Al Barça no le ha ido nada bien en sus partidos con el Bayern. La última eliminatoria de Champions, en 2012-13, se saldó con dos goleadas del equipo de Heynckes: 4-0 y 0-3. La enfermedad de Vilanova y la lesión de Messi facilitaron el éxito del club alemán, que acabaría siendo el campeón, como ha venido ocurriendo con el equipo que ha eliminado al Barça —semifinalista en ocho de las últimas diez ediciones— a excepción del año pasado con el Atlético. Los alemanes se vengaron de la exhibición azulgrana en 2008-09 con Guardiola en el banquillo del Camp Nou: 4-0 y 1-1. Una excepción porque el Bayern se impuso en las semifinales de la UEFA 1995-96 (2-2 y 1-2) y en la liguilla de 1998-99 (1-0 y 1-2). Y queda para el inventario el amistoso ganado en 2013 por el equipo de Baviera ya entrenado por Guardiola: 2-0.
Ambos equipos, de nuevo enfrentados en la Champions, aspiran a ganar la Liga —a los alemanes les faltan cuatro puntos— y la Copa. El choque europeo, con la ida en el Camp Nou, estará condicionado precisamente por los partidos previos y por las lesiones, numerosas en el Bayern. Alaba, Javi Martínez y Badstuber parecen descartados mientras son duda, aunque con muchas opciones de jugar, Robben, Ribery, Bernat, Benatia y Rafinha. Muy fecundos en Múnich, alimentados por figuras como Neuer, Lham, Götze, Müller y Lewandowski, los alemanes tienen más disfunciones en defensa cuando no consiguen tener la posesión de la pelota, aspecto que depende sobre todo de Xabi Alonso y el exazulgrana Thiago, que se enfrentará a su hermano Rafinha.
No hay manera de contener a Messi si está bien, y lo sé bien”, sentenció Guardiola
“No hay manera de contener a Messi si está bien, y lo sé bien”, sentenció Guardiola, protagonista del cruce morboso después de su etapa exitosa en el Barça. “El Barcelona es el más fuerte, pero no estamos desahuciados”, terció Beckenbauer, presidente del Bayern, ganador de cinco Copas de Europa, una más que el Barça.
¿Qué ha convertido a Messi en el mejor jugador del mundo? La pregunta se la hace Álex de la Iglesia, un tipo desinteresado del fútbol que se acerca a la pelota fascinado por el fenómeno del crack argentino. Su respuesta es: “Messi”. Un documental que se estrenó el verano pasado en Río de Janeiro, en el mundial de Brasil, y que hoy (jueves, 23.30) se verá en España por Canal + 1.
Álex de la Iglesia pone el ojo, la familia Valdano (Jorge padre e hijo) firma el guion y Mediapro sella la producción. Todo con el beneplácito del clan Messi. El resultado, un documental ameno e inequívoco que viaja a través de la infancia y la adolescencia del rosarino. La vinculación de Leo con su abuela Celia, a quien dedica cada uno de sus goles porque le vaticinó que sería el mejor jugador del mundo; su carácter familiar, y especialmente el desgarro emocional sufrido cuando se quedó solo en Barcelona con su padre; y sus partidos con el Grandoni y Newell’s son comentados en su ciudad de Rosario y en Barcelona.
La película tiene un buen valor documental, especialmente en sus imágenes, algunas inéditas, y que, tratándose del 10 azulgrana, parece imposible que alguien se pueda cansar de revivir sus goles y jugadas, da lo mismo que sean con la camiseta del Barça o con la selección argentina. El film carece de sorpresa. Hay mucha literatura sobre Messi y cualquier relato sobre la vida de Messi parece una historia vieja. En cualquier caso, la película no ayuda a refrescar su vida, sí, en cambio, a aumentar su leyenda.
“¡Qué lindo sería ser cinco segundos él”. Así, con honestidad, plasma Javier Mascherano su admiración por de Messi. El defensa azulgrana es una de las grandes y muchas (a veces parecen demasiadas) personalidades que figuran en el documental que junto a Cruyff, Maradona, Iniesta, Piqué y Valdano, entre otras, razonan sobra la vida del cuatro veces ganador del Balón de Oro. “Juega por fuera, juega por dentro, juega donde quiere, porque juega como los dioses”, asegura Menotti. “La primera vez que jugamos con él los entrenadores nos pedían que no le entremos fuerte, que era muy pequeño y frágil”, recuerda Piqué; “simplemente no lo podíamos coger”. Y Cruyff afirma: “Gracias a Dios que existe Messi”. Messi es fútbol. Ahora también, película.
