La llegada de Saúl o la influencia anímica y el despliegue que Gabi fue la gran duda de Diego Pablo Simeone en su cuestionado planteamiento de la vuelta de los cuartos de final de la Liga de Campeones disputado en el Santiago Bernabéu. En su decisión final de alinear a Saúl pesó la necesidad de hacer un gol que nunca llegó. Cuando Simeone se agarra a las estadísticas observa que sus centrocampistas esta temporada no alcanzan en Liga los registros goleadores del curso pasado. Solo Tiago, con cinco tantos por los dos del curso anterior y Mario, uno por ninguno, han mejorado sus cifras. A estas alturas del campeonato, Raúl García (9/5), Koke (6/2), Arda (3/2), Gabi (3/0) tienen una marca inferior. Saúl, que no estaba en el plantel, lleva cuatro y solo superaría los tantos conseguidos en la Liga pasada por Óliver Torres (1), Cebolla Rodríguez (1) y Diego Ribas (1). El recuento final dice que los centrocampistas rojiblancos del equipo campeón de Liga sumaban 26 goles por 17 hasta la jornada 35. Menos llegada y menos pegada que pueden explicar parte de ese déficit de puntos que no permiten pelear el campeonato hasta el final. Aunque en la comparación, también la pareja de delanteros Diego Costa-Villa (27 y 13) sale ganadora por siete goles de diferencia frente a Griezmann-Mandzukic (22 y 12).
El Atlético choca contra el banderín
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Entre las muchas facetas que Simeone ha extrapolado de su época de jugador a la de entrenador está la de la llegada desde la segunda línea de los centrocampistas. Él fue un volante llegador que en sus mejores épocas rondaba la decena de goles por campaña. Era más frecuente verle tocar de primeras hacia adelante para descolgarse hacia el área que verle retrasar el juego y volver a mostrarse. Con la pelota, Simeone siempre tendió más a verticalizar el juego que a entretenerlo en horizontal. Desde su llegada al banquillo del Atlético le ha exigido el gol a sus centrocampistas. El juego del equipo ha girado mucho sobre la sobre la idea de sorprender desde la llegada por sorpresa de los medios. En este sentido, el fichaje de Mandzukic, además de lastrar el contragolpe, también supuso cierta indefinición. Al inicio, con la apuesta de alimentarle de centros desde los costados y jugar menos al contragolpe, los medios, a veces, se frenaban esperando que el croata llegara a ocupar el centro del ataque. En un principio, Mandzukic también debía servir para balones y darlos a los medios que llegaban desde la segunda línea. En algunos partidos lo hizo, pero son minoría. Cuando Simeone rectificó en parte haciendo caer más a las bandas al croata para despejarle el frente a la velocidad de Griezmann ese recurso quedó más limitado.
Los medios rojiblancos llevan 9 goles menos este curso que el anterior
El partido del Bernabéu fue muy significativo en otros detalles que no han terminado de hacer del Atlético un equipo tan redondo como el de la temporada pasada. En la configuración de ese centro del campo formado por Koke, Tiago, Saúl y Arda el entrenador rojiblanco pensó que juntaba a los cuatro centrocampistas más técnicos que tiene en el plantel. No quería la posesión, pero sí asegurar los pases para una delantera en la que también optó por Mandzukic pensando en una mejor relación de este con los centrocampistas que la que pueda tener Torres. Ni lo uno ni lo otro se dio. Metido en su campo, la presencia del croata impidió que se estirara el equipo, incapaz de salir de la presión del Madrid con balones largos al espacio. No estuvieron acertados en el pase los centrocampistas en el Bernabéu, como tampoco lo estuvieron el sábado ante el Athletic. El mal pie generalizado, sobre todo durante el primer tiempo, es una tónica general de un equipo que perdió 116 balones y que de 477 pases totales más de un tercio, 148, fueron malos. La imprecisión en los últimos partidos se ha viralizado sobre todo en el centro del campo.
