No fue la carrera esperada por todos. No apretó el calor en Jerez, aunque sí lo hizo una afición que se encontró con el espectáculo justo porque Jorge Lorenzo protagonizó un fin de semana perfecto. Tanto que despejó todos los misterios con una pole que reventó el récord del trazado andaluz, liderando la carrera desde la primera vuelta –posición que ni abandonó ni vio peligrar– y aumentando los segundos de ventaja giro a giro. Su precisión de cirujano no encontró rival, pero contribuyó a ajustar más un Mundial ya de por sí abierto: Lorenzo vuelve a meterse en la pugna por el título junto a Rossi, Dovizioso y Márquez. Nada de monólogos, este año MotoGP es una actuación coral que se aprieta carrera a carrera.
Si retrocedemos un año y viajamos en el tiempo hasta la carrera de Jerez de la temporada pasada, el Mundial sólo había conocido un ganador: Marc Márquez. El actual campeón había firmado cuatro victorias que le servirían para protagonizar un arranque al alcance de muy pocos. Aquel abrumador dominio ha dado paso a la variedad: Rossi –en Qatar y Argentina–, el propio Marc en Austin y Lorenzo este fin de semana han subido a lo más alto del podio en las cuatro primeras citas del calendario. Valentino ha presentado su candidatura avalado por la segunda juventud que vive sobre la Yamaha, al actual campeón no se le puede descartar a pesar de los errores cometidos hasta el momento y los tres segundos puestos de Dovizioso (Qatar, Austin y Argentina) le han servido para meterse en la pomada.
Jorge Lorenzo en el podio de Jerez (Reuters).
Si las cosas ya estaban apretadas y el título más abierto que nunca, apareció Jorge Lorenzo para dar más emoción al Mundial e incrementar la tensión. Bien es cierto que la carrera no levantó a los aficionados de sus asientos, pero sirvió para que el piloto de Yamaha dé un paso de gigante y recuerde a su compañero de box, a Márquez y a Dovizioso que, como recordó Ramón Forcada –su jefe de mecánicos–, al mallorquín no se le ha olvidado ir en moto. Al eterno Valentino, al talentoso Márquez y a la renacida Ducati de Dovizioso se une el instinto de Lorenzo. Cuando Jorge dejó de pensar en cómo lo harían sus rivales pudo pilotar como él sabe para, precisamente, unirse a ellos en la batalla.
Por suerte, el título se va a vender caro al mejor postor. Si el Mundial sigue el camino recorrido hasta el momento, todo apunta que estos serán los cuatro nombres a tener en cuenta: Valentino, Andrea, Jorge y Marc. Un cuarteto que se mueve en un pañuelo de 26 puntos, la diferencia que Rossi (82) saca a Márquez (56) actualmente. El líder tiene una ventaja de 15 puntos sobre su compatriota, la distancia más larga puesto que Dovizioso (67) ha visto cómo Lorenzo (62) se ha situado a cinco puntos y este siente el aliento de un Marc que está a seis puntos. La primera victoria del mallorquín esta temporada le ha hecho irrumpir a golpe de martillo, algo que él maneja como nadie, sin las excusas que ya se le estaban acabando como aquel casco defectuoso, la bronquitis o el no saber gestionar los neumáticos extraduros que llevaron a Rossi al podio en Termas de Río Hondo.
Jorge Lorenzo (Yamaha).
“He sacado provecho de mi talento”. Con una sonrisa dibujada en el rostro, Jorge Lorenzo hablaba en el podio después de la entrega de trofeos. La satisfacción que se evidenciaba en su rostro había desplazado por completo a la preocupación que reinaba en su box; acababa de recibir la mejor inyección para una moral que no atravesaba su mejor momento. Y es que a pesar de que la M1 había mejorado y de que Lorenzo se había machacado hasta la saciedad para que el físico no le jugara una mala pasada, las dudas seguían ahí. Tres carreras y ni rastro de Jorge en el podio. En Yamaha tiraban balones fuera recordando que al mallorquín no se le había olvidado pilotar. Evidentemente tampoco había perdido su talento, sólo tenía que exprimirlo: “Si me llegan a decir que iba a dominar todos los entrenamientos y a ganar la carrera, no me lo hubiera creído después de los primeros grandes premios”.
Lo único que tenía que hacer era recuperar frescura y soltura. Nada más. Suena tan fácil que es ahí, precisamente, donde reside la complejidad que Jorge Lorenzo ha sabido resolver, por fin, en Jerez. Cuatro años después de su última victoria en el trazado andaluz y siete meses después de su último triunfo (Motegi), el mallorquín decidió subirse a la M1 y dejar que su parte irracional gobernara. Y acertó de lleno. Lorenzo pensó menos sobre la moto, no gastó tiempo en analizar cómo lo harían sus rivales si estuvieran dentro de su mono, tampoco se paró a desmenuzar cada detalle o cómo y dónde podría mejorar su pilotaje. Simplemente, manejó la Yamaha como siempre: con la constancia y la precisión del martillo que usaba su padre en el taller de motos y la suavidad y la limpieza con la que su madre extendía la mantequilla en las tostadas de su desayuno. Martillo y mantequilla, Lorenzo en estado puro.