Desde que el ciclismo es ciclismo, el poderío ha residido generalmente en los continentes más poderosos económicamente hablando, es decir, Norteamérica y Europa. Las grandes vueltas se han repartido principalmente entre corredores del Viejo Continente y algunos estadounidenses o canadienses. Desde hace un tiempo, Australia ha ganado mucho terreno hasta ver a varios ciclistas suyos en lo más alto. Y últimamente, el buen trabajo de años pasados ha generado que Colombia se esté convirtiendo en una potencia del ciclismo mundial, pero tampoco era habitual ver ciclistas sudamericanos luchando por los títulos. Y si raro era eso, más lo es aún encontrarse a asiáticos o africanos. Pero al menos África sí está por fin asomando la cabeza.
Uno de los primeros ejemplos y más representativos de lo que está siendo el ciclismo para África es Adrien Niyonshuti, el superviviente tutsi que se convirtió en el primer negro en participar en competiciones de montaña. Participó representando a Ruanda en los Juegos Olímpicos de Londres de 2012 y también lo hizo en los Juegos de la Commonwealth el año pasado. Pero hay un africano que ha dado un paso más, ha ido más lejos aún que Niyonshuti. Se trata de Tsgabu Gebremaryam Grmay, el primer ciclista profesional en representar a Etiopía a lo largo y ancho del mundo y que en estos días ha sido el primero de su país en recorrer el Giro de Italia.
Es una aventura sin igual la que está viviendo Tsgabu. Pasar de recorrer los campos de tierra de Etiopía a ascender dentro de unos días un puerto tan ancestral como Madonna di Campiglio no tiene precio… y sí muchísimo sacrificio. Este reto de correr por primera vez una gran vuelta lo ha conseguido siendo aún ciclista en edad juvenil, ya que todavía no ha cumplido los 24 años. Sin embargo, y a pesar de su inexperiencia, el Lampre-Merida no dudó de él y lo incluyó en la lista de nueve ciclistas a representar al conjunto italiano en el Giro. Todo un reto para el equipo, para el ciclista y para todo el ciclismo italiano en general.
Una vez que se ha recorrido más de la mitad de la corsa rosa, Tsgabu Grmay está realmente contento. Lo bueno de ser su primera vez es que no tiene la presión de luchar por algo en especial, no quiere meterse en la pelea por ninguna de las maglias que se disputan, o no puede, según se vea. “Tengo que llegar a Milán, se lo debo a mi padre y mi hermano”, esa es su meta y por lo que va a luchar hasta el próximo 31 de mayo, si la fuerza le acompaña.
Grmay felicita a Diego Ulissi tras la victoria del italiano (Imago).
Por ahora se encuentra “bien”, con ganas de “estar alguna vez en los puestos de cabeza, incluso meterme en alguna fuga”, según cuenta al diario italiano Il Fatto Quotidiano, periódico que está haciendo un seguimiento del rendimiento de Grmay durante cada etapa. Su sentimiento más agradable y a la vez más extraño fue quizás cuando el esloveno Jan Polanc se impuso en la quinta etapa, la subida al Abetone. Grmay perdió tres posiciones en la general, pero su compañero de habitación, con el que duerme y comparte todo, fue el que subió al podio. Tuvo que ser extraño, pero precioso a la vez.
Y es que fue su padre el que hizo que Tsgabu se enamorara de la bicicleta. Primero probó fortuna con su hijo mayor, Solomon, al que pudo disfrutar corriendo con la selección de Etiopía y compitiendo por toda África. Pero ha sido con Tsgabu con el que ha llevado no sólo a su familia sino a toda su nación a formar parte del pelotón internacional. Una vez llegados a Imola, Grmay ha llevado a su bicicleta hasta la posición 62ª, quedando por ahora a 49:18 de Alberto Contador. Es decir, tiene 125 corredores por detrás en la clasificación, lo que es un resultado asombroso para un debutante. En parte se lo debe a su bici, de la cual habla orgulloso: “Es la primera vez que tengo una así de buena. Ah, si la viesen mi padre y mi hermano…”.