El entrenador del Atlético de Madrid, Diego Pablo Simeone, explicó su visión de la eliminación de la Liga de Campeones asegurando que lo que «sale bien» ante Real Madrid y Barcelona es «apretar atrás» y no «arriba», defendiendo su planteamiento y aceptando que «las críticas son justas», añadiendo que hubiese firmado a principio de temporada «tener opciones numéricas» de ser campeón de la Liga BBVA. «El Real Madrid hace gol en el minuto 87. Estuvimos a tres minutos de poder ganar, y perdimos 1-0. La sensación es muy amplia porque podemos discutir de fútbol un montón de cosas, como si es mejor perder 4-2, 5-3 o 1-0 con uno menos, porque siempre se olvida que jugamos con uno menos«, aseveró Simeone este martes en rueda de prensa.
Sobre este encuentro también aclaró que «Tiago había pedido el cambio porque estaba fundido» y que «no busca excusas» para explicar la eliminación, sino que se trata de «una realidad incompatible» con ciertas opiniones, matizando que «es entendible» que haya críticas hacia su planteamiento, que considera «justas» por ser el entrenador. «Al principio me decían que al Barcelona y al Real Madrid se les ganaba apretando arriba, pero te meten seis o siete goles. Si se aprieta atrás es cuando sale bien. El fútbol da la oportunidad de que hablemos todos. Todos somos entrenadores, y los que estamos ahí tenemos que estar expuestos a los resultados», repasó Simeone.
Finalmente, también opinó sobre los juicios a su actuación que «no hay que fastidiarse» por ellos sino «tomar algún comentario que pueda servir y dejar de lado los que no tienen argumento», valorando que «cuando los resultados son negativos, las críticas tienen más valor«. «Cuando jugamos en el Bernabéu y ganamos después de 14 años nos reventaron los palos. El fútbol es esto», sentenció el técnico argentino, que hubiese «aceptado» si le hubiesen dicho al inicio de temporada que tendría «opciones numéricas» a estas alturas de repetir como campeón, aunque exista «una diferencia importante con el primero». «La gente no consume solamente lo que escucha y lo que lee, sino también lo que ve. Este año hemos estado a la altura en todas las competiciones, y el equipo siempre mostró rebeldía y estuvo sin bajar los brazos. La gente se siente relacionada con los jugadores», analizó sobre el apoyo de la grada.
Sobre lo que resta de liga, el ‘Cholo’ confesó que tratarán de apurar los partidos para estar «lo más cerca posible» de los 90 puntos con los que fueron campeones el año pasado, una misión «difícil, pero no imposible» en la que deberán medirse al Barcelona, pudiendo ser jueces del título liguero. «Hay que ver cómo se llega a ese momento. Todavía hay nueve puntos en juego, y son muchos. Todavía no se sabe cómo vamos a llegar los dos a ese partido», contestó Simeone al ser preguntado por ese partido en concreto y la posibilidad de hacer un favor al Real Madrid. Además, Simeone, que cumple este martes 45 años, también fue cuestionado por su partido 200 ante el Villarreal, considerando que han ido «poco a poco construyendo equipos competitivos» en su andadura al frente del Atlético de Madrid, ya que tardaron «dos años en poder ganar un partido al Real Madrid, después de catorce sin hacerlo».
«Cuando llegué, siempre imaginé lo mejor, no más de lo que hay, ni menos de lo que tenemos. Siempre hemos seguido un camino muy bueno, en el que dependemos del partido que viene, y ese estímulo nos ha permitido estar fuertes y llegar a este número de partidos», confesó el argentino. Además, reconoció que se siente «totalmente identificado y orgulloso de la elección de venir al club en un momento difícil», agradeciendo la labor de los futbolistas, ya que sin ellos no hubiesen sido «capaces» en el cuerpo técnico de llevar a cabo sus «ideas e ilusiones». Finalmente, avisó del peligro del Villarreal, su rival de este miércoles y «uno de los equipos que mejor juega en España, porque siempre tienen una identidad definida«. «Es un conjunto siempre ordenado, que tácticamente trabaja muy bien. Marcelino ha hecho una labor extraordinaria, y siempre da gusto ver cómo juegan», expresó
A unas horas de que el Bernabéu sea lo que siempre ha sido en estas ocasiones, es decir, una bombona de butano hasta las trancas de presión, hay un atlético que piensa más que ninguno en el partido que tiene que jugar. A mitad de camino entre un guerrero otomano y un señor de Bayrampaşa, Arda Turan lleva grabado este partido como un toro lleva en su costado lo más parecido a un número de serie. Un hierro incandescente se posó en su corazón en el momento en que, tumbado sobre el césped del Camp Nou, se dio cuenta de que no iba a poder ayudar a su equipo a ganar ni la Liga ni la Champions League. Su temporada había acabado. Pero el destino le puso delante la oportunidad de olvidar el peor recuerdo de su carrera.
