Qatar ‘ficha’ a los hijos de la emigración para su Mundial de fútbol

Qatar lleva ya casi un quinquenio modelando, sin prisa pero sin pausa, a un buen puñado de adolescentes de diferentes edades con la idea de que se conviertan en el tendón y el músculo del equipo nacional que les represente en la aún lejana cita mundialista de 2022, de la cual serán organizadores. Si bien el jeque Jasim bin Hamad Al Thani, hermano mayor del actual emir (Tamim) y hombre clave en todo lo referente al deporte rey de ese país, tiene muy claro quién ha de ser la persona encargada de guiar los pasos de la selección grana en esa primera Copa del Mundo en suelo árabe (Pep Guardiola), la composición de la escuadra que recaerá en manos del técnico de Santpedor es de momento una incógnita que sólo empezará a despejarse claramente a partir del año 2020. 

La academia Aspire es el brazo ejecutor de un proyecto a largo plazo cuyo objetivo no es otro que lograr que Qatar dé la talla en su Mundial alcanzando, como mínimo, la segunda ronda del primer torneo de estas características que se celebrará en el invierno occidental. Pequeños triunfos, como la consecución a fines del pasado año del título asiático juvenil, demuestran a las claras que la metodología de trabajo implantada en los últimos años por Iván Bravo, el director general del mayor y más sofisticado centro de alto rendimiento deportivo del planeta, y Roberto Olabe, máximo responsable de la parcela balompédica, empieza a dar sus frutos y, de paso, convierte en algo plausible el lema con el que se fundó en 2004 este imponente oasis de la actividad física en mitad del desierto más rico del globo terráqueo: ‘Aspire today, inspire tomorrow’ (‘Aspire hoy, inspira el mañana’).

Imagen de uno de los campos de la academia Aspire (David Ruiz)

Sólo 300.000 súbditos

Empero, el mayor enemigo de los gestores españoles de Aspire a la hora de confeccionar los diferentes equipos de categorías inferiores radica en el reducido número de habitantes nativos que tiene este emirato de bolsillo anclado en el corazón del Medio Oriente. Con un censo global superior a los dos millones de personas, la población catarí ni siquiera supera los 300.000 súbditos (un 12%). El resto se reparte entre los trabajadores de diferente índole, país y condición llegados a Doha durante las dos últimas décadas, atraídos por las múltiples oportunidades laborales que oferta una nación rica en petróleo y gas natural. 

Esa pertinaz escasez de lugareños tiene su particular reflejo negativo en el apartado deportivo y, muy especialmente, en el fútbol. El potencial vivero local del que puede nutrirse Aspire es demasiado pequeño. Además, y a diferencia del balonmano, donde la normativa internacional permitió a su selección, dirigida por el español Valero Rivera, ‘fichar’ hasta a nueve foráneos para defender sus colores en el reciente Mundial disputado en Doha, la FIFA se encargó años atrás de tomar las medidas oportunas para evitar que países con una capacidad económica importante se dedicasen a ofrecer cantidades obscenas de dinero a cracks internacionales para que lucieran sus colores sin haber disputado un solo minuto en la liga local. 

Sendos obstáculos han obligado a los mentores de la academia a fijar sus ojos en un sector de la población que no para de crecer: el de los hijos de los emigrantes asiáticos. Llegados a tierras cataríes a muy temprana edad, cuando no nacidos directamente en sus propios hospitales, estos chavales empiezan a copar cada vez más plazas en el fútbol base catarí, en no pocos casos por su mayor destreza y calidad con la pelota en los pies con respecto a los talentos nativos. 

Andri Syahputra, joven talento de Aspire (D. Ruiz)

Un talento de Yakarta

Andri Syahputra es, quizás, el ejemplo más significativo de esa tendencia que poco a poco se está apoderando de Aspire y que ‘amenaza’ con colonizar el once que defienda el pabellón qatarí allá por 2022. Este brillante volante ofensivo de origen indonesio es la estrella indiscutible del equipo Sub 16. Natural de Yakarta, aterrizó en Doha junto a sus padres cuando apenas contaba con tres añitos buscando un futuro mejor. Y lo encontraron. De hecho, sus progenitores trabajan en una petrolera en Al Khor, a las afueras de la capital. Por suerte para ellos, el inmenso talento con la redonda de Andri les ha quitado de encima un quebradero de cabeza: la academia se ha hecho cargo de la educación del chaval, que vive por y para su hobby favorito en la residencia del espectacular complejo deportivo. 

Syahputra no necesita llevar el brazalete de su equipo para ser el auténtico líder del grupo. Su evolución geométrica en lo futbolístico tiene encandilados a sus técnicos, que ven ya en él un futurible del equipo nacional con vistas a su Mundial. Obviamente, Andri podría elegir defender los colores de Indonesia, pero esa opción se antoja poco probable dado lo feliz que es el chaval en su país adoptivo y las buenas condiciones en las que vive su familia en Qatar. “Estoy muy a gusto aquí. ¿El Mundial? Sería un sueño poder jugarlo. Es algo en lo que no he pensado hasta ahora, pero desde luego estaría encantado”, reconoce Andri a El Confidencial pocos minutos después de hacerle un roto a la defensa del Beijing Guan, equipo invitado por Aspire para evaluar sobre el manto verde los progresos de sus alumnos más aventajados.

En lo que sí lleva tiempo fijándose este aprendiz de pelotero es en las maniobras de evasión imposibles de Andrés Iniesta, su ídolo y modelo. “Me fascina verle jugar. A veces trato de imitar sus regates, pero no me salen como a él, claro (risas). Soy un gran admirador suyo y también del juego del Barça, del ’tiqui-taca’…”, apunta antes de confesarnos los dos campeonatos que más le gusta ver por televisión. “La Liga y la Premier. Son los mejores con mucha diferencia respecto al resto. ¿Jugar allí? Ojalá suceda algún día. Sería lo máximo”, cierra mientras sus padres y su hermano mayor, que acaban de asistir, documentar y filmar su última exhibición, dibujan una sonrisa de oreja a oreja.