Cañizares abre la puerta a Casillas: "Del fútbol no te vas tú, te echan"

Santi Cañizares, exguardameta de Real Madrid y Valencia, entre otros equipos, participó este viernes en el curso organizado por el CSD en la Universidad Internacional Menéndez Pelayo, en Santander, en una ponencia llamada ‘Papá, quiero ser futbolista’, título que también lleva su libro. Padre de siete hijos, tres de su primer matrimonio y cuatro del segundo -dos niños y cinco niñas- Cañizares narró cuando el mayor, Lucas, le dijo que quería jugar al fútbol. Desde la temporada recién terminada lo hace en el Real Madrid y, como su padre, de portero. A propósito del fútbol de formación, Cañizares destacó el hecho de que el Real Madrid utilizara un psicólogo para comunicar a cuatro niños que se quedaban fuera de la convocatoria para el torneo alevín de Arona, algo que no sólo le sorprende, sino que también le «preocupa». Lógico. 

«No somos el país que mejor cuida a sus ídolos», comentó Cañizares al ser preguntado por la situación de Iker Casillas en el Real Madrid. «Iker es tan grande que hay un sector del país que dice que se tiene que ir y otro que cada vez que para una pelota normal hace un paradón. Unos y otros tiran muy fuerte de la cuerda. Creo que se está perdiendo el juicio«, añadió sobre la previsible, por inevitable, salida del capitán del Real Madrid. 

«El estatus de un futbolista está en relación a su sueldo, pero su rendimiento llega un momento en el que empieza a bajar y ambos se cruzan», siguió explicando Santi. «De Iker se echan de menos esas paradas imposibles a las que nos tenía acostumbrados. No es un problema, es algo natural. Para Iker no es fácil encontrar un equipo, pues tiene que ser un grande». 

«A mí me pasó con Koeman», recordó sobre su salida del Valencia. «Cobraba mucho y rendía menos. No es sencillo para Iker encontrar acomodo y su situación no me parece justa. Siento admiración por él y estoy convencido de que cuando se retire se le valorará todo lo que ha hecho. Todo Madrid estará entonces a sus pies. Donde ahora hay cierta tensión, todo será gloria y por la calle le hablarán de usted».

Lo que tiene claro Cañizares es que «del fútbol no te vas tú, te echan. A mí me echaron hace siete años. Ningún futbolista quiere retirarse, si no Santillana todavía estaría jugando. Sólo alguno se cansa de competir y lo deja. Pero alguien tiene que poner cordura y decirte ‘márchate ya’. Yo le puse los cuernos al fútbol por mi mujer. ¿Cómo se gestiona tu retirada? En mi caso, enamorándome». 

«Cuando se cambia de portero se abre un debate»

Volviendo a Casillas, Cañizares cree que «Benítez va a estar muy mediatizado y en ese sentido Iker es muy mediático. Además, siempre que se cambia de portero se abre un debate y eso es justo lo que los entrenadores quieren evitar. Divide las energías cuando necesitas éstas para competir contra tus rivales». 

Para reforzar su opinión sobre el caso Casillas, Cañizares recordó también la salida de Raúl de la Selección. «Luis no dejó de convocarle porque fuera un mal jugador o porque tuviera problemas con él. Se lo cargó porque Raúl era todo el foco de atención. La Selección soltó todo el aire mediático y la noticia fue el grupo». En ese sentido, Santi cree que «llegaría a entender que Benítez prefiriera no tener a Casillas para evitar dramatismo en la portería del Real Madrid». 

Preguntado sobre cómo le pueden ir las cosas a Rafa Benítez en el Real Madrid, el exguardameta habla con conocimiento de causa: «Benítez es un magnífico entrenador a nivel táctico y un pionero en las rotaciones, gracias a las cuales ganamos títulos en el Valencia. A ningún equipo le viene mal el orden táctico y dosificar los minutos, aunque habrá que ver cómo los encaja en el Real Madrid. Para ello es fundamental que se gane la confianza de los jugadores, que acepten economizar esfuerzos y sacrificarse colectivamente. Que estén convencidos de lo que hacen».  

Para acabar, Cañizares hace una importante puntualización. «Rafa no va a tener en el Madrid a Pako Ayestarán ni a José Manuel Ochotorena, el preparador físico y el preparador de porteros, respectivamente, que tuvo en el Valencia. Sin desmerecer a su cuerpo técnico actual, creo que es un hándicap importante, ya que eran muy buenos y así lo demostraron en Valencia y Liverpool».

