A Luis Enrique le cuesta utilizar la palabra rotaciones. En cambio, el entrenador del Barcelona, dice que prefiere alinear al mejor once de acuerdo a las coyunturas de cada partido (adaptarse al rival). Así el técnico asturiano tardó 29 jornadas en calcar un equipo. Los mismos jugadores que derrotaron al Atlético en el Camp Nou (3-1), saltaron al campo siete días después en Riazor (0-4). Así también el preparador azulgrana repite sus fórmulas. Frente al Rayo (tanto en la ida como en la vuelta), para contrarrestar el control en la medular del cuadro de Paco Jémez, el Barça acudió a la vieja receta con Xavi e Iniesta. Sergi Roberto jugó los dos partidos contra el Eibar. Y cuando llegó el turno del Valencia, Luis Enrique dio carrete a la pareja: Mascherano-Busquets.
El Tata Martino, la temporada pasada, ya había experimentado con un intento de doble pivote: Song de interior y Busquets de pivote frente a la Real Sociedad en Anoeta. El resultado: 3-1. Mala prueba. “En principio no utilizo el doble pivote, es algo que no he hecho nunca como entrenador. Nuestro sistema se entiende más con un pivote único”, advirtió Luis Enrique el 8 de noviembre. Aunque días más tarde, en Mestalla, el Barça saltó al campo con Mascherano y Busquets. El Jefecito de 5 (según la tradición de números en argentina) y a su derecha el de Badia de 6. Más músculo que control en la mitad del campo para contrarrestar las transiciones del Valencia.
No es mi posición natural, pero me adapto sin problemas a lo que pida el entrenador”
Sergio Busquets
Si los azulgrana volvieron de Mestalla con los tres puntos bajo el brazo fue gracias a Busquets. El pivote (interior en Valencia) marcó el gol del triunfo en el último suspiro, a la salida de un córner. Y como de visitante liquidó el marcador, en su casa colaboró para abrir el marcador. Busquets profundizó el balón para la conducción en carrera de Messi, que terminó en el gol de Luis Suárez. Aunque trascendente en el juego, el campeón del Mundo con España no le termina de coger el gusto a su “nueva función”. “No es mi posición natural, pero me adapto sin problemas a lo que pida el entrenador”, aseguró el catalán tras el partido frente a la escuadra de Nuno.
Pero aunque Busquets se adapta sin problemas a lo que le pide Luis Enrique, el equipo sufre. El Barça finalizó el partido contra el Valencia con 18 faltas cometidas, casi el doble de su media de infracciones en la Liga (9,7). Y en el primer acto el conjunto azulgrana cambió 18 perdidas de balones por 20 recuperaciones. Todo cambio en la segunda parte. El asturiano rectificó su plan inicial y mandó a Rakitic al campo, Busquets paso a jugar de pivote y Mascherano volvió a la cueva junto a Piqué. El enroque trajo consecuencias: el Barça recuperó 33 pelotas y perdió 12 en la segunda mitad.
Es imposible sustituir a Busi porque es un centrocampista hecho para este equipo”
Javier Mascherano
Cada vez que puede Luis Enrique elogia a Mascherano y en el verano le prometieron que iba a jugar más pivote (como a él le gusta y como lo hace en la selección argentina). Aunque el 14 tiene claro que ese puesto ya tiene dueño. “Es imposible sustituirle porque es un centrocampista hecho para este equipo. Mantiene mucho más la posición que yo y tiene más fluidez. Yo estoy más pendiente de las ayudas, soy más físico”, explica el Jefecito. “Pero”, añade; “también podemos jugar juntos en algún pasaje de los partidos”. Como pasa cada vez que el Barça se enfrenta al Valencia. Por ahora un fórmula sin resultado para el resultadismo de Luis Enrique.
Asegura la leyenda que un día, todavía en tiempos de Pep Guardiola, entonces entrenador del Barcelona, le preguntaron a Leo Messi, “¿Cómo véis al equipo?”. Y el jugador, abrumado por la precaria situación del equipo, respondió: “Pídanselo al técnico, que tiene la solución, o así se lo oí decir. Al parecer se levanta muy pronto por la mañana y acude a un cuarto oscuro y allí encuentra la respuesta a cualquier problema”.
