Una fiesta sin cerveza

Abortada la resistencia pasajera del Dortmund, que le birló dos Bundesligas (2011 y 2012) con la seductora propuesta de Jürgen Klopp, el Bayern no encuentra mayor estímulo ni desafío en su propio campeonato que la autosuperación. La liga alemana se traduce en un ejercicio rutinario para el gigante bávaro, gobernador implacable del torneo en los últimos tiempos —10 cetros de 15 desde la entrada en el nuevo siglo—, sea en la versión que sea. Ayer, después del tropiezo del Wolfsburgo frente al Moenchengladbach (1-0) y del triunfo un día antes contra el Hertha Berlín (1-0) en su lujoso hogar, el equipo muniqués celebró su 25º título en Alemania.

Se trata del segundo con Pep Guardiola en su banquillo, el quinto del catalán desde que aterrizó en la región de Baviera. Contratado hace dos años para llevar a cabo una obra magna, para implementar un estilo vistoso y contracultural en medio de un torneo rudo y físico hasta hace no mucho, el técnico ha atado el objetivo a falta de cuatro jornadas para la conclusión del campeonato. Aunque ha tardado tres semanas más que el curso pasado, cuando se convirtió en el campeón más precoz de la Bundesliga, los registros del Bayern vuelven a ser categóricos.

Tomó el mando desde la quinta jornada —la temporada anterior lo hizo en la octava— y por el camino ha dejado varios marcadores rotundos —6-0 al Werder Bremen, 8-0 al Hamburgo (su triunfo liguero más abultado en 30 años) o el 0-6 en Paderborn—, así como unos registros demoledores: 24 victorias, cuatro empates y solo dos derrotas; ante el Wolfsburgo y el Borussia Moenchengladbach, precisamente. Hasta ahora, su ratio goleador se eleva a 2,53 dianas por encuentro (77 a favor y 13 en contra), ligeramente inferior al de la 2013-2014, sellada con un promedio de 2,65 y 94 tantos, por los 23 encajados.

Vuelve Guardiola a engarzar el título después de tomar decisiones complicadas el pasado verano y de dar una vuelta de tuerca a su equipo, golpeado por las lesiones. Dio vía libre al traspaso de dos jugadores importantes como Kroos (Real Madrid) y Mandzukic (Atlético) e incorporó piezas estratégicas como Xabi Alonso, jefe de operaciones en el centro del campo, o el polaco Lewandowski (16), segundo goleador del Bayern en el torneo doméstico por detrás de Robben (17).

La cifras vuelven a ser demoledoras: 24 triunfos, cuatro empates y dos derrotas, con un promedio goleador de 2,53 dianas por encuentro

Asimismo, decidió el entrenador españolizar un poco más el equipo. A la presencia de Javi Martínez y Thiago, reclutados en su primer año en Múnich, añadió la de Reina y Bernat, al que ha concedido un papel relevante en el carril izquierdo del equipo. En la faceta creativa sobresale hoy el joven Thiago, decisivo en el pase a las semifinales de la Champions, en las que el cuadro alemán quedó emparejado con el Barça. Antes de acometer el reto europeo y de la semifinal de la Copa, mañana martes (20.30), a partido único frente al Dortmund, despejó el camino con su 19º título como entrenador.

“Lo celebraremos por todo lo alto”, dijo el director general del club, Karl-Heinz Rummenigge. A buen seguro, con la cerveza que también regó a Guardiola hace un año.

Sin final, sin triplete y sin Robben

El Borussia Dortmund eliminó al Bayern en la semifinal de la Copa de Alemania en la tanda de penaltis tras empatar (1-1). Partido en el que, además, los bávaros recuperaron y perdieron a Robben en sólo 18 minutos. A Guardiola le ha mirado un tuerto o el Bayern tiene un gafe en los servicios médicos. Resulta que no hace mucho, un informe de la UEFA retrató al conjunto muniqués cuando recordó que de todos los equipos que disputan la Champions el alemán tiene un récord para sonrojarse: en ningún otro club los lesionados tardan más en recuperarse que en el Bayern. Tal vez, la bronca entre el director general del club Rummenigge y el doctor Hans-Wilhelm Müller-Wohlfahrt tras la derrota (3-1) contra el Oporto, en la ida de los cuartos de la Champions que precipitó la dimisión del galeno, después de 40 años en el club, tuviera algo que ver con el documento.

La maldición de las lesiones que persigue este año al Bayern se personificó ayer en Robben. Volvió en el minuto 65 tras cinco semanas de baja por una rotura fibrilar y apuntaba a la semifinal contra el Barça. Pero 18 minutos después, fue a controlar un balón y se derrumbó con la mano sobre el gemelo de su pierna izquierda. Mejor le fue a Benatia, que también reapareció en escena tras superar otra rotura fibrilar, por más que Neuer, su portero, casi le dejara KO de un guantazo.

Para colmo de las desgracias, el Bayern perdió el camino de la final de Berlín y, al tiempo, el sueño de reeditar el triplete que logró Juup Heynckes en el curso 2012-13. Al Bayern, actual campeón de la Copa, le había bastado una faena de aliño para ser mejor que el rival durante 60 minutos, pero sólo confirmaron su superioridad con un gol de Lewandowski -que se lo llevaron al hospital por una conmoción cerebral- a la media hora de juego. Ya se sabe que los de amarillo si algo tienen es orgullo y en la que era la última visita de Klopp al Allianz, no iban a caer sin resistir. Poco a poco le fueron pillando el pulso al duelo, a los de Guardiola les dio un vahído y a falta de un cuarto de hora, con un remate de Aubameyang que Neuer sacó cuando el balón ya estaba dentro, igualaron el choque.

Por mucho que se rehízo el Bayern, entre la falta de acierto en dos remates de cabeza de Schweinsteiger y unas claras manos en el área amarilla que el árbitro no vio, y pese a quedarse con 10 por la expulsión de Kampl, el Dortmund aguantó las acometidas y estiró el partido hasta los penaltis. Y ahí, desde el punto fatídico, se resbalaron Lahm y Xavi Alonso —como hiciera Terry en la final de la Champions de 2008 ante el Manchester United— de manera idéntica para mandar su lanzamiento a la grada. No fallaron Gundogan y Kehl, pero Neuer dio vida al Bayern parando el tercero, de Hummels. El de Göetze, lo paró Langerak, así que en el turno de Neuer iba la eliminatoria: la pelota se estrelló en el larguero. Y el Bayern se quedó sin final de la Copa y sin triplete. Sin Robben ya se había quedado un rato antes, otra vez.