Sólo estuvo en el terreno de juego el primer tiempo. Con la eliminatoria resuelta gracias a los dos goles marcados por Neymar en el primer acto, Luis Enrique decidió retirar del campo a Iniesta, aún con algunas molestias por el golpe recibido en París. Fue suficiente. El mediocampista manchego dio brillo y luz al juego del Barcelona mientras estuvo sobre el césped, una buena noticia para su equipo cuando entramos en la fase definitiva de la temporada. Sobre todo porque el jugador no ha lucido tanto a lo largo de este ejercicio como siempre fue habitual en él. Por algo su nombre se asomó entre las tendencias de las redes sociales…
El juego del centrocampista recordó al de sus épocas de gloria. Tal vez firmó sus mejores momentos de la temporada. Para enmarcar queda la jugada que abrió el triunfo del Barcelona ante un PSG que no dio la talla. Iniesta agarró el balón en su propio campo, se quitó de encima a varios futbolistas del equipo francés y culminó la jugada dando una perfecta asistencia a Neymar. Y el brasileño no falló…
Tuvo que adoptar otro rol esta temporada con la llegada de Luis Enrique, y lo cierto es que al mediocampista le costó entrar en la dinámica. El nuevo jefe exige mucho trabajo físico y por ahí tuvo problemas Iniesta durante un tiempo, con dificultades para alcanzar la plenitud. Con tres delanteros de nivel superior, sus llegadas al área ya no son tan habituales como antes, aunque ante el PSG demostró que, cuando aterriza en la zona caliente, su clarividencia sigue estando intacta. Con el paso del tiempo, al menos por lo visto ayer, Andrés ha ido adquiriendo el nivel esperado y en esta recta final de temporada podría volver a ser determinante para su equipo.
Sus flojas actuaciones llamaron la atención, pues nunca fue normal verle rendir a un nivel bajo. En la Selección española, tras el pésimo Mundial de Brasil, no apareció con brillo en los siguientes partidos de la Roja. Del Bosque, como Luis Enrique, le dio ese empujón psicológico necesario al contar con él en todo momento. En su club ha sucedido lo mismo, pues su técnico le ha seguido dando partidos porque sabe que es un jugador único. Y Andrés Iniesta parece haber recuperado ese fútbol que le hace diferente y genial.
Unos metros por delante de Iniesta, la vida sigue igual en este Barcelona que sigue teniendo opciones de hacer un triplete inimaginable hace unos meses. Los tres tenores azulgranas forman una sociedad letal que va camino de hacer historia. Siempre aparece uno. No falla. Ante el París Saint Germain, le tocó turno a Neymar, que tras dos perfectas asistencias, de Iniesta y Dani Alves, respectivamente, liquidó al equipo galo. Esta vez descansaron Messi y Luis Suárez, que fueron los que decidieron el complicado partido ante el Valencia.
Entre los tres delanteros barcelonistas suman ni más ni menos que 95 goles entre todas las competiciones, camino de pasar a la historia de la institución. Leo Messi (46), Neymar (30) y Luis Suárez (19) están dejando de manifiesto con hechos que juntarlos no fue tan mala idea… En este 2015 se ha enchufado por completo Luis Suárez a la buena dinámica, mientras que el brasileño, a pesar de sus cabreos cuando le retira Luis Enrique antes de tiempo, ya ha marcado 30 goles esta temporada, el doble de lo conseguido la temporada pasada, en la que apareció con cuentagotas.
Iniesta dijo después de su enorme desempeño que no se fue «nunca» aunque a veces las cosas no le salieran todo lo bien que deseó. «Cuando uno se siente bien no importa el sistema o la forma de hacerlo. Siempre se puede mejorar y es lo que intento. Estoy feliz. «Nunca me fui, pero a veces no salen las cosas como quieres. Siempre lo intento hacer bien, independientemente de cómo juguemos», dijo antes de añadir que «ocho semifinales en diez años es un dato muy importante, a la altura de este club y de estos jugadores. Una vez más, estamos ahí y a pelear por estar en una hipotética final. Es difícil hablar de favoritos en unas posibles semifinales. Intentaremos hacer las cosas bien y seguro que tendremos posibilidades de estar en una final», culminó.
