El Sevilla es campeón de nuevo. Por cuarta vez en su historia ha ganado la Europa League, algo que no puede decir ningún otro club. Ha hecho de la Europa League su jardín particular con los títulos de 2006, 2007, 2014 y ahora también el de 2015 tras superar al Dnipro por 2-3 en la final de Varsovia. Lo que ha conseguido el Sevilla en la última década tiene difícil comparación, al menos no la tiene en la Europa League. Sí en la Champions League, donde estará la próxima temporada sin pasar por la fase previa.
Una buena parte del mérito la tiene Unai Emery, un entrenador que ha alcanzado su madurez y ha construido un equipo redondo capaz de mirar a la cara a cualquier equipo. Su obsesión por el detalle, el trabajo meticuloso y la excelente preparación de los partidos se ven reflejados por el rendimiento del equipo y la evolución de los jugadores, casi todos ellos revalorizados tras pasar por sus manos. El Sevilla es más grande con este título, igual que Emery, con ofertas de algunos de los mejores equipos de Europa.
La final de Varsovia no tuvo tanto drama como al de Turín hace un año, pero no fue nada sencilla porque el Dnipro es un muy buen equipo; sin muchas armas, pero con mucho peligro en las que tiene. Lo demostró nada más comenzar el partido. El Sevilla tuvo un par de ocasiones en los primero minutos, pero fue el equipo ucraniano el que golpeó primero. Kalinic ganó un balón por alto, abrió para Matheus y remató de cabeza el centro de este. El Sevilla era mejor equipo, pero ahora le tocaba desmostrarlo. Y durante casi media hora, desde el gol de Kalinic al de Bacca, fue muy superior, con Krychowiak liderando la presión, Aleix Vidal y Trémoulinas ejerciendo de extremos y Banega dirigiendo el juego en el medio.
Las ocasiones fueron numerosas. Primero Vitolo con un disparo que se pensó demasiado y acabó desviado por un defensa; después de un saque de esquina que terminó en un remate de Aleix Vidal; más tarde, un disparo de Reyes que se fue al lateral de la portería; y luego un remate de cabeza de Krychowiak en un córner y otro disparo de Reyes. El amplísimo catálogo de jugadas a balón parado de Emery no estaba encontrando respuesta por parte del Dnipro, pero el gol no llegaba.
Hasta el minuto 28. Un saque de esquina sacado en corto terminó un centro de Banega que Bacca intentó controlar y Krychowiak, el único polaco de la final, aprovechó paara batir por bajo a Boyko. Fue el primer zarpazo. El segundo llegó sólo tres minutos después, en una maravillosa acción de Reyes. El capitán sevillista recibió de Mbia en el centro del campo, algo escorado a la derecha; con el control orientado se perfiló hacia adentro y metió un maravilloso pase por el único hueco que había entre los centrales del Dnipro para dejar a Bacca solo ante Boyko. El colombiano regateó al portero ucraniano y marcó el 1-2. Los casi 10.000 sevillistas presentes en el estadio enloquecieron. Todos lo celebraron, salvo la afición ucraniana y Ángel María Villar, que se ausentó del palco durante los dos goles del Sevilla.
En los siguientes minutos, el equipo español dio un paso atrás y el Dnipro respiró. Comenzó atacar más y con más armas además del balón largo a Kalinic, que hizo un partidazo. Comenzó a aparecer Konoplyanka, el mejor jugador ucraniano, bien parado hasta entonces por Aleix Vidal. En el minuto 37 se sacó un gran disparo desde la izquierda que Sergio Rico despejó a córner con una gran parada. No pudo hacer lo mismo en el minuto 44, cuando Rotan lanzó una falta a la que no pudo llegar. Como en el primer gol, todo vino tras un balón frontal que ganó Kalinic y que los centrales sevillistas no pudieron despejar. Emery pedía calma a sus jugadores.
