Máxima distinción para los guardias civiles en Nepal, pese a volver con regusto amargo
La Cruz Roja es la más alta distinción y la más preciada que puede recibir un guardia civil. Según ha sabido El Confidencial, el director general de la institución, Arsenio Fernández, en una nota interna fechada el 13 de mayo en la que felicitaba a los miembros de la Benemérita por la celebración de su 171º aniversario, anunciaba, entre otras recompensas, la concesión de cruces rojas para los 12 guardias civiles de montaña que se presentaron voluntarios para el operativo que urgentemente se activó y partió al valle de Langtang en Nepal, seis días después de la catástrofe que golpeo al país.
Se desplegaron por decisión del Ministerio de Asuntos Exteriores, junto a efectivos de la Unidad Militar de Emergencias especializados en USAR (Urban Search and Rescue) para tratar de encontrar supervivientes o cadáveres en una zona arrasada por la nieve y el lodo. En unas condiciones en las que a los riesgos objetivos hay que añadir las dificultades logísticas y de todo tipo que encuentras al estar fuera de tu país, además en una situación de grave emergencia. «No tienes tu despliegue, ni tus recursos sanitarios, siempre pendiente de hacer las operaciones pero guardando las garantías que te permitan actuar ante cualquier problema», según el comandante Pedro Garijo. La obsesión en esos días fue «poder tener un equipo de socorro para el equipo de socorro«.
¿Un despliegue por motivos electorales?
Algunos montañeros bregados en el Himalaya pensaban que el despliegue decidido por Exteriores tenía motivos electorales, que era un gasto excesivo e innecesario. Seguro que no pensaban lo mismo los familiares de los desaparecidos. Otras voces parece que quieren poner en duda los riesgos de la misión y que esta sea merecedora de recompensa. Sin embargo, nadie entendería que la decisión del director general de la Guardia Civil de distinguir a estos guardias naufragase en las turbulencias burocráticas. Quien no ha tenido dudas sobre la importancia del trabajo de estos hombres ha sido el embajador Gustavo de Arístegui, que se ha portado como uno más durante los días que duró el despliegue.
En esta grave crisis las autoridades españolas han actuado con eficacia. Los españoles que se encontraban en Nepal fueron evacuados con prontitud. Resulta significativo que cuando el operativo de guardias civiles y militares de la UME llevaba cinco días trabajando en la zona, llegase un equipo de socorro italiano formado por civiles.
Los virulentos efectos del terremoto en las zonas de alta montaña provocaron que no hubiese supervivientes. El resultado de los siete días efectivos de trabajo fue el reconocimiento de 25 cadáveres, entre ellos el de la española Rose Palau. La búsqueda se realizó en tres puntos del valle de Langtang en los que se habían producido aludes y en la zona más noroeste, donde se trabajaba con la premisa de que alguien hubiera sobrevivido y no hubiera podido descender. Langtang se encuentra en la falda de la montaña y encima del glaciar que ha descendido y arrasado el pueblo. «Lo que ha caído es todo hielo y, en su depósito se ha atomizado y compactado, generando como un nuevo glaciar abajo. El aspecto es marrón, pero es hielo», explica Garijo.
Resumen de los siete días de operaciones
El domingo 3 de mayo se iniciaron las labores de búsqueda en el valle de Langtang con un reconocimiento aéreo de dos horas duración. El operativo tenía que priorizar en función de la información proporcionada por la Embajada española en Delhi (India) y por el Servicio de Riesgos Sísmicos y Meteorológicos de Protección Civil. El vuelo se realizó en un helicóptero alquilado por la embajada y estuvo pilotado por el español Jofre Juangran. Tras el reconocimiento se decidió centrar la búsqueda en dos zonas: Kyanging-Gorathabela y Syaphrubesi-Gorathabela.
A primera hora de la mañana del lunes 4 salió un primer vuelo para iniciar la búsqueda desde la última localidad importante del valle, Kyanjing Gumba. Ahí se evacuaron a seis niños y se comenzó a recorrer el valle en busca de indicios de ciudadanos españoles.
El objetivo era llegar a la localidad de Gorathabela, donde se encontraron con el grupo que había entrado por la parte baja del valle. El dueño del lodge en el que se hospedó el grupo de asturianos desaparecidos informó de que partieron hacia Lantang en torno a las nueve de la mañana del día del terremoto. Tras unas horas de marcha, el operativo alcanzó la zona más dañada, Langtang Village, donde se localizaron varios cuerpos sin vida, entre ellos el de la compatriota Roser Palau. A las 14 horas se realizó un segundo vuelo que desplazó un equipo a la localidad de Syaphrubesi. Este equipo tuvo muchas dificultades para progresar debido a las numerosas coladas que obstruían el camino con constantes desprendimientos. El resultado de esa jornada fue la localización de 13 cadáveres.
En el relato de los días posteriores se comienza a percibir las dificultades de desenvolverse en un país asolado y con escasos recursos. Las autoridades nepalíes, en particular el ejército, tomaron decisiones que no siempre facilitaron el trabajo de los militares y guardias civiles españoles. El martes 5, la empresa de helicópteros confirmó a media mañana que los recursos aéreos habían sido militarizados. Ese día un helicóptero del ejército de indio transportó a una parte del equipo. Las gestiones del embajador fueron muy resolutivas. Los problemas de transporte volvieron a producirse el jueves 7, en esta ocasión a bordo de un helicóptero Mi17 del ejército chino que tuvo que esperar cerca de 10 horas para tener autorización de vuelo, lo que obligó a modificar la misión de ese día.
La llegada de un equipo civil italiano el jueves 8 puso de relieve la importancia que tiene para nuestro país contar con operativos profesionales que se activan rápidamente y que pueden actuar en cualquier lugar como los grupos de montaña de la Guardia Civil. Las trabas con las que se encuentran, como lo sucedido recientemente en Marruecos, todos saben que en ningún caso no son imputables a ellos.
Ese mismo jueves, el embajador Arístegui, acompañado de los oficiales de la Guardia Civil, el agregado militar y el personal de la Embajada Española, compareció a las siete de la tarde (hora local) en una reunión de trabajo en la que explicó los resultados de los trabajos de búsqueda a las cerca de treinta delegaciones extranjeras presentes en Katmandu.
El sábado 9 de mayo se dio por concluida la misión y el domingo regresaron a España. Con un regusto amargo. Todos eran conscientes de haber hecho todo lo que había podido. «Pero nuestros compatriotas siguen estando allí y en cierta manera hemos fallado a las familias». Pese a ello no dudan en contestar que volverían: «Si nos lo piden, desde luego, y si nos lo ordenan, por supuesto». Ahora solo queda recibir esa recompensa anunciada, no esperada, y que merecen, tal y como reconoció el propio director general de la Guardia Civil.
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