Hay futbolistas que escriben su historia en un libro aparte. Conquistado el juego, rendida la afición, parecen saltar al césped dispuestos a atrapar registros. El 18 de agosto de 1998, Xavi Hernández (Terrassa, 1980) se estrenó en un partido oficial con la camiseta del Barcelona. Nadie en el fútbol actual ha abierto tanto sus vitrinas (25 copas, tres con la selección española). Nadie ha disputado más encuentros con el Barça (755). Y, desde el miércoles, nadie se ha visitado tantos campos en Europa. Leyenda entre leyendas, frente al PSG el capitán del Barça sumó su partido 169 en competiciones europeas. En el retrovisor quedaron Maldini (168), Seedorf (161), Zanetti (160) y Raúl (158). Récords al margen, los partidos no oxidan su fútbol.
En el verano Xavi se tapó los oídos frente a las suculentas ofertas del fútbol catarí y de la MLS de Estados Unidos. Sabía, en cualquier caso, que la recompensa no pagaría con minutos en el Camp Nou. “Si te quedas, para mí perfecto; pero si no te pongo, no me toques las pelotas”, le advirtió Luis Enrique. Así sucedió. La temporada pasada Xavi participó en el 85% de los minutos disputados por el Barça. En este curso, con el asturiano en el banquillo, el 6 vio cómo su participación se adelgazaba hasta un 40%. No le importó. No se recuerda ninguna cara larga del campeón del mundo ni al entrenador ni a los compañeros. A sus 35 años tiene claro su rol.
“Xavi siempre nos aporta grandes cosas. No es una novedad. Es lo de siempre”, elogió Luis Enrique al interior de Terrassa, tras la victoria azulgrana en el Parque de los Príncipes. Al centrocampista no se le gastó su tiza en el último pase: suma ocho asistencias esta temporada. Una cada cuatro partidos, cifras, incluso, superiores a las de la temporada pasada (cuando promedio 0,12 pases de gol), pero estadísticas calcadas al último curso de Guardiola en el banquillo del Barcelona.
Desde que Luis Enrique cogió las riendas del Barcelona, el juego azulgrana cambia de piel. A veces, punzantes en ataque; otras, pacientes con el balón. Y aunque Xavi se contamina con el vértigo de sus compañeros (da un 30% menos de pases que, por ejemplo, cuando Tito Vilanova era el técnico del Barça), no pierde su acierto: 93% de eficacia. Ocurre, en cualquier caso, que cuando el técnico asturiano quiere guardar el cuero, encuentra siempre el mismo nombre para la misma pregunta: Xavi. Revulsivo con pausa, el capitán saltó desde el banquillo en 17 de los 32 partidos que ha disputado en esta temporada.
Cuando los encuentros se le alocan al Barcelona, la cabeza de Xavi devuelve la sensatez al fútbol. Pasó en Vigo (0-1), pero la fórmula no funcionó en Nervión (2-2). Sin embargo, la receta volvió a tener éxito en el Parque de los Príncipes. Cuando Blanc mandó al campo a Lucas Moura en lugar de Rabiot, el partido dio lugar a una vorágine que no ayudaba a los intereses del Barça. Pero, toda vez que el campeón del mundo con España cogió el timón, el cuadro de Luis Enrique cocinó el partido que se le extravió en el Sánchez Pizjuán.
Aunque pasó de jugar el 85% de minutosal 40%, su presencia resulta determinante
Xavi tiene un imán con la pelota y su presencia funciona de analgésico a la asidua (en esta temporada) desesperación del Barcelona. Tranquilidad para Luis Enrique y también para Leo Messi. El argentino descansa en el catalán. El 6 es un manto de seguridad que arropa al juego del 10. En los 37 minutos en el campo de Xavi frente al PSG, Messi le cedió el cuero en 12 ocasiones, sólo superado por Busquets (jugó todo el partido) al que le pasó la pelota 16 veces.
