Bebé intentó un gol olímpico y se fue al larguero. Un minuto después, Andone exigió los mejores reflejos de Iraizoz por dos veces, mientras De Marcos se ataba al césped como si lo hubiera clavado un rayo. Poquito después, San José, empujó desde el duelo un gran centro de Beñat. Al borde del descanso Aduriz cabeceó de una forma espectacular un centro de Ibai al que respondió Juan Carlos desviando al larguero de forma no menos espectacular.
Así, relatado el partido, el Arcángel parecería un paraíso del fútbol ofensivo, un relato de ocasiones que traducirían un fútbol volcánico, uno de esos partidos de ida y vuelta de los que separan continuamente el culo de los asientos. Pero el gol del Athletic llegó en un acto casual lleno de circunstancias personales. Primero la de Pantic que falló en la salida del balón (como el Athletic tantas otras veces), después la de Beñat que intentó un disparo parabólico cuyo destino se desconoce porque el balón dio en la cabeza de Deivid y se fue al centro de la portería cuando Juan Carlos se enfilaba hacia su poste izquierdo.
Por eso hay partidos que son buenos o malos según como se miren. Si se analizan por los errores producidos, la evaluación es precaria porque ambos equipos cometieron bastantes, el Córdoba en ataque, el Athletic en defensa. Si se atiende a las ocasiones conseguidas, el partido tuvo el atractivo de la emoción, de la alternancia en el mando, de los remates inesperados, de la voracidad en el juego. No parecía el Córdoba el equipo desahuciado que le señala la clasificación. Su juego y su actitud respondían al criterio de Machado de que «hoy es siempre todavía». Pero también escribió Nietzsche que «la esperanza es el peor de los males porque prolonga el tormento del hombre». Pero no lo fue. Sus carencias ante el gol son alarmantes, pero ver correr a Khrin o a Castro, puros portentos, a la desesperada, hacia el abismo del área como si fuera el paraíso, hacía pensar que el Córdoba creía más en Machado que en Nietzsche.
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El Athletic sobrevivió con el oficio de Beñat, resucitado cuanto más campo tiene a su cargo. Con Williams desaparecido, ingrávido, quedaba el recurso de Aduriz, demasiado olvidado, tanto que incluso falló un gol desacostumbrado en su estilo. Pero el triunfo, aunque fuera de rebote, le coloca al Athletic a las puertas de Europa y la derrota al Córdoba a las puertas del infierno.