Cuidado con los cobros ocultos en las facturas de las teleoperadoras

Y llegó la factura de mayo de Movistar. Por lo general no suelo perder mucho el tiempo en revisarla, ya que una de las ventajas de los contratos cerrados (Fusión en mi caso), es que se sabe con antelación y con escaso margen de error el importe exacto a pagar a fin de mes. Es justo: pagar por lo que consumes. Sin embargo, esa factura era más abultada que las anteriores, por lo que la revisión era obligada.

No resultó fácil: las operadoras se empeñan en convertir el listado de cargos en todo un jeroglífico con el que perder unos valiosos minutos, pero ahí estaban: dos cargos adicionales de servicios que me resultaban desconocidos. No eran grandes cifras, pero amigo, la pela es la pela: 2,48 euros por el servicio Segunda Línea (que hasta la fecha era gratuito) y 0,15 céntimos por “mensajes dictados”, algo que desconocía por completo.

Desde FACUA se recomienda presentar una reclamación,exigir la devolución y denunciar estas prácticas en los organismos de consumo

Tras la obligada llamada a la atención telefónica, el operador canceló los cargos de forma inmediata e inició los trámites para una devolución, eso sí, en la próxima factura. Todo muy rápido y sencillo ¿demasiado? ¿se trata en realidad de una estrategia comercial?

En el caso de la firma de Alierta, como he apuntado, Movistar pasó a cobrar el servicio “Segunda Línea” que hasta la fecha era gratuito. ¿Se me había informado de eso con claridad? Evidentemente no, y así lo planteé al servicio de atención telefónica, que con mucha prisa y sin entrar en el cuerpo a cuerpo, inició los trámites para deshacer el camino emprendido.

Ahora a por el segundo cargo ¿15 céntimos por el servicio “mensajes dictados”? Aquí el asunto, qué quieren que les diga, se tornó surrealista. Resulta que el operador estaba cobrando por un servicio que no tenía contratado yo, sino el receptor de la llamada ¿puede ser? Sí, puede ser: si uno llama a un destinatario que tiene activado el servicio “aviso llamadas perdidas”, se le cobra el envío del mensaje “a partir del beep”, como apuntan en la web del servicio. Con el inconveniente añadido de que este cobro queda fuera de las tarifas planas contratadas.

Cobrar primero, devolver después

Un rápido vistazo a internet confirmó la verdadera magnitud del asunto: páginas y páginas en los foros oficiales del operador de reclamaciones de usuarios ultrajados por el cobro, en especial, del segundo servicio. Y lo peor del asunto es que esta práctica comenzó a aplicarse hace ya años. “Bien, pues quiero dar de baja este servicio”, solicité. “No puede, porque no lo tiene contratado”, fue la respuesta. Y tenía razón. En resumen, estaba pagando por un servicio que tenía contratado otro cliente. Como estrategia sacacuartos reconozcan que es magistral. ¿Qué hacer entonces? “Tiene que colgar rápidamente antes de que suene el beep”, fue la respuesta oficial de Movistar.

Estaba pagando por un servicio contratado por otro cliente. ‘Tiene que colgar rápidamente antes de que suene el beep’, fue la respuesta oficial de Movistar

¿Es legal esta política? Rubén Sánchez de FACUA explica a Teknautas que no, “deben cobrarte la tarifa acordada en el contrato. No tiene ningún sentido que te cobren conceptos por llamar a determinados clientes”. Sánchez explica que este tipo de prácticas es ilegal y por ello, reclamable “salvo que se reciba una locución previa al cobro solicitando la aceptación por parte del cliente”. Desde FACUA se recomienda presentar una reclamación al operador y exigir la devolución del importe, y por descontado denunciar estas prácticas en los organismos de consumo autonómicos.

Lo que sucede es que, por un lado, son pocos los clientes que son conscientes de estos cargos, y menos aún los que reclaman, con lo que estas prácticas suponen un ingreso extra fácil para las operadoras. Vodafone también se ha apuntado al cobro primero y luego devuelvo, y su medida no ha sido menos polémica: cobrar de la noche a la mañana el servicio de identificación de llamadas en la línea fija, ni más ni menos de un euro al mes.

