“Han cambiado muchas cosas que hoy en día son difíciles de ver desde fuera. Cosas en las que nosotros creemos y que, poco a poco, vamos poniendo en práctica con vistas a sentar unas bases para el futuro. Hablo de la visión que tenemos sobre cómo tiene que funcionar un club como el Tottenham. Estamos compartiendo esa visión con el presidente, con el director deportivo y con toda la gente que trabaja aquí. Y por supuesto tratando de llegar a los jugadores, que siempre es lo más difícil, convencerlos e intentar llevar adelante una nueva filosofía”. En el discurso de Mauricio Pochettino rara vez se escapa la primera persona, menos aún cuando el tema que se trata es el sistema de trabajo, ese embrión metodológico sobre el que se asienta su forma de entender el fútbol, pero también la vida. Y en ambos casos, el proceso se apoya en el grupo, en la labor de equipo, en la colectividad.
Por eso, el técnico hispano-argentino del Tottenham abusa hasta la saciedad del plural cuando trata de explicar, rodeado de su inseparable guardia pretoriana, la fase en la que se encuentra el proceso iniciado el pasado verano en el espectacular centro deportivo de Enfield, posiblemente el mejor de todas las Islas Británicas (con permiso del recién estrenado por el Manchester City) y sin duda alguna en la vanguardia mundial de esta clase de instalaciones. Aunque por estas latitudes del norte de Londres no dejan aún de alucinar con la peculiar filosofía de trabajo que vienen implementando el preparador criollo y su staff técnico (Jesús Pérez, Miguel D’Agostino y Toni Jiménez), lo cierto es que esa especie de revolución pochettiniana no es una novedad en el campeonato más poderoso del planeta. Su año y medio en Southampton ya sirvió para dar a conocer una metodología en la que el ejercicio mental es tan importante, o más, que la labor de campo.
El Tottenham supera el ‘síndrome Bale’ con el infalible ‘método Pochettino’
«En fútbol todo es posible si tú crees. La única manera que no puede ser posible es si no crees en lo que haces. El cielo es el límite”, acostumbra a decir a sus jugadores el exentrenador del Espanyol en las exigentes sesiones de trabajo que diseña con mimo y esmero durante horas junto a sus hombres de confianza. Esa nueva forma de sentir y vivir el juego ha calado hondo en una plantilla cuyo autoestima se ha multiplicado por mil esta temporada al percibir que su generoso esfuerzo semanal ha llevado al Tottenham, pasito a pasito, partido a partido, hasta escalar al top five de la Premier, un coto que se antojaba poco accesible para las aspiraciones del cuadro de White Hart Lane desde la fuga de Luka Modric y, especialmente, de Gareth Bale, ambos al Real Madrid.
Como ya hiciera en Staplewood en la última temporada y media, el técnico de Murphy ha convertido el centro de entrenamiento de los Spurs en una especie de segunda casa para sus jugadores: a las nueve de la mañana se juntan todos para desayunar antes de iniciar una jornada de trabajo que a menudo abarca dos sesiones, con almuerzo y tiempo para el descanso entre ambas. No faltan nunca las palmaditas en la espalda, los abrazos o los choques de mano del boss con sus jugadores, que ya lo tienen por un hermano mayor.
Pero esa cercanía y buen rollo no implican la más mínima relajación cuando están en plena faena. Ahí el sudor y el esfuerzo son innegociables: “En pretemporada no lo pasamos nada bien. El míster nos sometió a dobles sesiones durísimas en las que nos hacía llegar al límite de nuestras fuerzas. Pero ese sufrimiento buscaba unos objetivos, que empezaron a verse en la segunda vuelta”, reconoce Harry Kane, la estrella emergente y la mayor aparición del balompié inglés en este último ejercicio.
No es casualidad que el Tottenham haya sido capaz de remontar hasta siete encuentros en los cinco minutos finales. No hay mejor ejemplo que el del último gran clásico londinense frente al Arsenal, su peor enemigo. El tanto inicial de Özil no alteró un ápice el libreto de los hombres de Pochettino, que poco a poco fueron desplegando velas hasta acogotar tanto física como mentalmente a los gunners en ese tramo decisivo.
