Sólo estuvo en el terreno de juego el primer tiempo. Con la eliminatoria resuelta gracias a los dos goles marcados por Neymar en el primer acto, Luis Enrique decidió retirar del campo a Iniesta, aún con algunas molestias por el golpe recibido en París. Fue suficiente. El mediocampista manchego dio brillo y luz al juego del Barcelona mientras estuvo sobre el césped, una buena noticia para su equipo cuando entramos en la fase definitiva de la temporada. Sobre todo porque el jugador no ha lucido tanto a lo largo de este ejercicio como siempre fue habitual en él. Por algo su nombre se asomó entre las tendencias de las redes sociales…
El juego del centrocampista recordó al de sus épocas de gloria. Tal vez firmó sus mejores momentos de la temporada. Para enmarcar queda la jugada que abrió el triunfo del Barcelona ante un PSG que no dio la talla. Iniesta agarró el balón en su propio campo, se quitó de encima a varios futbolistas del equipo francés y culminó la jugada dando una perfecta asistencia a Neymar. Y el brasileño no falló…
Tuvo que adoptar otro rol esta temporada con la llegada de Luis Enrique, y lo cierto es que al mediocampista le costó entrar en la dinámica. El nuevo jefe exige mucho trabajo físico y por ahí tuvo problemas Iniesta durante un tiempo, con dificultades para alcanzar la plenitud. Con tres delanteros de nivel superior, sus llegadas al área ya no son tan habituales como antes, aunque ante el PSG demostró que, cuando aterriza en la zona caliente, su clarividencia sigue estando intacta. Con el paso del tiempo, al menos por lo visto ayer, Andrés ha ido adquiriendo el nivel esperado y en esta recta final de temporada podría volver a ser determinante para su equipo.
Sus flojas actuaciones llamaron la atención, pues nunca fue normal verle rendir a un nivel bajo. En la Selección española, tras el pésimo Mundial de Brasil, no apareció con brillo en los siguientes partidos de la Roja. Del Bosque, como Luis Enrique, le dio ese empujón psicológico necesario al contar con él en todo momento. En su club ha sucedido lo mismo, pues su técnico le ha seguido dando partidos porque sabe que es un jugador único. Y Andrés Iniesta parece haber recuperado ese fútbol que le hace diferente y genial.
Unos metros por delante de Iniesta, la vida sigue igual en este Barcelona que sigue teniendo opciones de hacer un triplete inimaginable hace unos meses. Los tres tenores azulgranas forman una sociedad letal que va camino de hacer historia. Siempre aparece uno. No falla. Ante el París Saint Germain, le tocó turno a Neymar, que tras dos perfectas asistencias, de Iniesta y Dani Alves, respectivamente, liquidó al equipo galo. Esta vez descansaron Messi y Luis Suárez, que fueron los que decidieron el complicado partido ante el Valencia.
Entre los tres delanteros barcelonistas suman ni más ni menos que 95 goles entre todas las competiciones, camino de pasar a la historia de la institución. Leo Messi (46), Neymar (30) y Luis Suárez (19) están dejando de manifiesto con hechos que juntarlos no fue tan mala idea… En este 2015 se ha enchufado por completo Luis Suárez a la buena dinámica, mientras que el brasileño, a pesar de sus cabreos cuando le retira Luis Enrique antes de tiempo, ya ha marcado 30 goles esta temporada, el doble de lo conseguido la temporada pasada, en la que apareció con cuentagotas.
Iniesta dijo después de su enorme desempeño que no se fue «nunca» aunque a veces las cosas no le salieran todo lo bien que deseó. «Cuando uno se siente bien no importa el sistema o la forma de hacerlo. Siempre se puede mejorar y es lo que intento. Estoy feliz. «Nunca me fui, pero a veces no salen las cosas como quieres. Siempre lo intento hacer bien, independientemente de cómo juguemos», dijo antes de añadir que «ocho semifinales en diez años es un dato muy importante, a la altura de este club y de estos jugadores. Una vez más, estamos ahí y a pelear por estar en una hipotética final. Es difícil hablar de favoritos en unas posibles semifinales. Intentaremos hacer las cosas bien y seguro que tendremos posibilidades de estar en una final», culminó.
