Los “No” de Moscú

Contrario a lo expuesto en la entrega anterior, es el momento de enumerar aquello que no es lo más grato de Moscú. Todo hay que decirlo, hay cosas que no resultan muy cómodas o agradables en esta ciudad. Sin afán de ofender, contemos algunos detalles no muy gratos. Van sin un orden concreto.

– LAS DISTANCIAS. Todo es lejos. Todo. El centro (Plaza Roja, calle Arbat, teatro Bolshoi) es caminable, pero el resto exige traslado, sea en metro o en auto. El concepto de “cuadra” (100 metros) que tenemos en Ecuador es diferente. Acá la cuadra es el triple. El IBC queda en el extremo norte de la ciudad, de los aeropuertos internacionales, dos están en el extremo sur.

– LOS TAXIS. Tan mala será su fama que la primera advertencia que se hace a los recién llegados es que tomen solamente autos de aplicaciones (Uber o la local Yandex). Tomar uno en la calle es tentar a la desgracia, porque pueden ser usados para asaltos. No usan taxímetro y explotan a los turistas. Por preguntar, una vez le consulté a uno cuánto me cobraba desde el estadio Spartak al IBC. Me pidió 1.000 rublos, cuando Uber marcaba la carrera en 200.

– EL INVIERNO. Crudo y despiadado. Amanece poco antes del mediodía y anochece a las 16:00. La nieve llega hasta las rodillas y el hielo impregnado al piso causa accidentes. Las temperaturas llegan hasta -20 y es imposible la vida exterior. De remate, tarda como cinco meses en irse totalmente.

– EL IDIOMA. Cuesta entender el ruso escrito, aunque si se aprende la “equivalencia” de algunas letras del cirílico algo puede ayudar. Pero el ruso hablado es muy lejano para nosotros. De remate, el inglés es moneda poco común, no solamente en la gente, también en la señalización e información. Señas y gestos, no queda otra.

– EL CHOQUE CULTURAL. He leído ecuatorianos muy “decepcionados” de los rusos. Que no sonríen, que son de gestos ásperos, en fin… Lo cierto es que los códigos de esta sociedad son diferentes. Por ejemplo, sonreírle a alguien es producto de una relativa familiaridad y cercanía. Ir repartiendo risas por la calle está mal visto. No está ni bien, ni mal. Simplemente, ellos son así. Y si no se conoce esto con anticipación, puede ser algo molestoso.

– EL ALCOHOL. La mendicidad en Moscú es imperceptible, sin embargo el consumo de alcohol y sus consecuencias son notorias. En las afueras de las estaciones de tren, como Kazansky y Leningradsky (una frente a otra), se dejan ver grupos de ebrios en muy mal talante y el olor a trago de alto octanaje lo inunda todo. Ni las campañas de sobriedad que Mijaíl Gorbachov (abstemio militante, a despecho de su sucesor Boris Yeltsin) pudieron hacer algo frente a este real problema social.

Sin embargo, el peor “no” de Moscú es resistirse a su historia, rincones y cultura. La Tercera Roma es algo muy diferente a lo que estamos acostumbrados. (O)