Los foros del operador se han llenado de críticas de clientes airados, con idéntica respuesta: “Si no está conforme, se puede dar de baja enviando…”. Es decir, primero cobramos a bulto, y los pocos que se den cuenta y reclamen, se darán de baja. El resto, a pagar por un servicio que era gratuito hasta la fecha. Sánchez reitera la importancia del carácter contractual de la relación de los clientes con los operadores: “Cuando nos damos de alta con ellos, se preocupan que grabar una locución de voz con nuestra aprobación”, explica, y esto también debería ser exigible por nuestra parte con las modificaciones de contrato que unilateralmente aplican. 

El teclado sirve para diagnosticar enfermedades neurodegenerativas

Un acto tan mecánico y breve como es el de pulsar una tecla tras otra puede servir para detectar enfermedades neurodegenerativas. Eso es lo que ha demostrado un grupo de investigadores, que han creado un sistema que analiza patrones al teclear en el ordenador, detectando el deterioro en las habilidades psicomotoras. Ya lo han probado con personas sanas y ahora lo están investigando con enfermos de párkinson.

La forma que tenemos de usar el teclado es tan personal que se ha convertido en una de las maneras más seguras de identificar a una persona. Son muchos los elementos que forman la huella biométrica del que teclea: la velocidad de tecleo, repetición de errores, la fuerza con la que se golpea el teclado o lo rápido que se libera cada tecla. Toda esa información se puede registrar para detectar patrones únicos. Un cambio en ese patrón puede indicar que alguien está usurpando una identidad. Pero también puede revelar que el sujeto podría estar enfermo.

Pulsar la tecla es la más breve de esas métricas, sin embargo, también puede ser la más informativa. La acción se puede descomponer en tres fases: impacto del dedo en la tecla, comprensión de la yema del dedo y liberación de la tecla. Estudios de la neurobiología del teclear han mostrado que todo el proceso no dura más de 100 milisegundos y la mayor parte del tiempo (el 77%) es para la liberación. A pesar de su brevedad, cada pulsación activa la corteza motora primaria, el área motora suplementaria, los ganglios basales y el cerebelo.

«Es la métrica más robusta e independiente de tus habilidades previas de tecleo», dice el neurólogo del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) Álvaro Sánchez. A diferencia de la destreza al escribir o si se hace con dos dedos o todos, la pulsación de la tecla es una mejor ventana a lo que pasa en el cerebro. Lo que han hecho Sánchez y un grupo de ingenieros de software y telecomunicaciones es crear una serie de algoritmos para modelar matemáticamente las pulsaciones «por su capacidad para detectar un deterioro en las habilidades motoras tan determinantes en enfermedades como el párkinson», explica.

Pulsar una tecla apenas dura 100 milisegundos pero en la acción intervienen varias partes del cerebro

El resultado es un programa llamado neuroQWERTY. Fruto del consorcio M+Visión, en el que participan varias instituciones y empresas madrileñas junto a la universidad estadounidense, este programa registra las pulsaciones en el teclado y las analiza buscando cambios que puedan indicar un deterioro en las habilidades psicomotoras. La idea es tan nueva que, como dice el neurólogo, han tenido que construir la forma de medir su eficacia desde cero. «Con la fiebre, podemos saber que algo pasa cuando se pasa de 36º a 38º, pero nosotros hemos tenido que inventarnos nuestro propio termómetro», comenta.

Para probar la validez de neuroQWERTY, los investigadores usaron el programa con un grupo de personas sanas. Primero les hicieron escribir un párrafo durante el día. Después, para inducir un estado de deterioro de sus habilidades, los levantaron en mitad de la noche para que volvieran a escribir. El experimento, realizado con 14 personas de distintos países y lengua materna, se repitió pasados unos días.

La gráfica muestra el patrón de escritura de tres sujetos durante el día (izquierda) y tras levantarlos en mitad de la noche (derecha). Cada píxel es una pulsación del teclado. / Giancardo et al.

Aunque los resultados no se pueden expresar en un porcentaje de pérdida de habilidad, tal y como muestran en la revista Scientific Reports, los investigadores comprobaron que, en el estado de inercia del sueño, los voluntarios se volvían hasta un 15% más torpes.

En un segundo estudio ya en marcha, los participantes son una veintena de enfermos de Parkinson en fase precoz y, como grupo de control, una quincena de familiares. «Los primeros resultados muestran también este mismo patrón de pérdida», comenta Sánchez.

