convenía a sus condiciones, pero penó por una equivocación de Didac Vilà en el lateral zurdo que culminó en penalti a Santi Mina. Velasco se fue a los once metros tal y como lo había hecho minutos antes tras un piscinazo de Larrivey del que le tuvo que alertar un atento árbiro asistente. Ésta vez pocas dudas cabían. Tampoco las tuvo Nolito para transformar ni para sacarse poco después un chut desde medio campo que pudo golpear definitivamente al Eibar justo antes del descanso, tiempo que aprovechó Gaizka Garitano para cambiar de plan. Entraron Manu del Moral y Piovaccari, subió líneas el Eibar, aparcó la velocidad y se subió al tren de la fuerza y la segunda jugada.
El gol lo había hecho mudar todo, ante la mayor concreción del rival, el Celta se blindó con paciencia. Gracias a ella encontraron incluso a los laterales, siempre dispuestos a incorporarse y apoyar a sus delanteros. Con la entrada de Lekic como tercer cambio se hizo aún más largo el Eibar, presuroso por entrar en el área rival. Era una opción, pero no fue la que mejor le funcionó durante un partido del que no dejó de entrar y salir. Sacrificó Garitano a Dani García con casi media hora por delante, obvió la medular en la construcción del juego y se diluyó, apurado en la persecución de la pelota cuando más le pesaban las piernas. Fue entonces cuando más cómodo se encontró el Celta, muy cerca de la sentencia, pero no tuvo ni puntería ni habilidad para poner la rúbrica y se avino a recibir un golpe aislado que emborronara su partido. Casi se lo propina Didac Vilà para redimirse de su error en el gol con un lanzamiento que se estrelló en el larguero, el canto del cisne armero.