Repercute en lo económico, familiar, social y autoestima

La escolaridad inconclusa afecta en tres aspectos en el desarrollo de las personas: el económico, familiar y social. Así lo aseguró Napoleón Vásquez, psicólogo familiar.

Indicó que lo económico y familiar están ligados, pues al no contar con un nivel educativo adecuado, las oportunidades de obtener un trabajo con un ingreso estable se dificulta, lo que a su vez repercute en el ámbito familiar.

“Muchas veces ha habido separaciones y divorcios porque no pueden económicamente rendir más para el hogar”, dijo.

Según el experto, en cambio el nivel social puede afectar no solo en la integración dentro de la sociedad sino en lo personal, incluso dentro de la familia.

“Los hijos les preguntan: ¿con qué capacidades me dices las cosas si tu no llegaste al colegio ni terminaste el bachillerato? Esto es un problema sociofamiliar cuando la pareja que sí tiene bachillerato muchas veces alcanza un mejor trabajo”, remarcó.

El tema de la autoestima baja es otro de los problemas que aqueja a quienes no han concluido sus estudios. Por ello para Nelly Miño, docente y rectora de la Unidad Educativa 24 de Mayo, la existencia de este tipo de campañas, como Todos ABC, es beneficiosa para la población.

“Si bien no es netamente la educación formal la que ellos tuvieron en ese momento, el objetivo principal es que accedan al título de bachiller como base, para que, a su vez, ojalá puedan desarrollar una carrera”, señaló.

Entre los principales motivos para que los jóvenes abandonen sus estudios está la situación económica: no pueden trabajar y estudiar a la vez; hay problemas de adaptación e inserción dentro de las instituciones educativas o el embarazo adolescente en estudiantes de niveles superiores. Esta última consecuencia afecta más a las mujeres.

En este sentido, de acuerdo con la encuesta ENEMDU 2017, la escolaridad inconclusa se evidencia más en mujeres: 2,8 millones (52%) no han culminado sus estudios, frente a los 2,6 millones de hombres (48%) que no tienen un título secundario.

Para Vásquez, la división de la familia es otra de las consecuencias para que los jóvenes deserten de los estudios, los cuales se evidencian de manera especial cuando hay divorcios o separaciones, y económicamente no pueden costear la educación.

“Cuando el hijo ya tiene 14 o 15 años le dice a su mamá: yo voy a trabajar, después estudiaré, pero a veces lo hacen, la mayoría de veces no”, añadió.

Este criterio es compartido por Miño, quien manifiestó que las condiciones socioeconómicas unidas a la cultura familiar son las que provocan deserción, pues en muchas ocasiones los jóvenes deben salir a trabajar para generar recursos y ayudar en sus hogares.

“La falta de escolaridad afecta a todos porque no somos una sociedad que tenga talento humano preparado para optar por las diferentes profesiones o actividades ocupacionales. De manera personal afecta a los chicos porque no les genera en absoluto una esperanza de tener un proyecto de vida más ambicioso, sino que están muy limitados a lo que le da su básica o ninguna preparación”, lamentó Miño.

Para la docente, es necesario que la campaña Todos ABC esté dirigida especialmente a la población adulta y no solo a jovenes que aún pueden ser parte de la educación tradicional.

Para Vásquez, sin embargo, no existe límite de edad para estudiar. “Es un programa que vale la pena, ojalá los ciudadanos lo aprovechen porque no siempre van a estar en las condiciones de hacerlo”, finalizó. (I)