Perderse una final siendo un jugador básico en un equipo es doloroso y es un sentimiento de tristeza que un deportista que haya sufrido jamás podrá borrar de su memoria. Pero Pau Gasol, por ejemplo, no estuvo en la final de Japón, pero fue él quien, por error, levantó el primero la Copa del Mundo de baloncesto, y entonces el desasosiego fue infinitamente menor. Pero la culpa que se le queda al que no la pudo jugar y tampoco así ganar es enorme. Pavel Nedved viov en la grada de Old Trafford cómo su Juve y el Milan aburrían hasta a las piedras y que al final era Maldini y no Del Piero el que levantaba la Copa de Europa. Lo mismo le pasó a Arda en Lisboa.
El Atlético de Madrid murió poco a poco en Da Luz. El gol de Godín fue el único aliento que les permitió respirar hasta el minuto 92:48. Ramos los mató definitivamente cuando los latidos ya no eran más que débiles susurros. Cuando Isco, Marcelo y Di María levantaron al Madrid y aprisionaron a la defensa atlética en torno a Courtois, Diego Pablo Simeone necesitaba a ese 10 que se lleva el balón a la esquina contraria, y que con el culo prieto defienda hasta el último instante la posesión del balón y evitase los ataques masivos del rival. Lo intentaron Adrián, Villa y Sosa, pero todos ellos carecen del arte en esta disciplina que hace único en el mundo a Arda Turan.
Con el turco en el campo, el Atleti habría tenido millones de opciones más de ganar. Las ocasiones fueron escasas, casi ausentes durante la mayor parte de la final. No hubo ni la pausa ni la calma del hombre de hielo de sangre caliente. No hubo en el campo alguien que asumiese el liderazgo, como siempre hace Arda en las ocasiones más especiales. Y aun así, la felicidad de los rojiblancos estuvo a pocos segundos de hacerse perenne como las hojas del madroño. Ese es el mérito del Atleti.
Él quería jugar aquel partido, y hoy en día sigue queriendo. Lo más cercano que va a tener a lo que él tanto habría deseado es este Real Madrid-Atlético de Madrid en el Santiago Bernabéu. Un triunfo, ni siquiera eso, un empate con goles, tendría un sabor muy dulce, similar aunque no tan agradable como la Orejona, evidentemente. Este es su partido, el que lleva esperando once meses con ansiedad, con una voluntad inquebrantable de olvidar de una vez por todas ese recuerdo que le corroe tanto a él como a todos los aficionados del Atlético de Madrid. Quién sabe si es el último derbi que juega (porque ya se quiso ir), y si se tiene que despedir, lo quiere hacer metiendo a su segundo equipo (el primero, cómo no, es el Galatasaray) entre los mejores cuatro de Europa.
El año pasado, tanto él como sus compañeros llegaron al último partido del año con la lengua fuera. Arda directamente ni llegó a ese encuentro. Es por ello que esta vez está intentando evitar lo máximo posible que se repita esa falta de fuerzas en los momentos decisivos. Arda lleva bastantes partidos evitando jugar al máximo de sus posibilidades, no quiso que ningún percance fortuito le pudiera hacer perderse este derbi. Jugó también a gran nivel en la ida, pero no al 100%, como él sabe, como lleva años haciendo en el Atleti y como hará en el Bernabéu.