La Juve apostó por jugar en el desfiladero ante el Mónaco, y le salió bien. El empate sin goles dio el pasaporte a los italianos tras 12 años en el limbo europeo. Es el retorno de un histórico que hace bastante poco se quemó en el infierno de segunda por asuntos bastante turbios. Dominadora absoluta en el campeonato italiano, a esta Juventus le faltaba dar un salto y mirarse a la cara con los grandes del continente. Y vaya si lo hará. Ahora esperan Barcelona, Bayern y Madrid, los tres gigantes del fútbol.
Un gol, un penalti. Eso fue todo lo que la vechia signora necesitó para despachar al Mónaco, el invitado inesperado en el baile de cuartos de final, pero que vendió muy caro su pellejo. Nadie como los italianos para rentabilizar un tanto, que para más inri llegó tras un error arbitral hace una semana en Turín. Pero esa diana fue una losa para los monegascos, que salieron obligados a atacar.
El balón era de los locales y solo se jugaba en campo visitante, aunque la Juve no parecía muy incómoda. Muy ordenada, con los tres centrales atrás barriendo cualquier internada de Eduardo Silva o Ferreira-Carrasco, solo concedía disparos lejanos a Kondogbia o centros laterales bastante improductivos. Las continuas faltas de los italianos para cortar el ritmo espesaron el partido y aturdieron a los jugadores del Mónaco. Los juventinos solo se estiraban para meter algo de miedo con algunas contras conducidas por Tévez o Morata.
Para el Mónaco era todo o nada. Había que marcar y tras el descanso los de Jardim salieron con una intensidad no vista en la eliminatoria. Presión muy arriba para arrinconar al rival e inquietar un par de veces a Buffon. Fue el peor rato para la Juventus, los únicos 15 minutos que pensó que la eliminatoria se le podía ir, pese a las apreturas del resultado. Pero Pirlo mandó parar. El eterno mediocentro cogió la bola, no mucho, lo justo para que su equipo respirase, contase hasta 10 y se serenase. Ahí se acabó todo. El campeón italiano volvió a la comodidad en defensa y fue un muro insalvable para el Mónaco. Incluso Pirlo mandó al balón para que besase la escuadra en un magistral libre directo.