Los dos tenían el mismo objetivo: la permanencia. Los dos soñaban con lo mismo: Europa. El empate no le sirvió a ninguno. Con la salvación en el bolsillo, el Espanyol y el Rayo, que pelaban por la séptima plaza que da el visado para la Europa League (siempre y cuando el Barcelona se quede con la Copa del Rey), firmaron tablas en un partido ciclotímico, que empezó divertido, se convirtió en un tostonazo y terminó intenso. La sorpresa: los goleadores, Insúa y Héctor Moreno se estrenan en la red en esta temporada, para cerrar un empate con sabor a nada.
La clasificación invitaba al Espanyol a buscar el partido. Hace tiempo que la palabra Europa parece una quimera en boca del cuadro blanquiazul. Sin embargo, con el descenso en el olvido y con la séptima plaza a tiro, los muchachos de Sergio González buscaban derrotar al derrotismo de los últimos cursos, cuando se desinflaban en cada recta final de la Liga. Los puntos, en cambio, no mutan el libreto del cuadro de Paco Jémez. Siempre valiente, lo mismo le da que lo apriete el descenso o se le invite a soñar con los puestos de Europa. Sin embargo, ni una cosa ni la otra. La osadía del Espanyol duró un cuarto de hora y la alegría del Rayo no llegó de visita a Cornellà.
Acostumbrado a esperar agrupado en su campo, el Espanyol dio un paso adelante. Elevó la línea de presión y se plantó bien cerca de la zaga del Rayo. La idea clara: que los chicos de Jémez no respiren con el balón. Funcionó el plan inicial. Hasta el minuto 12, cuando la hinchada blanquiazul terminó con su huelga de cantos (en reproche contra los Mossos d´Esquadra y la seguridad del club porque la semana en el derbi le cerraron los cuartos donde guardan sus pertenencias), el cuadro de Sergio González contó cuatro situaciones claras de gol frente a la portería de Toño.
Se desinfló el Espanyol y el Rayo empezó a dominar en cuero. Siempre había una camiseta más del equipo de Paco Jémez en la medular. Y en la primera que el equipo visitante se plantó frente a Casilla, Insúa abrió el tablero. Media hora de juego y ya había pasado todo lo mejor. Porque, a partir de entonces, el partido entró en un embrollo de impresiones, de juego somnoliento y protestas, que solo despertó a falta de quince minutos, cuando el Espanyol, con más gallardía que fútbol, acorralo al cuadro madrileño.
La receta blanquiazul: centros a la olla. Desparecido Sergio García no tiene más argumentos el Espanyol. En uno de esos bombazos al área, Héctor Moreno buscó a Stuani, pero el uruguayo no conectó el centro y el cuero se coló en la portería de Toño. 1-1. Basta. Un empate. Dos goleadores inéditos. Y nada más.