Hace cinco meses, el vestuario del Barcelona estalló por los aires. Messi se quedó de inicio en el frío y húmedo banquillo de Anoeta, el equipo azulgrana cayó derrotado y una guerra interna que estaba germinando desde hacía tiempo vio la luz: Luis Enrique vs Messi. En aquellos complicados momentos, la figura del entrenador asturiano quedó muy dañada, con el argentino como ganador de la batalla a ojos de la opinión pública y del club. La institución azulgrana le dejó claro al técnico lo que había, que Leo era intocable. Poco a poco, y a golpe de resultados, el entrenador azulgrana fue cogiendo aire hasta llegar a este punto, con un Barcelona cada vez más cerca de soñar con el triplete. La silenciosa venganza de Luis Enrique firmó ante el Bayern, hasta el momento, su mejor capítulo.
La afición del Camp Nou, con Pep Guardiola en el banquillo rival, elevó la voz como hasta ahora no lo había hecho para ensalzar la figura de su entrenador. El nombre de Luis Enrique fue coreado con fuerza desde la grada del estadio barcelonista, para dejar claro que ahora mismo es su líder, el que está guiando al equipo hacia lo puede ser una temporada redonda cuando nadie lo esperaba en el mes de enero. El técnico ha tragado mucho a lo largo de este ejercicio que se torció en un momento y que se enderezó cuando la convivencia con Messi se normalizó. Sin ser amigos, entendieron que el bien común mandaba.
Con una complicada relación con los medios de comunicación, muchas ruedas de prensa han estado cargadas de tensión. Se le ha preguntado una y mil veces por su futuro, sobre si continuará entrenando al equipo la temporada que viene, y él siempre viene a decir lo mismo: “Lo que me interesa es el futuro más inmediato del equipo”. Así ha sido siempre. Con elecciones a la presidencia a la vista, nadie puede asegurar que el asturiano siga en su puesto el próximo ejercicio. Luis Enrique respira hondo y no se mete en esta materia porque su único objetivo, dice, “es sumar títulos”. Y está cerca de cruzar hasta tres líneas de meta…
“Hoy mi relación es buena, no tengo ningún problema con el míster”, dijo el pasado martes Messi, un día antes de que Barcelona y Bayern se vieran las caras en el Camp Nou. Técnico y futbolista han sabido encontrar un punto de encuentro en el que el gran beneficiado está siendo un Barcelona embalado. “Mi relación es normal, buena, como la del resto de compañeros”, añadió el genial atacante con tranquilidad. Con la mirada relajada, Leo quiso despejar las dudas que pudiera haber ahora que el equipo está en la recta final de la temporada. Por ahora reman juntos y con fuerza. En el futuro ya se verá si sus caminos se separan…
Luis Enrique da instrucciones durante el Barcelona-Bayern (EFE)
Sus relaciones con la dirigencia no ayudaron a que la temporada se desarrollara como esperaba cuando aterrizó en Barcelona. Cuando su duelo con Messi quedó a la vista de todo el mundo, Josep María Bartomeu le dejó claro que en este Barcelona jugaban Leo y diez más, como ya informó en su momento este periódico. Desde entonces, así ha sido, como también que el argentino ha cumplido unos meses fantásticos, coronados -a falta de partidos más importantes- ante el Bayern de Múnich con un genial doblete. “No contemplamos la temporada que viene sin Luis Enrique”, dijo hace poco el presidente, que más de una vez ha recibido un puyazo por parte del técnico.
“Messi es único e irrepetible”, exclamaba Iniesta, mientras Bartomeu decía convencido que “es el mejor de todos los tiempos”. Y Luis Enrique, su gran enemigo en su momento, afirmaba que “Messi te sorprende cada día, pero me quedo con todo el equipo”, para poner cierta distancia con el aluvión de adjetivos que llenaron redes y medios para calificar a la estrella de Rosario. Pero obviamente, tuvo que añadir alguna frase más porque la ocasión lo merecía, añadiendo que “la vida es más fácil con Messi. Es un placer verlo cada día, es un futbolista de otra dimensión”.