La segunda parte siguió el mismo guion del final de la primera: el Sevilla no sufría en exceso en defensa, pero ahbía perdido su exuberancia en ataque y el Dnipro estaba más presente en el partido, sobre todo por culpa de Konoplyanka. Emery metió a Coke por Reyes para frenarlo y adelantar a Aleix Vidal, pero el cambio no tuvo demasiado efecto. Lo minutos iban pasando y al Sevilla le hacía falta un gol que no llegaba, a pesar de que las ocasiones iban llegando, como un cabezado de Mbia en el minuto 64.
Al final, el gol llegó a poco más de un cuarto de hora para el final. Lo marcó Bacca, que pasará a la historia por anotar el gol de la cuarta. La defensa del Dnipro no supo despejar un balón aéreo que acabó tocando Vitolo de primeras para que Bacca, siempre sobreviviendo al borde del fuera de juego, lo aprovechara para batir a Boyko.
De ahí al final, el Dnipro lo intentó, casi siempre a través de Konoplyanka, su mejor jugador, pero el Sevilla se defendió bien. Los últimos minutos estuvieron marcados por el desfallecimiento de Matheus, que una jugada anterior había recibido un golpe en la cabeza. Cayó desplomado y se hizo el silencio en el estadio. Tuvo que ser evacuado en camilla, afortunadamente ya consciente. En el descuento hubo ocasiones para ambos equipos, pero el marcador no se movió.
Ganó el mejor equipo, ganó el Sevilla, un club que con este título es más grande aún y que la temmporada que viene volverá a pasear por Europa, este vez para jugar contra los mejores equipos del continente en la Champions League.
No puede el Sevilla ganar todas las batallas. Inmerso en una gran cruzada europea, el equipo de Emery se plantó en Granada pensando en Rusia. Allí, el jueves, se juega la vida ante el Zenit en la Liga Europa en busca de unas semifinales que le saben a gloria. De Los Cármenes podía haber salido con un triunfo que le hubiera permitido alcanzar al Valencia en la pelea por la Liga de Campeones. Debe conformarse con un empate que le hace perder comba en la persecución de este objetivo. Al Sevilla le faltó un punto de intensidad para ir de verdad a por el partido, algo que aprovechó el Granada para llevarse una igualada que tampoco alivia demasiado sus heridas. El grupo de Emery, imparable en las últimas jornadas, se humanizó. Sufrió el cansancio y el desgaste, hasta el punto de que jugadores como Vitolo o Bacca, excelentes en las últimas semanas, bajaron del cielo a la tierra.
El Sevilla fue lo que Reyes pudo crear. El utrerano dibuja pases imposibles aunque a veces desespere su falta de fuerzas. La ausencia de Banega, al que Emery dio descanso, provocó que su juego no fluyera con la rapidez habitual. El Granada, a tres puntos de la salvación, intento blindarse y salir con rapidez al contragolpe. Abel, en su desesperación, refrescó el equipo con Cala o Success, inéditos en las últimas jornadas. Tuvo la suerte de adelantarse en el marcador en un magnífico remate de Mainz. Un gol que el Sevilla recibió tras un saque de esquina, lo que mostró su desidia en un partido que pareció sobrarle en el calendario.
Emery mejoró a su equipo con los cambios. Aleix Vidal dio profundidad a la banda derecha y Banega comenzó a asociarse con Reyes. El Granada, un manojo de nervios, se deshizo cuando Candeias, solo, falló ante Rico. El 2-0 hubiera provocado la deserción del Sevilla. Su dominio se fue convirtiendo en acoso y el gol se mascaba. Llegó en una gran combinación entre Reyes y Aleix Vidal, con pase del catalán al área que metió en su portería Mainz, bigoleador de la tarde. El Granada rezó en los últimos 20 minutos para que no llegara la sentencia. Apretó el Sevilla. Roberto salvó un buen disparo de Denis Suárez desde fuera del área y Diogo disparó alto después de otro buen centro de Aleix Vidal. Como resultado, un punto para cada equipo, insuficiente botín para sus objetivos, pero que queda de cine como colofón a un derbi regional mientras sonríen Valencia y Deportivo.