Messi nunca habló mal de Guardiola y el técnico siempre dispuso al equipo para que triunfara el 10 del Barça, como quedó constatado en la vigilia del clásico del 2-6 cuando el entrenador convenció al futbolista para que jugara de falso 9. La relación de ambos quedó tocada en 2012 después de la derrota en la Liga con el Madrid y la eliminación en la Champions con el Chelsea.
El delantero ya no solo ejerce de goleador, sino que funciona como futbolista total
No encontró respuesta Guardiola, que se impuso un año sabático, y Messi se entregó a Tito Vilanova. La muerte del técnico y una seria lesión provocaron la dimisión del futbolista, especialmente manifiesta con Tata Martino, hasta que despertó su alma competitiva en la entrega del tercer Balón de Oro para Cristiano Ronaldo. El portugués afirmó su propósito de igualar a cuatro con Messi. Aquel día el argentino se juró que competiría por ganar el quinto, circunstancia que pasaba porque el Barcelona montara un equipo capaz de recuperar el trono de la Liga y competir por recuperar el título de la Champions.
Y el Barça dejó de ser un equipo de autor, entregado a Guardiola, y se convirtió en el equipo de Messi sin desmerecer la figura del entrenador, Luis Enrique. El técnico asturiano, una figura intervencionista, topó con la figura del equipo, que cree merecer un trato aparte, cosa que pasa por disputar todos los partidos, no ser sustituido y mucho menos cambiado, incluso en periodos vacacionales como el de Navidad.
Luis Enrique no alineó a Messi en Anoeta y se armó la marimorena en el Camp Nou. El futbolista declaró la guerra y el entrenador tuvo que tragar quina, sobre todo cuando trascendió que en un entrenamiento ambos se tiraron los trastos a la cabeza. Al parecer el mister ejercía de árbitro, cosa nunca vista en un entrenador, que acostumbra a delegar en su segundo en los partidillos de los jugadores, siempre proclives a reyertas, y la figura del equipo le desafió por una falta no cobrada, conflicto que provocó el enfrentamiento abierto entre Luis Enrique y Messi. La mediación de Xavi evitó que la cosa fuera a mayores y el técnico desistió de expedientar al 10 por su desafío posterior a la visita a Anoeta.
El protagonismo del 10 ha aumentado con la permisividad y complicidad del técnico
El conflicto no pasó a mayores sino que cada uno asumió su responsabilidad, coincidentes en la necesidad de que el equipo recupere la ambición de ganar cuantos títulos estuvieran en litigio. No se discute hoy la importancia del entrenador ni de Messi. La prueba más evidente de la implicación del argentino es su actuación contra el Valencia. Messi ejerció de futbolista total por su implicación en el juego y en el resultado: 2-0. Marcó el segundo gol, el número 400 de su cuenta, remató previamente a la cruceta en un libre directo, asistió a Luis Suárez en el 1-0, y se convirtió en el futbolista referencial del Barcelona. El rosarino ejerció de cacique de acuerdo a la liturgia argentina, la misma que señala a los futbolistas que marcan las pautas del encuentro, normalmente desde el puesto de 5. Messi auxilió a la defensa para sacar la pelota ante la presión del Valencia, ayudó a combinar a los medios en situaciones de inferioridad numérica y fue determinante como delantero, asociado a Suárez y Messi o como punto final, aspecto que quedó claro en el 2-0.
El 10 fue un jugador universal en un partido difícil para el Barça. Asumió la responsabilidad que le tocaba desde su litigio con Luis Enrique. Jugó como nunca, compitió como no se le había visto, se desplegó por los sectores del campo, ejerció como el líder con la complicidad del técnico. Los dos se necesitan sin ser cómplices, sabedores de que el fin justifica los medios: hay que ganar y después ya discutirán sobre el botín.