Y es que un día más el apellido Messi se convirtió en cuestión de minutos en trendic topic. Con sus dos goles marcados al Bayern, Leo pasa a convertirse en el máximo goleador histórico de la Champions League con un total de 77, superando en un gol a Cristiano Ronaldo y en seis a Raúl. En la presente edición, el atacante barcelonista es el máximo goleador del torneo con 10 goles, quedando por detrás con 9 Cristiano Ronaldo y Luiz Adriano. En la presente temporada, Messi suma un total de 53 goles entre todas las competiciones, añadiendo a su hoja de servicios 25 asistencias de gol.
Pues sí. Pep Guardiola tenía razón. “Si Messi está como intuyo que está no hay defensa que pueda pararle, es imposible”, resumió en la previa. Y así fue. Y el técnico lo sabía, lo intuía, pero no pudo hacer nada para parar a la bestia, al genio, al enorme jugador que es Leo Messi. La vuelta del maestro, del ‘mito’ Pep Guardiola como le llaman muchos en Barcelona, no pudo ser más agria. Sus amigos ya avisaban en los días previos que, más que las bajas, lo que le preocupaba de verdad era el argentino y la certeza absoluta de que poco podría hacer ante su talento. Ya temía que, al estilo Frankenstein, la criatura que él creó con un balón delante no conoce ni a su padre.
No fue noche de nostalgias, melancolías ni homenajes para Guardiola. Él tampoco se prestó a ello. Salió el último al césped al comienzo y tras el descanso, evitando así una posible ovación, pero también encontrarse en el túnel de vestuarios a sus exjugadores. Sí se vio a Thiago y a Pepe Reina abrazarse con Xavi, Alba, Busquets e Iniesta, pero Pep se quedó en el vestuario hasta el último momento y no se cruzó con nadie. Antes de que comenzara el partido, con todos los futbolistas ya sobre el césped, subió rápido los últimos escalones de acceso al campo y se sentó en el banquillo visitante que le correspondía. Fue Luis Enrique el que fue a buscarle. Se abrazaron y, venga, al lío. Comenzó luego el partido tan eléctrico que no hubo más oportunidad para recordar el pasado, ni una sola vez se coreó su nombre en el estadio que tanto le ha adorado y añorado en muchos momentos.
No paró quieto Guardiola durante todo el partido, como en él suele ser habitual. El entrenador es un tipo nervioso hasta el extremo que vive los partidos con tanta intensidad en el banquillo como cuando era jugador y vomitaba antes de los encuentros. Sólo se sentó, ya derrotado, cuando Neymar marcó el tercero en el minuto 90’. Se dio la vuelta, apretó los dientes y se tiró en el moderno sillón del banquillo. Pep tardó luego una eternidad en salir del vestuario, casi una hora, y atender a los medios de comunicación. Afónico y fastidiado se rindió a la evidencia: “¿Messi? Lo único que se puede hacer con esta clase de jugadores es que participen lo menos posible porque cuando lo hacen no hay nada que hacer”.
Durante los cuatro años que dirigió al Barça declaró en un buen puñado de ocasiones que su único mérito era que le habían elegido a él para el puesto y no a otro y expresó su admiración hacia los futbolistas. Muchos le afearon la falsa modestia y, evidentemente, gran parte de la ‘culpa’ era suya, pero Messi se escapa a cualquier táctica o jaula. “Es duro”, admitió anoche el entrenador, “pero estoy muy orgulloso de mis jugadores y hemos llegado hasta aquí, no tengo ningún reproche. Felicito de corazón al Barcelona. Nos vemos la semana que viene en Múnich”, concluyó. Con el disgustazo por el 3-0 no estuvo Guardiola tan certero en la utilización de las palabras como en la previa, cuando vaticinó con una de esas frases redondas suyas: “El talento no se defiende”.