Una de las ventajas del programa es que trabaja sin afectar al uso cotidiano del teclado. NeuroQWERTY registra las pulsaciones y envía sus datos a los servidores del proyecto donde se modelan matemáticamente. Ahora mismo cualquiera puede instalarlo y ayudar a afinar el modelo. A medio plazo, sus autores quieren crear una interfaz gráfica para que el propio usuario pueda monitorear su forma de teclear.

El conjunto de algoritmos que forman neuroQWERTY, que ya ha sido patentado, podrían servir para probar la eficacia de los medicamentos que se administran a enfermos de párkinson. Pero, el objetivo final es detectarlo en personas de riesgo antes de que sea tarde.

«Ahora nos centramos en el párkinson porque es una enfermedad de mucho impacto, pero neuroQWERTY podría servir para cualquier enfermedad o situación donde se presente una alteración motora», recuerda Sánchez. El tecleo podría así, ayudar en otras enfermedades neurodegenerativas como el alzhéimer o la artritis reumatoide, pero también a detectar estados alterados en personas que tengan responsabilidades tras un teclado.

En esta noticia

Documento: ‘Psychomotor Impairment Detection via Finger Interactions with a Computer Keyboard During Natural Typing’
Ciencia en Español

Así es un cerebro jugando al ajedrez

Keiji Tanaka lleva años explorando el cerebro de jugadores de ajedrez. En su interior, dice, está el secreto de cómo los humanos trazamos estrategias en nuestra vida, quizás una de las capacidades que más nos diferencian de otros animales. En la guerra, los negocios, el juego o incluso el amor, elegir una estrategia adecuada es clave para el éxito. Una gran cantidad de estudios se han centrado en la toma de decisiones en muchos campos, pero apenas ninguno ha intentado desvelar cómo esas decisiones están predeterminadas por una estrategia fijada de antemano.

Tanaka tiene 64 años, 42 de ellos dedicados a la neurociencia, y algunos ratos de ocio empleados en jugar al shogi, una variante japonesa del ajedrez. Al contrario que en el ajedrez convencional, en el shogi es mucho más fácil identificar si un jugador está siguiendo una estrategia ofensiva o defensiva. “Mi objetivo es averiguar cómo la gente determina su estrategia, especialmente en una situación complicada y que necesita una solución rápida”, explica Tanaka. “En este caso no se trata de una acción determinada, sino un grupo de acciones, como cuando un jugador de tenis decide subir a la red o cuando un general determina si hay que atacar al enemigo incluso cuando esto multiplica el riesgo para sus tropas”, detalla.

En un ingenioso y elegante estudio publicado hoy en Nature Neuroscience, Tanaka ha metido a 17 jugadores expertos de shogi en una máquina de imagen médica mientras proyectaba en su retina diferentes jugadas. Los participantes, no profesionales con una experiencia de unos 10 años en este juego, tenían seis segundos para verla y decidir si lo mejor era atacar o defenderse. Como experimento de control, se les presentaba una jugada en la que debían seguir una estrategia predeterminada (ataque o defensa) y simplemente elegir entre varios movimientos posibles.

La parte más cercana a la frente controla la estrategia defensiva. La posterior, en el otro extremo , es el epicentro de la estrategia ofensiva, según el trabajo

El experimento ha permitido identificar, por primera vez, dónde está el centro estratégico del cerebro. El trabajo muestra que hay un patrón de actividad cerebral característico cuando se elige una estrategia y que este es totalmente diferente al que aparece cuando se hacen movimientos concretos. El estudio se basa en una técnica de neuroimagen conocida como resonancia magnética funcional y que muestra qué partes del encéfalo se activan en cada momento. Según los resultados, las estrategias se fraguan en el giro cingulado. Si pone un dedo en la parte superior de la frente y lo desliza hacia la coronilla estará siguiendo su giro cingulado, una zona alargada que se sitúa justo en la mitad entre los dos hemisferios y a unos tres centímetros bajo su cráneo. La parte anterior del giro cingulado, la más cercana a la frente, controla la estrategia defensiva. La posterior, en el otro extremo, es el epicentro de la estrategia ofensiva, según el trabajo.

Máquinas contra humanos

Una de las conclusiones más interesantes del estudio es que la estrategia es intuitiva. Los jugadores no deciden de forma pausada y teniendo en cuenta todas las opciones posibles, sino más bien siguiendo su rápido juicio sobre la situación del tablero y los riesgos y beneficios de atacar o defenderse. Como explica Tanaka, se trata de una decisión anterior que determinará después otros movimientos concretos.

