El Madrid anuncia el fichaje de Rafa Benítez, el décimo en doce años de Florentino Pérez

«El Real Madrid C. F. presentará hoy miércoles, 3 de junio, a Rafa Benítez como nuevo entrenador del primer equipo para las próximas tres temporadas. El acto tendrá lugar a las 13:00 h en el palco de honor del estadio Santiago Bernabéu. A continuación, Rafa Benítez comparecerá ante los medios de comunicación en la sala de prensa». Este ha sido el comunicado emitido por el Real Madrid para hacer formal la contratación del técnico madrileño de 55 años.

Un día después de que Rafa Benítez concluyera su etapa de dos años con el Nápoles, el Real Madrid acogió en sus instalaciones a su actual técnico y firmó con él. Dos días después se ha hecho oficial su contratación. Será el sucesor de Carlo Ancelotti y el encargado de dar un “impulso” necesario al conjunto merengue, según Florentino Pérez. Para el presidente blanco supondrá el décimo entrenador que pasa por sus manos y en quien confía para llevar a las vitrinas del Santiago Bernabéu la undécima copa de Europa.

Tras José Antonio Camacho, es la segunda vez que Florentino Pérez contrata a un entrenador nacional, aunque Vicente del Bosque, García Remón y López Caro también han sido técnicos españoles que se han sentado en el banquillo del Madrid bajo su presidencia, Del Bosque ya estaba cuando Florentino fue elegido por primera vez y García Remón y López Caro ‘ascendieron’ de forma interina. Los nombres mencionados, junto a los de Queiroz, Luxemburgo, Pellegrini, Mourinho y Ancelotti conforman la lista de entrenadores de Florentino Pérez durante los 12 años que lleva en el cargo. Desde este lunes, Rafa Benítez también.

El máximo avalista de Benítez dentro del club de Chamartín es el director general, José Ángel Sánchez, quien confía en su minucioso método de trabajo. El madrileño, quien jugó en las categorías inferiores del club y llegó a ser segundo de Vicente del Bosque, regresa a su casa heredando el salario del anterior técnico, de 7 millones de euros anuales.

Morata emula a Morientes

Casi le dio apuro haberse encontrado en el segundo palo con la pelota desviada por Iker Casillas tras un gran disparo de Tévez. Álvaro Morata sólo la tuvo que empujar. En el minuto 7, la Juve ya iba ganando en el Juventus Stadium. Había marcado el chico crecido en La Fábrica que hace un año levantaba la Décima en Lisboa. No lo celebró. Se mordió el labio, recibió el abrazo de sus compañeros, la sonrisa y los mimos de Pirlo y, una vez liberado del cariño, miró a la grada y se llevó el dedo a la oreja. Haciendo como que quería escuchar más a la hinchada. Una hinchada que le ovacionó cuando Massimiliano Allegri le sustituyó en el minuto 77.

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Morientes celebra su gol en el Mónaco-Madrid de 2004 / Gerard Julien (GETTY)

“Ha hecho un partido extraordinario, aunque parezca fácil hacer lo que está haciendo, no lo es. Protege muy bien el balón y descarga mucho el juego de la Juve”, comentaba anoche Fernando Morientes en la Cope. El exdelantero del Madrid juraba y perjuraba que el mejor de la Juve estaba siendo Morata y no Carlos Tévez. Igual que hizo anoche Morata, el Moro también castigó al conjunto blanco en su día. Fue en los cuartos de final de 2004. En verano de 2003 se había marchado cedido al Mónaco y con el club francés llegó a disputar la final de la Champions, torneo del que fue pichichi.

Dos tantos le marcó Morientes al Madrid en esa eliminatoria (4-2 en la ida; 3-1 en la vuelta). En el Bernabéu anotó el 4-2 en el minuto 83, dos minutos después de que Ronaldo –cuya llegada a Chamartín llevó al Moro a tener que buscarse equipo- firmara el 4-1. En el partido de vuelta anotó el gol del 2-1. Y sí lo celebró. Con rabia además, gritando: “vamooos, vamooos”.