No hubo ni rastro de melancolía en el Camp Nou y sí una enorme explosión de júbilo por el fabuloso resultado. Mira si no era noche para homenajes, ni nostalgias, que ayer un mito como Xavi disputó sus últimos nueve minutos con la camiseta del Barça en Champions en el Camp Nou y todos los focos sólo se centraron en Messi.
En España no hay un derbi con más cicatrices que el de la Ciudad Condal. Se acumulan en la historia de Liga 50 tarjetas rojas, 23 para el Barcelona y 27 para el Espanyol. Una sangría. Ayer Mateu Lahoz expulsó a Jordi Alba, en el minuto 55, y al final a Héctor Moreno, uno por equipo; a los dos futbolistas por doble tarjeta amarilla, a los dos “por protestar una decisión mía” según consta en el acta del árbitro de colegio valenciano Mateu Lahoz. “Quería ser protagonista y lo ha conseguido”, definió Sergio Busquets al final del partido, al ser preguntado por la actuación del colegiado.
Jordi Alba salió del campo indignado y se le pidió su versión al abandonar el Power8. “o, versión no hay. Hay lo que ha pasado y me han dicho que se ve muy claro en la tele. Entiendo que me saque la primera tarjeta, porque protesto y es córner, no tengo razón, además. Pero, ¿la segunda? Solo le digo ‘siempre a mí’, nada más. No he dicho nada más”. E insistió desesperado: “Solo he dicho: ‘Siempre igual, siempre a mí’”, dijo el lateral barcelonista.
Visiblemente molesto, insistió: “Eso no es un motivo de expulsión. Llevo varios partidos que siempre que le habló bien, con educación y respeto, salta a la primera. Para otro partido sé cómo actuar, la culpa es mía”, se lamentó. Alba es el tercer jugador del Barcelona que sale expulsado en un partido de Liga esta temporada, después de Mascherano ante el Elche y Dani Alves contra el Rayo Vallecano.
Da igual, el error es mío. Lo importante es que hemos ganado con un hombre menos. Agradezco el esfuerzo a los compañeros”
Jordi Alba
Informado de las declaraciones de Busquets, Alba no quiso entrar en valoraciones. “Me guardo la opinión. Lo que sé es que no había razón para la expulsión, no le he faltado al respeto. Reconozco que soy un jugador de temperamento fuerte y a veces me equivoco, pero ¿hoy? ¡Para nada!”. Lamentó que no sea la primera vez que tiene problemas con Mateu, pero no entró en detalles. “Da igual, el error es mío. No pasa nada. Lo importante es que hemos ganado con un hombre menos y agradezco a los compañeros su esfuerzo. Por culpa mía no hemos podido mantener el ritmo”, dijo. Lahoz ya le amonestó esta misma temporada por idéntico motivo —“protestar una decisión mía”— el 22 de marzo en el partido disputado en el Camp Nou ante el Real Madrid.
“No estoy aquí para juzgar árbitros”, dijo Luis Enrique, que se tomó a broma la expulsión de Alba, cuando se le preguntó si estaba disgustado con la actitud de su jugador. “Me ha dicho que solo le dijo ‘siempre a mí’ a Mateu y eso, a no ser que sea el título de una película de terror, no es expulsión”, ironizó el asturiano.
El colegiado, en el redactado del acta, también recoge el lanzamiento desde la grada de un palo de aluminio de “al menos un metro de largo” que no llegó a impactar con nadie. Igualmente, y según desveló Quique Iglesias, de la Cadena COPE, el árbitro pidió perdón a alguno de los jugadores del Espanyol tras reconocerles que se había equivocado al conceder el segundo gol del Barça, en el que Luis Suárez estaba en fuera de juego al recibir el pase de Iniesta.