Un tablero de shogi / K. Tanaka

Su trabajo, dice este investigador del Instituto Riken, en Japón, puede tener dos aplicaciones. “Hasta ahora conocíamos muchas zonas cerebrales relacionadas con acciones concretas pero nunca se había estudiado las partes que determinan la estrategia”, reconoce Tanaka. “Mi interpretación de los resultados es que esta capacidad para decidir una estrategia muy rápido se desarrolla gracias al entrenamiento y es muy específica de cada actividad”, explica Tanaka. “Algunas personas lo usan para el shogi, otras para dirigir empresas y otras para cocinar, por ejemplo”, añade. El experto cree que este tipo de trabajo puede aplicarse para la educación. “Actualmente no tenemos una forma buena de enseñar estrategia y a veces ni siquiera los expertos en un campo saben explicar cómo tomaron decisiones exitosas”. Más adelante, este tipo de estudios pueden ayudar a desarrollar inteligencia artificial.

El shogi ha sido durante años un campo de pruebas para la inteligencia artificial en Japón. En este ajedrez el número de posibles jugadas en cada movimiento es mucho mayor que en el ajedrez convencional. Cada año, en Japón se organizan torneos entre ordenadores y jugadores profesionales. En 2013, un ordenador venció por primera vez a un humano.

Échele la culpa al cerebro

Lo siento cariño, había bebido mucho, no sabía lo que hacía”. Hace tiempo que este argumento perdió validez como excusa. Apréndase esta frase: “Lo siento cariño, la amígdala y el estriado ventral de mi cerebro estaban hiperactivados, la ínsula no fue capaz de inhibir mi conducta… Yo no tenía elección”, puede servir como pretexto ante su pareja por haber sido infiel y en algunos casos, hasta librarles de la cárcel.

Queremos saber, comprender, explicar. El avance en las técnicas para el estudio del funcionamiento cerebral está proporcionando un fecundo caldo de cultivo que invita a querer interpretar no solo cómo funciona el cerebro, sino también la mente, la conducta y hasta los valores. Dónde reside la maldad, la bondad, el amor, el odio… Y la responsabilidad. La sociedad pide explicaciones y la neurociencia nos ayuda a proporcionar algunas respuestas, y entonces surgen los problemas: querer saber más de lo que la neurociencia nos puede explicar, responder a preguntas que no siempre tienen respuesta.

En los tribunales, se está prodigando la defensa de un acto delictivo basada en alteraciones cerebrales —la mayoría inespecíficas— amparándose en la ciencia, viniendo casi a decir que no fue la persona la que cometió el acto, sino su cerebro dañado. Con una buena argumentación y la confianza en la pericia neurocientífica, un juez puede llegar a la conclusión de que, efectivamente, esta persona sentada en el banquillo no es culpable. En un caso reciente, un hombre acusado de agredir a otro intentó librarse presentando una exploración en la que se observaba una malformación arteriovenosa en el cerebelo con el fin de demostrar que existía una relación causa-efecto entre el daño y el delito. No le sirvió de mucho. Fue condenado. Lo que no se debe olvidar es que lo que se estudia en neurociencia es el cerebro y sus reacciones ante diferentes estímulos, pero la mente es mucho más que eso. Procesos mentales complejos como la toma de decisiones difícilmente podrán ser localizados entre las redes del cerebro.

La mente, la interacción entre cerebro, ambiente y psique, es imposible de controlar en condiciones de laboratorio. En neurociencia cognitiva —área de conocimiento dedicada al estudio de la mente en cuanto al equivalente cerebral, diseño de estudios y control de los factores ambientales que queremos conocer— sabemos que, por más que intentemos ser rigurosos, habrá factores que influyan directamente en la toma de decisiones y que no podremos controlar. Saber que estamos siendo estudiados es en sí mismo un factor influyente (si no determinante) en la decisión que tomemos. Y estudiar el funcionamiento cerebral y el proceso de toma de decisiones de una persona sin que esta lo sepa no se puede siquiera tener en cuenta como posibilidad, desde el punto de vista de la bioética. Se podría pedir a una persona que portara voluntariamente un implante intracraneal de detección de la función cerebral (ciencia ficción) sin que esta supiera el objeto de estudio. Pero en cualquier caso sabría que lo lleva y eso ya es un condicionante.
No se trata de cuestionar la validez de los avances en neurociencia, desestimarlos ni tachar sus argumentos de falaces; a esta disciplina le queda un largo recorrido y con sus hallazgos seremos capaces de comprender mejor (incluso tratar) aspectos patológicos de la conducta humana. Pero conviene aceptar que algunas cosas nunca las llegaremos a saber; bien porque no debemos o porque no podemos.