A esa fortaleza física, desconocida hasta la fecha en una escuadra que solía ir de más a menos en tiempos pretéritos, hay que unir una disciplina casi espartana. Los Spurs se mueven sobre el manto verde al son del 1-4-2-3-1 con la simetría de un acordeón, todos a una, sin fisuras tácticas, presionando sin descanso al rival desde la cabeza de su propia área, con permanentes ayudas defensivas de los hombres de ataque (no resulta extraño ver a Kane o a Lamela recuperando balones en los dominios de Lloris) e incorporaciones en avalancha por las alas de Kyle Walker o Danny Rose, sus atrevidos laterales.
La decidida apuesta de Pochettino por la cantera sigue figurando a la cabeza de sus mandamientos futbolísticos. “Es algo que este cuerpo técnico lleva en su ADN”, confiesa sin acritud. Los hechos hablan por sí solos. Si en Southampton puso en escena a Luke Shaw, Calum Chambers, Harrison Reed, Jake Sinclair u Omar Rowe y promocionó a James Ward-Prowse, Jack Cork y Adam Lallana, ahora ha hecho lo propio con Harry Kane y Ryan Mason, amén de consolidar la presencia en el once titular de Nabil Bentaleb.
Convencido de que la edad es el más divino de los tesoros y de que una escuadra se perfila a partir del esfuerzo y el sacrificio, nunca desde el nombre ni el DNI, el estratega argentino está dispuesto a exprimir la academia de los Spurs con la misma eficiencia que hizo en Staplewood o en Sant Adrià de Besòs. Nadie en este país se lo agradece tanto como Roy Hodgson. El seleccionador inglés tiene un auténtico filón en Pochettino. Su atrevida visión del balompié lleva un par de años alimentando sus convocatorias.
Los últimos beneficiados han sido precisamente el segundo pichichi de la Premier (20 goles) y el citado Mason, un excepcional mediocentro de 23 primaveras que el Tottenham se había dedicado a ceder desde 2009 (pasó hasta por cinco equipos) a la espera de que su contrato expirara. Pero Pochettino y su grupo de trabajo atisbaron en su pierna derecha un maná que apenas precisaba de una puesta a punto tanto física como mental para acabar siendo el timonel de una escuadra en la que nadie puede presumir de ser titular indiscutible si no es capaz de demostrarlo en el día a día.
Capítulo aparte merece Harry Kane. El ariete más en forma del fútbol europeo (números sobre la mesa) en el primer trimestre de 2015 ha pasado en medio año de ser un corpulento bulto sospechoso en la plantilla del Tottenham a despertar el interés del mismísimo Real Madrid gracias a su ingente potencial ofensivo, su clase y sangre fría a la hora de definir, y a sus 30 dianas sumando todas las competiciones.
El centro delantero nacido en Chingford hace 21 años tiene muchísimo que agradecer a su nuevo técnico y mentor después de haberse pasado los años precedentes dando vueltas de aquí para allá (Leyton Orient, Millwall, Norwich City y Leicester City) sin que nadie fuera capaz de detectar bajo ese espectacular físico un talento indómito. Aunque fuera Tim Sherwood quien lo hiciera debutar en abril del pasado año con el primer equipo del Tottenham, nadie pone en duda en Gran Bretaña la decisiva ascendencia de Pochettino en ese Leviatán en que se ha transformado de la noche a la mañana el nuevo ídolo de White Hart Lane. El primero, el propio protagonista.
Harry Kene celebra un gol marcado al Arsenal (Reuters)
“Pochettino es el culpable de mi gran momento de forma. Tanto él como todo el cuerpo técnico creyeron desde el principio en mis cualidades y me han dado la confianza suficiente para desarrollarlas. Todo lo que he conseguido en estos meses se lo debo a ellos”. De momento, ya ha logrado que el club de sus amores le extienda cinco años su contrato con cifras astronómicas, dignas de la estrella en que va camino de convertirse.
Su entrenador, sin embargo, entiende que el mérito corresponde a SuperHarry en un 100%. “Todo lo que está logrando Kane es fruto de su esfuerzo. Nosotros sólo le damos las herramientas para que crezca, desarrolle su talento y luego tenga la posibilidad de poder jugar y mostrarse. Si lo ha hecho asiduamente es porque se lo ha ganado, no porque se lo regalamos nosotros”, insiste su míster, encantado de la vida por disponer de un centro de trabajo idóneo (con 20 terrenos de juego) para tratar de llevar a buen puerto esa visión que ilumina cada amanecer sus sueños. Después de alcanzar la final de la Copa de la Liga, el reto de pelear por la Premier y de hacerse un sitio en la Champions esperan ya para el próximo ejercicio.