Hay futbolistas que escriben su historia en un libro aparte. Conquistado el juego, rendida la afición, parecen saltar al césped dispuestos a atrapar registros. El 18 de agosto de 1998, Xavi Hernández (Terrassa, 1980) se estrenó en un partido oficial con la camiseta del Barcelona. Nadie en el fútbol actual ha abierto tanto sus vitrinas (25 copas, tres con la selección española). Nadie ha disputado más encuentros con el Barça (755). Y, desde el miércoles, nadie se ha visitado tantos campos en Europa. Leyenda entre leyendas, frente al PSG el capitán del Barça sumó su partido 169 en competiciones europeas. En el retrovisor quedaron Maldini (168), Seedorf (161), Zanetti (160) y Raúl (158). Récords al margen, los partidos no oxidan su fútbol.
En el verano Xavi se tapó los oídos frente a las suculentas ofertas del fútbol catarí y de la MLS de Estados Unidos. Sabía, en cualquier caso, que la recompensa no pagaría con minutos en el Camp Nou. “Si te quedas, para mí perfecto; pero si no te pongo, no me toques las pelotas”, le advirtió Luis Enrique. Así sucedió. La temporada pasada Xavi participó en el 85% de los minutos disputados por el Barça. En este curso, con el asturiano en el banquillo, el 6 vio cómo su participación se adelgazaba hasta un 40%. No le importó. No se recuerda ninguna cara larga del campeón del mundo ni al entrenador ni a los compañeros. A sus 35 años tiene claro su rol.
“Xavi siempre nos aporta grandes cosas. No es una novedad. Es lo de siempre”, elogió Luis Enrique al interior de Terrassa, tras la victoria azulgrana en el Parque de los Príncipes. Al centrocampista no se le gastó su tiza en el último pase: suma ocho asistencias esta temporada. Una cada cuatro partidos, cifras, incluso, superiores a las de la temporada pasada (cuando promedio 0,12 pases de gol), pero estadísticas calcadas al último curso de Guardiola en el banquillo del Barcelona.
Desde que Luis Enrique cogió las riendas del Barcelona, el juego azulgrana cambia de piel. A veces, punzantes en ataque; otras, pacientes con el balón. Y aunque Xavi se contamina con el vértigo de sus compañeros (da un 30% menos de pases que, por ejemplo, cuando Tito Vilanova era el técnico del Barça), no pierde su acierto: 93% de eficacia. Ocurre, en cualquier caso, que cuando el técnico asturiano quiere guardar el cuero, encuentra siempre el mismo nombre para la misma pregunta: Xavi. Revulsivo con pausa, el capitán saltó desde el banquillo en 17 de los 32 partidos que ha disputado en esta temporada.
Cuando los encuentros se le alocan al Barcelona, la cabeza de Xavi devuelve la sensatez al fútbol. Pasó en Vigo (0-1), pero la fórmula no funcionó en Nervión (2-2). Sin embargo, la receta volvió a tener éxito en el Parque de los Príncipes. Cuando Blanc mandó al campo a Lucas Moura en lugar de Rabiot, el partido dio lugar a una vorágine que no ayudaba a los intereses del Barça. Pero, toda vez que el campeón del mundo con España cogió el timón, el cuadro de Luis Enrique cocinó el partido que se le extravió en el Sánchez Pizjuán.
Aunque pasó de jugar el 85% de minutosal 40%, su presencia resulta determinante
Xavi tiene un imán con la pelota y su presencia funciona de analgésico a la asidua (en esta temporada) desesperación del Barcelona. Tranquilidad para Luis Enrique y también para Leo Messi. El argentino descansa en el catalán. El 6 es un manto de seguridad que arropa al juego del 10. En los 37 minutos en el campo de Xavi frente al PSG, Messi le cedió el cuero en 12 ocasiones, sólo superado por Busquets (jugó todo el partido) al que le pasó la pelota 16 veces.
Ya no esconde Luis Enrique su equipo de gala; sin embargo, con Iniesta en la enfermería — sufre una fuerte contusión en la articulación sacroilíaca—, Xavi está disponible para entrar en el once frente al Valencia. El sábado el Barça defiende su liderato en su casa y el presente del interior no olvida su pasado. Un poco de Xavi es mucho, y tiene ventaja sobre Rafinha y Sergi Roberto para relevar a Iniesta. Quizá son las últimas pinceladas del fútbol de Xavi con la camiseta azulgrana. Nostalgia anticipada en el Camp Nou, que se empieza a despedir de su hombre récord.
