Goles sutiles de la Real Sociedad para batir al Levante

Quizás el partido fue solo eso. Un gol clásico de delantero centro, empujando con el interior la pelota a un metro de la línea. O lo inmediatamente anterior, un centro de Yuri, horizontal, raso, potente. O sobre todo, fue eso otro, lo anterior, un toque sutil de Xabi Prieto, mirando al frente y cediendo al costado interior con el tacón clavado en la hierba y girando la peana como un molinete. En el marcador las cosas son como acaban, -con el gol de Finnbogason-, pero en el fútbol a veces son como empiezan. Y empezó bien la cosa para la Real, como si el salto de pértiga le hubiera llevado de San Mamés a Anoeta en una curvatura de dos días. Daba la sensación en el primer tiempo, que seguía jugando en Bilbao frente al eterno rival, lleno de autoestima y hasta con un punto de adrenalina, desconocida en los últimos partidos.

El Levante se había programado como una lavadora. Mojar el partido y darle vueltas al tambor del centro del campo poblando de jugadores su territorio -cinco defensas y cuatro centrocampistas- con Casadesús ejerciendo de guerrillero con un arco y una flecha. El error del Levante fue considerar que estar juntos , hombro con hombro, era suficiente para garantizar la resistencia. Pero durante muchos minutos fue un parque de estatuas que en su presunta imponencia dejaban a Carlos Vela recibir, controlar, girar, imaginar y realizar todas sus travesuras. Igual con Xabi Prieto. Igual con todos aquellos que disfrutan con el balón. Su impasibilidad le costó un gol a las primeras de cambio. Un monte demasiado elevado para una Real que disfrutaba, por fin, en mucho tiempo, haberse conocido.

El Levante solo existió en los cinco minutos finales con una reiteración de ataques más o menos peligrosos resueltos, sin embargo, con mansedumbre. Y cuando se esperaba tras el descanso un lavado de cara del conjunto de Alcaraz, un córner le asestó la puñalada definitiva. Markel Bergara lo punteó con la frente mientras Carlos Vela revoloteaba ante Mariño robándole el terreno. Entonces no cambió el Levante, simplemente se arrebató. Alcaraz fue poblando su delantera y despoblando su defensa y medio campo. Barral y Uche acompañaron a Casadesús… pero ya era tiempo de urgencias, de toque a rebato, en espera de que la Real, ya feliz, se adormeciera en su sofá y a una de estas pudiera sufrir un sobresalto.

Pero lo que empezó con un toque sutil, tenía que acabar con sutileza. Y tratándose de eso, Carlos Vea era el encargado de poner su foto junto a la de Xabi Prieto. Una falta centrada le permitió elevar el balón por encima de la barrera y alojarla en el lateral de la red de Mariño, pero por dentro. Un disparo, preciso, ni fuerte ni débil, ni alto ni bajo, le dio al mexicano el honor que merecía en una noche sutil.