La orfebrería, un arte que sigue en vigencia en las calles de Guayaquil

Un visor y un foco incandescente son las herramientas básicas con las que Alfonso Montero monta las pequeñas piedras de zirconio en un anillo de oro, de 18 quilates, de compromiso. A él le encanta que su trabajo como orfebre sea parte de historias de amor y por eso su deseo es que este oficio sobreviva.

El riobambeño, de 52 años, relata que inició su camino artesanal a los 20 años cuando salió del servicio militar y migró a Guayaquil. Sus tíos, que vivían en la urbe porteña, le traspasaron sus conocimientos y desde ahí pulió su pasión.

El artesano cuenta que entre los años 1991 y 1996 la demanda en Guayaquil era tan grande que no tenía tiempo ni para almorzar.

El bajo precio del oro y la costumbre de los ecuatorianos por adquirir piezas con este metal precioso fueron los factores por los cuales se creó un gran mercado y la razón por la que la mayoría de los artesanos de Cuenca migraron hacia Guayaquil.

Sin embargo, en 2016, el precio del oro subió y la época de abundancia decayó. Con esto se redujo el interés de las nuevas generaciones en adquirir este oficio.

“Mis hijos lastimosamente ya no quieren saber nada de la profesión. Sin embargo, tengo dos jóvenes de 21 y 26 años a los cuales les estoy enseñando todo lo que sé de este arte con el objetivo de que la tradición no se muera. Ellos tienen mucho talento y se adaptan a las nuevas tendencias”.

La joya es eterna

Elio Díaz, por su parte, indica que desde 2010 el mercado en Guayaquil se volvió complicado ante la gran demanda de bisutería y joyas en baño de oro.

Ante esto, el artesano decidió ver las fortalezas (piezas ligeras) y debilidades (precios altos y tiempo de vigencia) para apostar por la fabricación de joyas en plata con el fin de mantener su trabajo de orfebre.

“Tienen casi el mismo precio, pero la bisutería tiene un tiempo útil porque se daña y pierde el color, en dos años no servirá. En cambio una joya en plata solo necesita una limpieza, si se rompe se la puede soldar y quedará como nueva. Es decir, es eterna y pueden sobrevivir generaciones con buen mantenimiento”, explica Díaz.

El cuencano, quien radica en Guayaquil hace 35 años, detalla que los precios de mantenimiento de las joyas en oro y plata van desde $ 1 a $10, dependiendo del peso. El mismo se puede dar cada cinco o 10 años, de acuerdo a su uso.

Díaz agrega que este cuidado en joyerías no es necesario en muchos casos, ya que a sus clientes siempre les recomienda una limpieza casera de agua con detergente y un cepillo dental. El proceso no toma más de 10 minutos.

La venta en redes sociales

Milton Eras, orfebre y economista, menciona que la orfebrería siempre va a existir, porque hay temporadas altas en la que la economía está bien y por esto la gente se refugia en el oro.

El metal, además de ser muy apreciado en joyería, es el activo estrella en el mundo de la inversión. Nunca pierde su valor y por el contrario su precio siempre aumenta.

Eras argumenta que cuando se trata de épocas difíciles, la orfebrería, como todo negocio, debe innovarse para subsistir. Como señala la frase atribuida a Charles Darwin: “La especie que no se adapta al medio está condenada a extinguirse”.

Los factores actuales que observan los orfebres para sobrevivir son: una economía sana, las tendencias y la publicidad en redes sociales.

“Las tendencias actuales en oro son piezas livianas y el oro de color rosa. A los jóvenes no les gustan los gruesos anillos de matrimonio como los pedían sus padres. Ellos piden más variedad de diseños y los hay a buen precio”.

Eras, cuyo hijo Carlos Andrés, de 26 años, también se dedica a esta profesión, detalla que en su familia han innovado sus técnicas de comercialización para que el negocio mantenga la tradición pese a las complicaciones.

“Incursionar en la venta de joyas en redes sociales fue idea mía, pero mi hijo es joven y sabe manejar mejor la tecnología, esto nos ayuda a expandirnos. En nuestro caso, yo me dedico a la venta de la orfebrería al por mayor y él se fue por la línea en redes sociales al por menor y le va muy bien”, enfatiza.

Eras reconoce que el negocio en Guayaquil es difícil y considera que la única forma de mantenerse es el ingenio y el amor de seguir apostando por esta tradición. (I)