El Lugo, acusado de no dejarse ganar en Girona: "Se rieron en mi puta cara"

Aunque sobraron algunos impresentables comportamientos, la Segunda División vivió un domingo de los que hacen afición. Sobre todo para los aficionados de equipos como el Sporting, que regresa Primera tras ganar 0-3 al Betis y empatar el Lugo en Girona en el minuto 91, o de Osasuna, que evitó el descenso a Segunda B con el 2-2 en Sabadell en el 90. «El Lugo estaba extramotivado. No entiendo nada. Siento que me han faltado el respeto. Se han reído en mi puta cara», declaró el goleador del Girona, Fran Sandaza, quien también hizo referencia a lo ocurrido en el Benito Villamarín: «No entiendo cómo el Sporting ha ganado 0-3 al Betis», señaló el exdelantero del Glasgow Rangers.  

Probablemente, tanto Sandaza como el resto de sus compañeros y su entrenador, Pablo Machín, a quien también se le calentó la boca contra el Lugo y el Betis, fueron víctimas de la impotencia de ver cómo el ascenso directo se les había escapado al ser incapaz de derrotar al equipo gallego. Sin embargo, lo que es evidente es que el Lugo hizo lo que tenía que hacer, aunque curiosamente fuera acusado de no dejarse ganar. 

El club catalán, en el que, por cierto, ha entrado como accionista el empresario y presidente del Mediapro Jaume Roures, aún tiene la opción de subir a Primera vía promoción, aunque lo sucedido este domingo ante el Lugo bien podría obligarle a jugar la promoción contra el Zaragoza a puerta cerrada, ya que el árbitro recogió en el acta que su auxiliar «fue alcanzado en el cuello por una botella de agua completamente llena, quien se encontraba completamente aturdido». Esta fue la razón por la que el murciano Sánchez Martínez, curiosamente el mismo que ya dirigió Las Palmas-Córdoba de la temporada pasada que terminó en escándalo, decidió retirarse al vestuario, aunque más tarde reculó y ordenó que se jugaran los últimos 40 segundos finales.  

El Lugo, acusado de no dejarse ganar en Girona: Se rieron en mi puta cara

El Girona iba ganando desde el minuto 44, vio el ascenso directo muy cerca, pero al final perdió la renta contra un equipo que no se jugaba nada. Los nervios se desataron cuando el árbitro anuló acertadamente el 2-1 en el 94. Llegó el botellazo al auxiliar y la mencionada suspensión. Media hora después, con los jugadores del Lugo prácticamente cambiados y su entrenador, Quique Setién, en rueda de prensa, el árbitro decidió que el partido se reiniciara con un bote neutral, ya casi sin público en la grada porque la mayoría de los aficionados se habían marchado. El resultado no cambió y todo se quedó como estaba.

Lo más triste llegó después, cuando el Lugo, además del cuarteto arbitral, tuvieron que esperar metidos en sus vestuarios hasta que los Mossos D`Esquadra les garantizaran su seguridad para abandonar Montilivi. Como dijo Quique Setién, lo más curioso es que lo mismo que el Girona recriminaba al Betis, que perdió 0-3 ante el Sporting, fue lo que no entendieron del Lugo. No fue hasta pasadas las diez de la noche cuando el autobús del equipo gallego pudo salir del estadio del Girona rumbo a Barcelona, entre los insultos de algunos aficionados del equipo catalán. Los árbitros lo hicieron unos minutos después.

Osasuna se salvó con un gol en el minuto 90

El Racing corrió una suerte similar a la del Girona, aunque su caso es mucho peor, pues descendió en el último suspiro a Segunda B pese a ganar en Albacete (0-1). Osasuna empató en Sabadell prácticamente en la última jugada (2-2) en un partido que los navarros llegaron a ir perdiendo 2-0. Los cántabros bajan a Segunda B junto a Barça B, Sabadell y Recreativo.

Además, el Zaragoza jugará la promoción de ascenso pese a empatar en Leganés (2-2), ya que la Ponferradina fue incapaz de superar al Alcorcón en su casa (1-1) y aprovechar ese tropiezo. Los aragoneses acompañarán a Girona, Las Palmas y Valladolid en la búsqueda de la otra plaza por el ascenso a Primera. La eliminatoria Valladolid-Las Palmas se juega miércoles y sábado, mientras la que enfrentará a Zaragoza-Girona, jueves y domingo. 