Ya no esconde Luis Enrique su equipo de gala; sin embargo, con Iniesta en la enfermería — sufre una fuerte contusión en la articulación sacroilíaca—, Xavi está disponible para entrar en el once frente al Valencia. El sábado el Barça defiende su liderato en su casa y el presente del interior no olvida su pasado. Un poco de Xavi es mucho, y tiene ventaja sobre Rafinha y Sergi Roberto para relevar a Iniesta. Quizá son las últimas pinceladas del fútbol de Xavi con la camiseta azulgrana. Nostalgia anticipada en el Camp Nou, que se empieza a despedir de su hombre récord.
Nada puede despertar más pudor que poner letras minúsculas a quien las embelleció con mayúsculas. La temeridad se acepta porque frente al inevitable sonrojo pesa más disfrutar por enésima vez del mejor poeta futbolístico. Entre otras muchas cosas, eso era Eduardo Galeano (Montevideo, 1940-13 de abril de 2015), autor de los goles orgásmicos más líricos, rapsoda de “esos carasucias que cometen el disparate de gambetear (…) por el puro goce del cuerpo que se lanza a la prohibida aventura de la libertad”. También fue exégeta del dios redondo, el fútbol, “la única religión que no tiene ateos”. Sus feligreses son “hinchas en el manicomio” cuya camiseta es “la segunda piel” y la única unanimidad es el árbitro, “al que todos odian”.
Como los pies de palo no le obedecían salvo en sueños, jugó al fútbol con la palabra. Con ella, como mendigo del buen fútbol, suplicaba “por una linda jugadita, por amor de Dios”, lo que podía llegar a neutralizar su pasión por Nacional y la Celeste. Incluso dejaron de importarle los colores de aquellos jugadores que le brindaban la alegría “del juego bien jugado” y cada vez que comenzaba un Mundial, él y su compañera Helena colgaban en la puerta de casa el siguiente cartel: “Cerrado por fútbol”. Era su estadio, “porque no hay nada menos vacío que un estadio vacío”, y él se sometía a la dictadura de la “telecracia”. Allí, como en las canchas en directo, disfrutaba del ídolo, fácil de identificar porque “la pelota lo busca, lo reconoce y lo necesita”. También se compadecía del jugador en el ocaso, “al que la fama, señora fugaz, no le dejaba ni una carita de consuelo” en su retiro.
No solo padecía por el jugador, el divo caído. Tenía sentimientos encontrados con la “orgullosa y vanidosa pelota”. La menina, caricia verbal de los brasileños, tenía motivos para la petulancia: “Bien sabe ella que a muchas almas da alegría cuando se eleva con gracia, y que son muchas las almas que se estrujan cuando ella cae de mala manera”.
Maradona llevaba la pelota atada al pie, Messi lleva la pelota dentro del pie”
En ese “triste viaje del placer al deber” por el que ha transitado el fútbol, el gol era una pesadumbre, signo de los tiempos modernos. “El gol es el orgasmo del fútbol y como el orgasmo es cada vez menos frecuente en la vida moderna”. Gran culpa tenían los arqueros, “aguafiestas del gol que bien podrían ser llamados mártires, paganinis, penitentes o payasos de las bofetadas”. Como Zamora, “pánico de los delanteros”, porque si le miraban “el arco se encogía y los postes se alejaban hasta perderse de vista”. Y Yashin, “brazos de araña y manos de tenaza”.
Para alivio orgásmico ahí estaban los grandes delanteros, los que hacían del gol un do de pecho. El brasileño Friedenreich, hijo de alemán y una lavandera negra, genio del Sudamericano de 1919 “que hizo más goles que Pelé” y cambió la geometría de todo un país: “Desde Friedenreich, el fútbol brasileño que es de veras brasileño no tiene ángulos rectos, como tampoco los tienen las montañas de Río ni los edificios de Niemeyer”. Sin olvidar a su compatriota Leónidas, “al que en el Mundial del 34 le contaron seis piernas y opinaron que era cosa de magia negra”.
A los primeros tótems brasileños les sucedió un rey, Pelé: “Cuando iba a la carrera pasaba a través de los rivales, como un cuchillo. Cuando se detenía, los rivales se perdían en los laberintos que sus piernas dibujaban. Cuando saltaba, subía en el aire como si el aire fuera una escalera. Cuando ejecutaba un tiro libre, los rivales que formaban la barrera querían ponerse al revés, de cara a la meta, para no perderse el golazo”. Con Pelé se alistaba en la selección alguien que regateaba como “un Chaplin a cámara lenta que murió de su muerte: pobre, borracho y solo”. Tenía el apodo de un feúcho e inútil pajarillo: Garrincha.
