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Desde la época de John Benjamin Toshack, ningún entrenador había causado tanta sensación en la Real Sociedad como David Moyes. Dos británicos pintando las habitaciones oscuras de la Real Sociedad en momentos singulares. Un galés y un escocés, uno criado en el Liverpool, como jugador, el otro en el Everton, como entrenador. Dos orillas británicas cayendo en la misma playa de La Concha. Y sin embargo, la operación de Moyes, encumbrado en el Everton, enterrado en el Manchester United, no ha dado beneficios.
La Real no ha mejorado con el entrenador británico, no han cambiado los futbolistas, ha tranquilizado la clasificación, pero no ha habido un giro en el relato de un equipo que parece condenado a las novelas futbolísticas predecibles. En Anoeta no se advierten nuevos vientos, pero se esperan. Prevalece una situación de stand by, como si el verdadero Moyes fuera el de la próxima temporada, el que haga su plantilla, el que imponga si estilo.
Moyes es un tipo educado y simpático. Acostumbraba a invitar al entrenador del equipo rival a una copita de champán al término del encuentro. Una costumbre británica que no coincide con el apasionado espíritu mediterráneo y las urgencias de los resultados y los viajes. En el terreno de juego, la Real no difiere mucho de la de Jagoba Arrasate. Defienden los mismos, donde ejerce de jefe Íñigo Martínez y los demás flotan. En el centro del campo ha confiado en Rubén Pardo y Granero, en detrimento del veterano Bergara, mientras en la delantera juegan los mismos con las mismas alternancias.
La comunicación entre el pasado y el futuro está de momento cortada
El teléfono está en espera. Se anuncian cambios profundos para la próxima temporada. No se sabe si se anuncian o se advierten, pero lo cierto es que el teléfono de David Moyes actualmente comunica. La comunicación entre el pasado y el futuro está de momento cortada. El último reto de la Real es el de hoy (22.00) en el clásico contra el Athletic en San Mamés, un recinto al que ha dedicado todo tipo de elogios David Moyes, en un ejercicio tan inoportuno como sincero.
Un derbi en martes entre el Athletic aspirando a la séptima plaza (con la final de Copa en el párpado) y la Real, con mirada en la próxima temporada, a las diez de la noche de un día laborable, roza un tanto con la rutina. La Real esperando la revolución y el Athletic, la confirmación. Y David Moyes, en stand by, aunque el teléfono este ardiendo de mensajes y esperanzas. A fin de cuentas, siempre hay una brasa encendida en todos los clásicos entre el Athletic y la Real, aunque no siempre de la misma llama. Moyes no la ha encendido.