Si con el surgimiento de técnicas de estudio del ADN se empezó a hablar de determinismo genético, en los últimos años se habla de determinismo cerebral, lo que implicaría despojar al ser humano de su capacidad de decisión.

La neuroimagen cognitiva ofrece la tentación de saber qué sucede en los cerebros de personas que actúan de forma diferente a lo que considera normal la sociedad y, por ende, el investigador que los diseña. Pero aquí ya nos encontramos ante un importante sesgo: estudiamos a personas con comportamientos diferentes. Y si tienen comportamientos distintos, obviamente su cerebro funciona de manera diferente.

Cuando hablamos de actos humanos no solo hablamos de los estímulos cerebrales, sino de asuntos mucho más complejos. Y una de las claves está en la responsabilidad. Según la acepción primera del Diccionario de la Real Academia de la Lengua, es la “cualidad de responsable (obligado a responder de algo o por alguien. Dicho de una persona: que pone atención en lo que hace o decide)”. En su acepción segunda se alude a la responsabilidad legal: “Deuda, obligación de reparar y satisfacer, por sí o por otra persona, a consecuencia de un delito, de una culpa o de otra causa legal” y en su acepción tercera a la base moral: “Cargo u obligación moral que resulta para alguien del posible yerro en cosa o asunto determinado”.

¿Hallará la neurociencia las áreas cerebrales encargadas de la responsabilidad? Tal vez ni siquiera existan tales zonas. La responsabilidad obedece a muchos factores, tan diversos como la empatía, el momento, la ideología, los principios morales, la ética, las normas, la sensación de amenaza, el miedo, el hambre, la cultura, las costumbres, el deseo, la madurez. La lista podría ser interminable y ninguno de esos factores determinan de forma absolta la responsabilidad del ser humano en el acto humano. Dicho de otro modo, y por emplear el símil cinéfilo: la relación de causalidad que existe entre la justificación de tener una ideología republicana como consecuencia de la falta de riego cerebral por la presencia de un trombo (Todos dicen I love you, Woody Allen, 1996) es equivalente a considerar que la causa de estar condenado al infierno es haber inventado los muebles de metacrilato (Desmontando a Harry, Woody Allen, 1997). La ideología, como el acto humano, es algo infinitamente más complejo.

Por todo ello, resultan peligrosos los titulares que presumen de haber hallado que no existe la maldad, que nos encontramos ante “cerebros enfermos”, porque a día de hoy lo único que han demostrado es que nos encontramos ante “cerebros que funcionan de una manera diferente”, como es seguro que funcionan de modo distinto los cerebros de los grandes pintores, escritores, poetas, estrategas o atletas.

Por supuesto, hay lesiones cerebrales; cerebros que no es que funcionen de manera diferente, sino que funcionan mal, ya sea por una enfermedad (demencia, trastornos mentales y alteraciones del comportamiento causadas por lesiones cerebrales anatómicas) o porque no están correctamente desarrollados (como sucede en la infancia o en algunos trastornos del neurodesarrollo). Esas limitaciones en ocasiones explican comportamientos incomprensibles, inmorales y hasta delictivos. Son lesiones que pueden llegar a privar de libertad al individuo por lo que su comportamiento no se considera ya un “acto humano”. Podremos en algunos casos detectar que la persona no estaba tomando una decisión o la estaba tomando incluso en contra de su propia voluntad, pero es la conducta y la exploración especializada de la persona la que nos dirá hasta qué punto esa patología podría privar de libertad al individuo y, aún así, siempre nos quedarán dudas.

Tal vez Rita Hayworth en su papel de Gilda (Charles Vidor, 1946) habría tenido a alguien mejor que a Mame para buscar un responsable fácil e indefenso. En lugar de Put the blame on Mame, personaje ficticio que, según la canción, estaba detrás de todo tipo de desgracias, tal vez podría ahora cantar Put the blame on brain. No dejemos a nuestro cerebro indefenso.

En otras palabras: no es su lóbulo occipital izquierdo y el esplenio adyacente lo que está leyendo este artículo. Es usted.