Echando un vistazo a los protagonistas de los cuartos de final de la Champions League europea, cabe preguntarse si es una Copa de fútbol o un premio al comportamiento disfuncional. Porque las estrellas de los equipos que se disputan este torneo son también las más gamberras, despectivas y maleducadas de la escena deportiva.
Por supuesto, encabeza la lista Cristiano Ronaldo, que tiene más medallas en antipatía que Michael Phelps en natación. En su momento, Cristiano acuñó aquellas palabras que han pasado a la historia como el himno nacional de la soberbia: “Puede ser porque soy rico, guapo y un gran jugador que las personas tienen envidia de mí”. Pero no le bastó iluminarnos con su sabiduría. Para que nadie dude de que predica con el ejemplo, lleva su filosofía a la práctica continuamente y en todos los escenarios. Solemos disfrutar de sus gestos obscenos contra el árbitro –o contra las 100.000 personas del público–, algún eructo en la cancha, desplantes a los periodistas e incluso gritos cavernícolas, como el que empleó para deleitar a los asistentes de la última ceremonia de entrega del Balón de Oro. Reconozcámoslo: es un héroe del desprecio por los demás, un líder nato de la prepotencia.
Pero los aspirantes al título máximo –y no me refiero precisamente a la Champions– no solo visten de blanco. El Barcelona FC puede presumir de Gerard Piqué, que hace unos meses se enfrentó a los policías de tráfico que habían multado a su hermano gritándoles perlas como “¡Esta multa la va a pagar tu padre!” o “Venís a tocar los huevos”. A saber qué hará cuando lo multen a él… O cuando no haya nadie grabando la escena.
Otro tanto se puede decir de Zlatan Ibrahimovic, del Paris Saint-Germain, que tras perder un partido de la Liga francesa en marzo abandonó el campo vociferando: “¡Este país de mierda no nos merece!”. Sus sofisticadas opiniones sobre la tierra de De Gaulle fueron grabadas y emitidas públicamente, produciendo el enfado incluso de políticos y miembros del Gobierno. Cuando tuvo que disculparse, Ibrahimovic afirmó en redes sociales que sus “comentarios” no iban dirigidos “contra Francia o los franceses”, lo cual fue aún más insultante, por asumir que ninguno de ellos sabía interpretar correctamente la frase “este país”.
Y sin embargo ahí están todos ellos, en cuartos de Champions, como han estado en el podio del Mundial y de múltiples Ligas. De hecho, todos militan en los equipos más poderosos. Y no es casualidad.
Si hacen un gol en el siguiente partido, millones de babeantes seguidores olvidarán de inmediato su barbarismo
Un político, incluso el más patán, sabe que no debe exteriorizar públicamente su mala entraña, y que de hacerlo, es obligatorio disculparse. Los actores de Hollywood son conscientes de que si pasan por encima de los demás deben pedir perdón, e incluso en casos privados –insultos, borracheras, infidelidades– se le escucha prometer que entrarán “en rehabilitación”, una manera un tanto ridícula, pero inequívoca, de manifestar arrepentimiento por faltar el respeto a los demás. En cambio, los futbolistas de élite saben que a nadie le importa. Si hacen un gol en el siguiente partido, millones de babeantes seguidores olvidarán de inmediato su barbarismo, o incluso lo encontrarán fascinante y digno de admiración. Estamos creando monstruos, y luego nos dedicamos a tratar de imitarlos.
Y sin embargo, conforme los futbolistas cobran menos dinero, aumenta su humanidad y tienden más a considerarse iguales a los demás. En el Atlético de Madrid no se han dado casos de brutalidad y desprecio como los anteriores, sobre todo porque su presupuesto está centenares de millones de euros por debajo de los de los grandes equipos. Si alguno de sus jugadores empieza a sentirse Dios, rápidamente se va a un equipo que pague más. Aquí lo que manda todavía es el corazón. Otra buena razón para ser colchonero, y para seguir deseando que ganen los pequeños.