Al entronizado Pelé solo le discutía el trono Di Stéfano, al que “todo el campo de juego cabía en sus zapatos”. La Saeta jugó en el Madrid con Kopa, “un francés al que llamaban el Napoleón del fútbol porque era bajito y conquistador de territorios”. Y por la orilla izquierda del histórico Madrid volaba Gento, “un forajido que tenía la captura recomendada por todos los equipos rivales, al que a veces conseguían encerrarlo en cárceles de alta seguridad, pero él se zafaba siempre”. Al Madrid, primer colonizador de la Copa de Europa, le exigía, y mucho, el poderoso Benfica, que por esas paradojas del fútbol lideraba Ninguém (nadie, ninguno). Había nacido “destinado a lustrar zapatos, vender maníes o robar a los distraídos”. Fue Eusebio, “un africano de Mozambique el mejor jugador de la historia de Portugal”.
Tampoco hay duda de quién fue el mejor jugador en Holanda. Cruyff fue “un director de orquesta y músico de fila, calentón, trabajador y talentoso”. Al genio naranja se le cruzó en el camino el Torpedo Müller, un depredador “disfrazado de abuelita” para el que “la red era el encaje de novia de una niña irresistible”. En los ochenta apareció Platini, que hacía “goles de ilusionista de esos que no pueden ser verdad”. Lo mismo sucedía con el brasileño, Zico, “que metía goles que los ciegos querían que les contaran”.
El fútbol fue para el escritor uruguayo, “la única religión que no tiene ateos”
De dibujos animados era Romario, “que ensayaba en su favela infantil los muchos autógrafos que iba a firmar en el futuro”. Un futbolista “que trepó a la fama sin pagar los impuestos de la mentira obligatoria: se dio el lujo de hacer siempre lo que quería”. Un enigma este Romario, de piernas con arco y culo bajo. A este juego nunca le faltaron arcanos. Como el de Baggio. “Su fútbol tiene misterio: las piernas piensan por su cuenta, el pie dispara solo, los ojos ven los goles antes de que ocurran”.
Y para gigantes futbolísticos de cuerpos recortados, Maradona y Messi. El Pelusa, “en el frígido fútbol de fin de siglo XX, que exige ganar y prohíbe gozar, es de los pocos que demuestra que la fantasía puede ser eficaz”. Ocurre que el Diego “jugó, venció, meó y perdió”. Lo de Messi en los dedos de Galeano tuvo que esperar. Hubiera merecido una edición única de Su Majestad el Fútbol (1968), pero el escritor uruguayo cerró su segundo gran partido literario en 1995. Y lo hizo así: “Escribiendo iba a hacer con las manos lo que nunca iba a ser capaz de hacer con los pies, yo no tenía más remedio que pedir a las palabras lo que la pelota, tan deseada, me había negado. De ese desafío, y de esa necesidad de expiación, ha nacido este libro (…) No sé si es lo que ha querido ser, pero ha llegado a su última página. Y yo me quedo con esa melancolía irremediable que todos sentimos después del amor y al fin del partido”. Se llamó El Fútbol a Sol y Sombra. Un incunable, goles en verso.
Muere el escritor uruguayo Eduardo Galeano a los 74 años
Las frases de Eduardo Galeano
FOTOGALERÍA Eduardo Galeano, en imágenes
Galeano, político hasta el final
Quedaba uno suelto. El de Messi, el último gran asombro para el mayor trovador del fútbol. Galeano, en una entrevista con el diario La Nación, defendió su tesis de la messiología: “Inventé una teoría, que se la hice llegar a él a través del director técnico de la selección: así como Maradona llevaba la pelota atada al pie, Messi lleva la pelota dentro del pie. Lo cual es un fenómeno físico. Inverosímil. La frase le llegó. Y se ve que le gustó, porque me mandó una camiseta de regalo. Científicamente es imposible, ¡pero es verdad!”.
Palabra de quien aprendió de Juan Carlos Onetti que las “únicas palabras que merecen existir son las que mejoran el silencio”. Lástima que el fútbol no haya guardado el suyo, un minuto silencioso por su mejor juglar, un coplista único del balón impreso.
Y perdone, maestro, que le haya tomado las palabras.