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“Cuando firmé con la Juve lo hice con el objetivo mínimo de llegar a las semifinales. Ya estamos en semis, no tenemos que parar, sino seguir trabajando para llegar aún más lejos”, dijo anoche Álvaro Morata que en la Juve ha tenido un crecimiento espectacular. Ha ganado carácter, rapidez y desparpajo. “Llegó aquí como todos los españoles, sin estar acostumbrado al trabajo físico. Los primeros seis meses fueron de adaptación, después empezó a jugar, marcar y mostrar su talento”, comentaba Pirlo el domingo en la charla que tuvo con los medios de comunicación en Turín.

“Estará emocionado al principio, por cruzarse con sus compañeros, pero una vez que pise el campo, será otra cosa”, respondía Pirlo cuando le preguntaron si creía que el delantero español sentiría la presión. De hecho, durante el calentamiento, a Morata se le veía algo incómodo. No tuvo demasiado tiempo sin embargo, una vez empezado el partido, para emocionarse. Cuando se quiso dar cuenta, ya había batido a Casillas.

Chicharito, el optimista del gol

Este mexicano con apodo de guisante es algo más que un goleador espasmódico, que es lo que único que le han dejado ser hasta el pasado miércoles en el Real Madrid. Su optimismo, no solo ante el gol, ha resultado contagioso para los suyos. Con el vestuario en vilo por las lesiones y el Atlético y la Liga a la vista, Chicharito, desde el cuarto oscuro en el que ha vivido ocho meses en Chamartín, ha salido al rescate de todos, con rezos, sonrisas y lágrimas. Su conmovedora abnegación le ha mantenido a flote cuando se le daba por más que caducado. Llegadas las urgencias, cabía pensar que Chicharito solo era un recurso por descarte del resto, que aparecería un jugador deprimido, pasado de peso, sin las botas afiladas y con el colmillo justo para ser un parche de emergencia y regresar a Manchester para discutir con el agrio Van Gaal.

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Para deleite madridista, antes de golear, transmitió un entusiasmo juvenil, como el de un chico con botas nuevas. Todo jovialidad, aliento, euforia. De repente, la bandera blanca de Chicharito no era la de la rendición, lo que nadie hubiera podido reprocharle. Era la enseña que colorea su escudo actual, el que lleva de paso al estar cedido por el United. Nadie remató y empujó más en el derbi madrileño de la Champions, hasta que tuvo su premio. Un gol de mucho valor, pero de ejecución nada extraordinaria. El tanto del oportunista. Esa era la etiqueta de este mexicano, aunque rebajada desde que se fue difuminando en Old Trafford. Hoy, el promedio goleador de su carrera es de 0,38, por debajo del 0,47 de Benzema, por ejemplo. Un día de gloria para el héroe inesperado, para el muchacho desconsolado en el banquillo, para el alumno al que por fin se agarraba Ancelotti, colgado de su cuello salvador. El madridismo buceó para encontrar referentes de iluminados por un día. Un Morales, aquel jugador de los 90 que ganó al Atlético y se le acabó la fiesta en el Real.

Mientras Chicharito regaba portadas con clavos ardiendo, llegó la cita de Vigo. El efecto Chicharito quizá permitiera que el mexicano cazara algún rebote de gol, algún rechace o una pillería. Si ante el Atlético se vio al goleador puntual, en Balaídos irrumpió otro Chicharito, el Chicharito jugador. Si su medio natural era el área y fuera un patoso, resulta que tiró un par de paredes estupendas con James y acabó con un gol de jugada. Luego, asistió en carrera a Cristiano en una contra y puso el broche con una pinchada propia de Zidane. Su oportuno y picante desmarque lo entendió Ramos. La pelota le llegó al vuelo, con la carga de un defensa adversario. Una pérdida de tiempo ante un supuesto empujador de goles. Otro desmentido. El azteca calmó la pelota como el que acuna a un bebé, enfiló al portero Sergio y obró como el que lleva el gol en el tuétano. Dos Chicharitos: el goleador y el más desconocido, el jugador.

Lo de Vigo fue una demostración de que lo suyo puede no ser episódico si ahora que ya es innegociable y tendrá precio este verano para ser presentado con pompas, Ancelotti y el club le alistan no como un Morales, sino como un Larsson. Aquel sueco que hizo carrera en Barcelona con goles y dando buenos turnos a los titulares. Con ello, muy profesional, se ganó el apego de la hinchada, como ya sucede con Chicharito. A estos futbolistas no se les pide más de lo que dan. La gente también adora a esos titulares entre los suplentes siempre optimistas y con la puesta a punto.