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Este financiamiento revolucionario que se realiza a través de Internet, mediante diferentes páginas web, cada día se diversifica más, evolucionando
Durante 2014, los proyectos de crowdfunding recaudaron un total de 62 millones de euros, según datos de un estudio de la Universidad de Cambridge (Reino Unido) en colaboración con la Asociación Española de Crowdfunding. De ellos, apenas 800.000 euros se destinaron a donaciones para la ciencia.
«El objetivo es aumentar el porcentaje de donaciones de ciudadanos a la ciencia a través de crowdfunding hasta el 30% del total, tal como sucede en el resto de Europa”, declaró el director general de la Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología (FECYT), José Ignacio Fernández Vera, durante la II Jornada de Financiación de la Ciencia e Innovación Social (FCIS 2015).
De los 8.400 millones que las fundaciones privadas invirtieron en obra social, tan solo 100 se destinaron a la investigación y la ciencia
Por su parte, Pere Gascón, presidente del Comité Organizador del Congreso dijo que la sociedad, «pese a que cada vez más se está percibiendo la importancia del trabajo de nuestros científicos y su valor para el progreso, aún no ha visto la necesidad de colaborar activamente con estas iniciativas de financiación colectiva, aunque ya hay diversas plataformas especializadas y experiencias consolidadas de crowdfunding, sobre todo en el ámbito cultural”.
Esta jornada, que reúne a unos 150 expertos de todo el Estado en financiación de proyectos científicos, tiene como principal objetivo, “aportar conocimiento, potenciar ideas, crear sinergia y estimular la creatividad a la hora de plantear proyectos científicos para su financiación, más allá de los recursos públicos”, apuntó Carme Carmona, presidenta del Comité organizador.
Donaciones con la misma fiscalidad que las de cultura u obra social
Asimismo, el director de la FECYT señaló que de los 8.400 millones que las fundaciones privadas invirtieron en obra social, tan solo 100 se destinaron a la investigación y la ciencia. “Es necesario –añadió– mayor concienciación social en la sociedad para la ciencia y hacerla más atractiva fiscalmente para aumentar el porcentaje de inversión”.
En este sentido, una inminente disposición de Ley equiparará las desgravaciones fiscales de la cultura u obra social a la Ciencia (75% a las donaciones que no superen los 150€).
Querían 10.000 dólares (unos 9.000 euros), una cantidad razonable para lanzar al mercado un juego de mesa. El 9 de febrero abrieron una campaña de financiación colectiva en Kickstarter. En 24 horas superaron un millón. Tres semanas después rozan los seis millones (5,3 millones de euros) y han roto el récord de apoyos en la plataforma. Todo para una baraja de cartas, un sencillo juego de mesa, con ilustraciones de gatos explotando.
El reloj Pebble superó los 10 millones. La consola OUYA, más de ocho, pero nadie llega a los 150.000 inversores cuya aportación va desde 20 dólares, cuyos inversores recibirán una baraja como recompensa, a 500, que incluye una carta hecha a mano. El lugar donde nacieron las gafas de realidad aumentada Oculus Rift, comprada por Facebook, demuestra que el cauce habitual de creación de un producto no siempre conoce los gustos del público.
Shane Small (Durbon, 1971) es, en parte, culpable del éxito. De su mente salieron los gatitos explotando de Exploding Kittens, su nombre oficial. Él mismo se sorprende al pensar la cifra alcanzada: “Cuando llegó a 600.000 no nos los creíamos. Ahora casi hemos multiplicado por 10 esa cantidad”.
Como el juego íbamos a hacerlo igualmente para nosotros, pensamos que quizá alguien más querría tenerlo…”
Gran parte del éxito proviene de The Oatmeal, un medio de humor gráfico popular entre la comunidad geek, entusiastas de la tecnología y cultura pop, creada por el dibujante Matthew Inman. Las redes sociales han sido también culpables de este fenómeno: tiene más de 100.000 seguidores tanto en Facebook como en Twitter.
Small, que trabajó en Microsoft hasta 2013 desarrollando contenidos, reconoce que la idea surgió a partir de un momento de aburrimiento: “Estaba trabajando con un compañero, cerraron nuestra división y pensamos que la misma mecánica podría emplearse en un juego de cartas”. El objetivo no tiene demasiado misterio. Intentar evitar la explosión de un gato curioso que quiere acabar con su vida de las maneras más inverosímiles. Desde el gato pirotécnico al de la cola de fuego. Los jugadores van tomando cartas de la baraja, las hay ofensivas y otras con poderes especiales o curativas.
Entre las intenciones de Small, que hoy es un diseñador independiente especializado en nuevas narrativas, está crear una aplicación para móviles. “No es la única opción”, explica, “también estamos hablando con compañías de juguetes para hacer figuras. Incluso nos planteamos una serie de televisión”. Esta nueva línea recuerda a otro fenómeno cercano, los Angry Birds. Insiste en que hacer dinero con este tipo de objetos y vías de negocio no es la prioridad: “Aunque parezca que todo es una broma, tenemos una hoja de ruta trazada. Lo primero es sacar al mercado el juego, que es nuestro compromiso con los inversores”.
La elección de Kickstarter no es casual: “Vimos que era el lugar donde más proyectos salen adelante. Como el juego íbamos a hacerlo igualmente para nosotros, pensamos que quizá alguien más querría tenerlo…”
En el horizonte solo se atisba una nube, la del plagio. “Asumimos que va a pasar, que alguien nos va a copiar, pero es temprano para tomar medidas. La prioridad es hacer realidad este juego”.
Entre los países con más interés se encuentran EE UU, Sudáfrica, así como Reino Unido y Australia.