El Sevilla se hace grande en Europa y España tendrá cinco equipos en Champions

El día amaneció gris a orillas del Vístula, pero estaba escrito que el epílogo de la Europa League versión 2015 sólo podía tener un color. O mejor dicho, dos: los de la bandera del país anfitrión, los mismos que luce orgulloso la vanguardista joya arquitectónica del balompié polaco, los de este ardiente y corajudo Sevilla que, de la mano de Unai Emery, escribió anoche el último y quizás más heroico episodio de su hermosa aventura en una competición de la que ya es rey de reyes.

No podía ser de otra manera. Para empezar, las huestes hispalenses tenían la obligación moral de colgarse la cuarta estrella continental en la pechera por los más de 8.000 legionarios que cruzaron media Europa para desafiar el viento, el frío y el amago de úlcera gastroduodenal que les produjo el testarazo letal del croata Kalinic mientras aún entonaban las últimas estrofas del Himno del Centenario.

La ‘marea roja’ en que el sevillismo convirtió desde media mañana la céntrica calle Frankuska, donde estaba ubicada la ‘Fan Zone’ blanquirroja, duplicando en número a los entrañables incondicionales del Dnipro, hacía de todo punto imposible que el desenlace del duelo en pos del nuevo campeón tuviera otro vencedor que no fueran los chicos ataviados de ‘rojo Glasgow’. Precisamente sería el único polaco sobre el césped, Krychowiak, quien apareciendo en el área ucraniana como Grzegorz por su casa, devolvió el aliento a su imbatible parroquia y a sus 40.000 compatriotas. Estos, obedeciendo a pies juntillas el llamamiento en la previa de ‘SuperKrycho’, se enfundaron los colores de su selección para acompañar con sus siemprevivas el preciosismo utrerano de Reyes, las galopadas interminables por la diestra de Aleix Vidal, el corte y confección de Banega, la ventolera isleña de Vitolo o la exquisitez en la definición de Carlos Bacca, a la sazón héroe de la finalísima. 

El electrizante y leal intercambio de golpes de ambas escuadras estuvo a la altura del inmenso ejercicio de ‘fair play’ que sus respectivas aficiones exhibieron tanto en la calle como en los graderíos. Cero incidentes en una jornada presidida por el buen rollo y los gestos múltiples de solidaridad locales (una palabra que hicieron célebre por estos lares) con los sufridos hijos de Dnipropetrovsk, que aparcaron por un rato los sinsabores de la guerra contra el poderoso vecino del Este para gozar de la hospitalidad de sus ‘hermanos’ eslavos. Muchos de ellos se toparon, caminando por la elegante Nowy Swyat, con las oficinas de ‘Otwarty Dialog’ (Diálogo Abierto), una ONG polaca que hace acopio de fondos para la causa ucraniana y que en los seis últimos meses ha dado cobijo a 1.500 refugiados llegados a Varsovia con lo puesto de la región de Donbass, Mariopol y Sebastopol.

Queda claro que, de no ser por la presencia de Krychowiak en las filas hispalenses, los anfitriones habrían vestido de azul. Pero no hubo modo porque estaba escrito que la Batalla del Vístula entre los del Guadalquivir y los del Dnieper sólo podía acabar de una manera. Con Bacca sacando por dos veces la guadaña, respondiendo con su segundo aldabonazo al intento de Rotan por cambiar el curso de los acontecimientos (insistimos, ya definidos de antemano) al filo del descanso.

El alma titánica de este equipo homérico, que no sabe dar su brazo a torcer en finales europeas, aguantó con el corazón a tientas los postreros embates de un Dnipro que quiso hacer valer la cábala de que ningún club ucraniano había caído previamente las veces que alcanzaron el día de autos. Pero el Sevilla estaba dispuesto a dejarse la vida antes que soltar ‘su’ Copa –no en vano, es la cuarta que conquista– y renunciar al premio gordo extra de la presente edición: la Champions League, competición en la que España tendrá cinco representantes la temporada que viene. El rojo, en definitiva, tuvo la culpa de que un 27 de mayo Varsovia fuera andaluza, almohade e hispalense para los restos.