Martinelli, el hombre que hizo llorar a Pantani, se postra ante del "señor del Giro"
El Giro recibía con los honores que se merece a Madonna di Campiglio, uno de los puertos más históricos de la corsa rosa. Los organizadores le dieron la trascendencia que le correspondía y la trasladaron a un domingo, justo antes del último parón antes de que comience la semana decisiva. 16 años después de suponer el hundimiento tanto deportivo como personal de Marco Pantani, volvía otra vez allí el Giro a empezar a resolver la clasificación general. Eso si no está ya resuelta de antemano, porque Alberto Contador destrozó a todos sus máximos rivales en la contrarreloj y no tiene ni la más mínima pinta de que vaya a ceder en su terreno, la alta montaña.
Cuando la carretera se pone seria, los kilómetros se hacen más duros de recorrer por la inclinación del suelo, Contador se siente feliz. Está en su territorio, como el capo de la mafia que maneja su barrio como una dictadura independiente. Ahí, en esas largas pendientes (cuanto más largas, mejor para él), se hace lo que Alberto decida que tiene que suceder. Nada va a ocurrir que él no quiera. Los rivales se quedan a su rueda, a la espera de sus comandas. Si le atacan, saben que va a responder con más fuerza, probablemente los deje atascados, como fijos en la línea de tiempo mientras éste se mueve bajo los antojos del que rueda de rosa.
“Es el señor del Giro”. Lo dijo uno que sabe muy bien qué significa esa expresión. No es algo que se diga a la ligera por una boca inconsciente. Beppe Martinelli fue el director deportivo que entró a la habitación de Marco Pantani en Madonna de Campiglio para comunicarle que había dado positivo por un índice demasiado alto de hematocritos. Fue el que intentó consolar sin éxito al Pirata, algo que sólo consiguió el padre, Paolo. Es Martinelli el que vio cómo aquel día un más que probable complot robase a su pupilo un Giro ya ganado, y cómo este domingo su otra gran baza, Fabio Aru, hincaba de nuevo la rodilla ante Contador.
“Hoy –por ayer domingo– considero que ha habido una buena respuesta del equipo, pero el señor de este Giro es Contador. Nosotros hemos intentado ganar la etapa y no hacerlo habría sido un regalo a otros corredores. Quisimos enervar a Contador –con varios ataques–, pero ha sido imposible”, dice todo esto Martinelli, que conoce como pocos a Contador ya que lo tuvo bajo su batuta en Astana. Hoy en ese equipo kazajo tiene a Fabio Aru, pero sabe que al menos en este 2015, el sardo no va a llegar a Milán vestido de rosa. Es consciente de que Aru tiene unas cualidades soberbias, pero está tremendamente lejos de la calidad innata de Alberto Contador.
Quisieron sacar de quicio a Contador, ponerlo nervioso, pero en realidad se hizo lo que el pinteño decidió, como siempre. No es que no se pusiera tenso y cometiera algún error, sino que consiguió que a partir de ahora existan dudas sobre el liderazgo en Astana. El esfuerzo grupal de tantas carreras entre los Astana contrasta con la soledad en la que se encuentra constantemente Contador, que no necesita gregarios que le apoyen, ya que es capaz de enfrentar a dos compañeros como Mikel Landa y Fabio Aru. Controló en todo momento los ataques de Landa y esperó los que no llegaron de Aru. Y después, cuando se acercaba la línea de meta, se quedó vigilando a Aru y, según el ex ciclista Gilberto Simoni, “dejó ganar a Landa para sembrar cizaña”.
Y claro, si a Mikel le ponen un caramelo tan goloso como una victoria de etapa en Madonna di Campiglio, no lo iba a rechazar. Lo que pasó es que así, Aru perdió otros siete segundos en la general. No sólo por eso, sino porque muchos kilómetros antes, cuando se encontraba el pelotón con una bonificación intermedia, ninguno de los Astana que tan bien escoltaban a Aru pudieron evitar que Contador robase otros dos segundos en el sprint. “Cuando tienes unos segundos gratis, ¿por qué no cogerlos?”, dijo Contador. Martinelli, así, se rinde a sus pies: “No sólo creo que es complicarlo batir a Contador, creo que es imposible”.
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