Messi quería que el Barcelona fuera campeón, y se encargó de hacerlo realidad
Un día, Messi se quedó en el banquillo y el Barça parecía que tiraba la Liga. Desde entonces, Messi ha hecho lo que ha querido y esto era ganar. Estaba harto de no ser el que era y de que se lo dijeran muy de vez en cuando. Entonces quiso cambiar la balanza, y como si de un emperador romano se tratase, hizo al fútbol postrarse ante él. Este domingo, el argentino disputaba el primer match-ball de los tres que tiene. Pues fue cuando mejor jugó, ganando él y diez más al Atlético y dándole a Luis Enrique, ese entrenador con el que no se habla, su primera Liga, la quinta en siete años para el Barça. La vigesimotercera en total.
Este tipo de partidos tienen una característica común por norma general, si bien las excepciones que se producen cada cierto tiempo los hacen lo especiales que son. No tuvieron esa fortuna los presentes en la Ribera del Manzanares. Fue uno de tantos partidos que parecen que son una final y, en cierta manera, lo era. Cada uno luchaba por su título: uno de verdad, el Barça; otro honorífico, el Atleti. Por ello, que los dos, o uno u otro pudiese celebrar algo al final del partido lo convertía en lo más similar a un partido final de una competición copera. Son encuentros que carecen de continuidad, de ritmo, de ocasiones y que tienen mucho miedo de ambos a no conseguir sus objetivos.
De no cumplir cada uno con su cometido, dependían de que otros equipos, en otros campos, hicieran o no hicieran lo suyo. Y eso le restaba la emoción propia de las finales. ¿Le restaba? ¿O más bien se la daba? Porque si hay algo que motiva a Messi es que Cristiano marque. Si hay algo que a este Barça le gusta es que el Madrid le presione, le agobie, le encime. El pasotismo azulgrana (pasotismo dominador, eso sí) se transformó en un monstruo llamado Messi en el mismo instante que desde el banquillo comunicaron el gol de Ronaldo. Entonces cogió la pelota y decidió marcar.
Así, suena simple, demasiado, pero es que es literalmente así. Hace lo que le da la gana con el fútbol. Es como si fuese un gran maestre que hubiese llegado a este deporte para decirle a todos cómo se tuviese que jugar. Ahora, después de haber superado todos los registros goleadores que se conocen, Messi ha madurado en su juego. La lesión de hace dos temporadas y el bajón físico de la pasada le han hecho aprender a dosificarse. No intenta marcar más que nadie, lo que hace es aparecer cuando lo considera oportuno, que no es lo mismo que cuando él quiere. Hace lo que tiene que hacer cuando hay que hacerlo y vuelve a descansar. Mientras, andando por el campo organiza a su equipo desde la derecha, como un ministro dirigiendo su ministerio desde el despacho. Messi es el fútbol.
El Barça supo esperar a su oportunidad
Otro ejemplo de su magnificencia: diez minutos de partido y el Atlético estaba lozano, fresco y vigoroso. En esa decena de minutos no permitió que la posesión fuera azulgrana, algo que es suyo por naturaleza de no encontrarse con el Rayo de Jémez, claro. Tuvo saques de esquina, dominio y presencia en campo contrario. De repente, Messi cogió la pelota, hizo un caño y encontró a Neymar. Entre ellos generaron la primera ocasión de gol. Y a partir de entonces, el partido fue del Barça. Crearon tal pavor en el estadio y en los jugadores contrarios que nada fue lo mismo desde entonces. El partido pasó a ser una espera hasta que marcase el Barça. Pasó en el segundo tiempo.
Y eso que durante mucho tiempo el Atleti cerró todos los espacios. Uno de los problemas de los rojiblancos contra los dos grandes ha sido agruparse mucho pero demasiado atrás, pegado a su propio área, lo cual le permitía no recibir ocasiones pero también le impedía generarlas. Esta vez, con Torres y Griezmann arriba, el Cholo decidió no apelotonarse delante de Oblak. La jugada le salió bien durante un rato, salvo cuando Siqueira pasaba a ser un coladero por el que Messi, Alves, Pedro y el que apareciese por allí se hacía dueño de la zona izquierda de la defensa Atlética.
Siqueira, mal en defensa bien en ataque
Pero encerrado o no, el Atleti no tiene muy claro eso de atacar, pero hoy no ha sido tanto por demérito, sino porque el Barça no les ha dejado. Luis Enrique se ha llevado palos a porrón, uno tras otro, como si estuviera ante una fila de gente con bates que se divertía dándole en la cara como si fuera una piñata. Es innegable que algunas se las mereció, pero todo lo que hizo finalmente está teniendo sus premios. La estructura defensiva del Barça es soberbia gracias a la colocación en el campo. Las líneas están arriba, la presión no es siempre constante pero la posición no se pierde nunca. El Atleti no sabía atacar, y el Barça defendía comodísimo. En realidad, la única verdadera ocasión del Atleti fue un disparo de Siqueira.
Con todas esas premisas y con el mejor Messi de siempre, el triunfo del Barça estaba garantizado. A partir de su gol, nada hubo que hiciera creer al Atleti en la remontada ni al Barça en el empate. Lo que sí creyeron y no consiguieron fue sentenciar, pero tampoco hizo verdadera falta. Cuando se estaba acabando, y el Atleti sabía que el Valencia estaba achuchando al Celta, Messi volvió a aparecer para templar los ánimos, adueñarse del balón, parar el tiempo. Messi no jugó en Anoeta, el Barça perdió. Ese día, Messi se propuso ganarlo todo. Y si lo ha decidido, nada parece que lo pueda evitar.
Ficha técnica:
0 – Atlético de Madrid: Oblak; Juanfran, Giménez, Godín, Siqueira; Arda (Mandzukic, m. 72), Gabi, Mario (Raúl García, m. 67), Koke; Griezmann y Torres (Saúl Ñíguez, m. 80).
1 – Barcelona: Bravo; Alves, Piqué, Mascherano, Alba (Mathieu, m. 79); Rakitic (Rafinha, m. 86), Sergio Busquets, Iniesta (Xavi, m. 81); Messi, Neymar y Pedro.
Gol: 0-1, m. 65: Messi bate a Oblak tras una pared con Pedro.
Árbitro: Undiano Mallenco (C. Navarro). Amonestó a los locales Koke (m. 52) y Gabi (m. 75) y a los visitantes Pedro (m. 29), Alves (m. 31), Neymar (m. 90) y Messi (m. 90).
Incidencias: partido correspondiente a la trigésima séptima jornada de la Liga BBVA, disputado en el estadio Vicente Calderón ante unos 54.000 espectadores. Lleno.
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