El Giro arranca con la amenaza de un final infernal por la revolución del 'Black Bloc'

El próximo 31 de mayo, Milán vivirá una fiesta rosa. El Giro volverá a acabar en su ciudad, en la que dio origen a la prueba hace más de cien años y la que recoge al periódico que le da color. Dos años después de finales lejos de la capital lombarda, cientos de ciclistas vivirán la última etapa de la ronda italiana pero sólo uno de ellos podrá llegar a Milán con la maglia rosa, y ojalá sea un corredor español, que los hay y bastante buenos. Pero desde hace diez días, el evento que recoge todas las miradas tanto en Milán como en Italia no es el Giro, en absoluto, sino la Expo Universal 2015, ese lugar donde se reúnen cientos de exposiciones de la gran mayoría de países del mundo y que este año está dedicado a la alimentación.

Y como suele pasar con estos ingentes acontecimientos, hay gente que está bastante a favor de que se organice y otra que no tanto… y de hecho los hay que están tan en contra que son capaces casi de reventar una ciudad entera como Milán. Fue el día en que se inauguró la propia Expo. Estaba previsto que hubiese algún acto contrario a la Expo, pero lo que pilló quizás por sorpresa fue que los que los organizaron lo fueron unos principiantes, unos chicos molestos con la organización y que iba a sacar un cartelito de protesta. No, nada de eso. Fueron los llamados Black Bloc, o más correcto sería decir que fue su versión italiana. Uno de los grandes grupos protesta aprovechó el día en que la Expo para llamar la atención con todas sus fuerzas.

El primero de mayo, fecha en la que los trabajadores cabreados del mundo salen a la calle para reclamar más derechos (o exigir una explotación más disimulada, en algunos casos), el Black Bloc convirtió Milán en un campo de batalla. Las zonas cercanas al centro histórico se tornaron en un campo de batalla entre las fuerzas del Estado italiano y los que protestaban. Había una manifestación tranquila que, como en una procesión, iban desfilando por las calles de Milán protestando pacíficamente con su lema No Expo. Y de repente, varios encapuchados vestidos de negro empezaron a lanzar gases lacrimógenos, prendieron fuego a varios coches y asaltaron sedes de bancos.

Poca gente en Italia se preocupó por saber por qué dieron ese paso unas 500 personas, que al margen de la manifestación pacífica, quisieron que les oyeran por todo lo alto. “Los imbéciles que vayan a la cárcel”, dijo Roberto Maroni, presidente de la Lombardía. “Ahora hay que aplicar la máxima dureza contra estos canallas con capucha”, dijo Angelino Alfano, ministro del Interior. Y así casi todas las voces autorizadas del panorama político italiano, pero sin parase en ningún caso a preguntarse qué querían. Y lo que querían era que se les escuchase. Claro que hay formas y formas para ello…

Las protestas contra la Expo no se van a quedar en aquellos actos vandálicos del primer día de mayo, sino que de manera menos llamativa y lacrimógena se han seguido viendo día tras día pintadas en las que se lee “No Expo” en paredes céntricas, en cristaleras de bancos… Y a todas estas, la Expo no ha sido bien recibida tampoco por el Papa Francisco, por ejemplo. “La Expo es en sí misma paradoja de la abundancia, porque obedece a la cultura del despilfarro y no contribuye a un modelo equitativo y sostenible de desarrollo”. Digamos que el Papa dijo lo mismo que los protestantes, pero de forma más calmada. Eso sí, la Expo sigue adelante y seguirá adelante hasta el 31 de octubre, día en que finaliza.

Es precisamente la Expo 2015 la que lleva de nuevo a Milán el final del Giro de Italia. Será otra manera de potenciar la Expo de cara al exterior, con publicidad constante de ella en la última etapa, que irá de Turín a Milán, en la que debería ser el paseo de homenaje al campeón. Pero hay cierto miedo en la ciudad. ¿Qué mejor ocasión para los miembros del Black Bloc para volver a llamar la atención que interfiriendo en la etapa final del Giro? Las autoridades no temen una protesta del mismo calado que la primera, pero sí que es probable que aparezcan indignados que critiquen la Expo, el gran gasto que supone y la cantidad de infraestructuras que carecerán de utilidad una vez finalice la muestra.