A Luis Enrique le cuesta utilizar la palabra rotaciones. En cambio, el entrenador del Barcelona, dice que prefiere alinear al mejor once de acuerdo a las coyunturas de cada partido (adaptarse al rival). Así el técnico asturiano tardó 29 jornadas en calcar un equipo. Los mismos jugadores que derrotaron al Atlético en el Camp Nou (3-1), saltaron al campo siete días después en Riazor (0-4). Así también el preparador azulgrana repite sus fórmulas. Frente al Rayo (tanto en la ida como en la vuelta), para contrarrestar el control en la medular del cuadro de Paco Jémez, el Barça acudió a la vieja receta con Xavi e Iniesta. Sergi Roberto jugó los dos partidos contra el Eibar. Y cuando llegó el turno del Valencia, Luis Enrique dio carrete a la pareja: Mascherano-Busquets.
El Tata Martino, la temporada pasada, ya había experimentado con un intento de doble pivote: Song de interior y Busquets de pivote frente a la Real Sociedad en Anoeta. El resultado: 3-1. Mala prueba. “En principio no utilizo el doble pivote, es algo que no he hecho nunca como entrenador. Nuestro sistema se entiende más con un pivote único”, advirtió Luis Enrique el 8 de noviembre. Aunque días más tarde, en Mestalla, el Barça saltó al campo con Mascherano y Busquets. El Jefecito de 5 (según la tradición de números en argentina) y a su derecha el de Badia de 6. Más músculo que control en la mitad del campo para contrarrestar las transiciones del Valencia.
No es mi posición natural, pero me adapto sin problemas a lo que pida el entrenador”
Sergio Busquets
Si los azulgrana volvieron de Mestalla con los tres puntos bajo el brazo fue gracias a Busquets. El pivote (interior en Valencia) marcó el gol del triunfo en el último suspiro, a la salida de un córner. Y como de visitante liquidó el marcador, en su casa colaboró para abrir el marcador. Busquets profundizó el balón para la conducción en carrera de Messi, que terminó en el gol de Luis Suárez. Aunque trascendente en el juego, el campeón del Mundo con España no le termina de coger el gusto a su “nueva función”. “No es mi posición natural, pero me adapto sin problemas a lo que pida el entrenador”, aseguró el catalán tras el partido frente a la escuadra de Nuno.
Pero aunque Busquets se adapta sin problemas a lo que le pide Luis Enrique, el equipo sufre. El Barça finalizó el partido contra el Valencia con 18 faltas cometidas, casi el doble de su media de infracciones en la Liga (9,7). Y en el primer acto el conjunto azulgrana cambió 18 perdidas de balones por 20 recuperaciones. Todo cambio en la segunda parte. El asturiano rectificó su plan inicial y mandó a Rakitic al campo, Busquets paso a jugar de pivote y Mascherano volvió a la cueva junto a Piqué. El enroque trajo consecuencias: el Barça recuperó 33 pelotas y perdió 12 en la segunda mitad.
Es imposible sustituir a Busi porque es un centrocampista hecho para este equipo”
Javier Mascherano
Cada vez que puede Luis Enrique elogia a Mascherano y en el verano le prometieron que iba a jugar más pivote (como a él le gusta y como lo hace en la selección argentina). Aunque el 14 tiene claro que ese puesto ya tiene dueño. “Es imposible sustituirle porque es un centrocampista hecho para este equipo. Mantiene mucho más la posición que yo y tiene más fluidez. Yo estoy más pendiente de las ayudas, soy más físico”, explica el Jefecito. “Pero”, añade; “también podemos jugar juntos en algún pasaje de los partidos”. Como pasa cada vez que el Barça se enfrenta al Valencia. Por ahora un fórmula sin resultado para el resultadismo de Luis Enrique.