La Fórmula E de la FIA propone un torneo competitivo, lleno de adrenalina, y capaz de generar la tecnología base para la siguiente camada de automotores sustentables. En esta edición VARUS le presenta una mirada a la estrategia de cooperación competitiva de la industria automotriz eléctrica. Si tienes alguna inquietud recuerda contactarnos a través de nuestras redes sociales, o regístrate y déjanos un comentario en esta página. También puedes participar en el WhatsApp. Si usas Telegram ingresa al siguiente enlace.
Una Competencia llena de Emociones
La margarina, el bolígrafo y las fotocopias. Los relojes de Quarzo, los posicionadores GPS, y las planchas de cabello. Los trajes de baño, el fútbol total y la caja de cambios automática.
El tamiz común de estas innovaciones es que surgieron en contextos de competencia, para luego encontrar su camino hacia la masificación y el uso cotidiano.
El primer grupo son inventos de guerra, el segundo herencias de la carrera espacial, y el último son técnicas desarrolladas en la búsqueda del alto performance deportivo.
Es este antecedente desde dónde mejor se puede comprender la Fórmula E.
Fundada en 2014, esta es una competencia automotriz respaldada por el organismo rector del automovilismo internacional, la Fédération Internationale de l’Automobile (FIA), en la que compiten exclusivamente prototipos eléctricos.
Cuando se observa una competición de Fórmula E (están disponibles totalmente gratis en internet)
En principio llama la atención el que todos los vehículos sean el mismo. Esto ocurre pues los constructores, sin excepción, deben recurrir a un mismo chasis de fibra de carbono (modelo denominado Spark SRT05e).
No sólo eso, utilizan la misma batería de 250 kW (aprox. 335 CV) y poseen dos juegos de llantas por vehículo que son de un único tipo, para todos los climas y asfaltos.
No obstante, las 12 escuderías que bregan por el título, entre las cuales se cuentan titanes como Jaguar, Audi, BMW o Renault, hallan la ocasión para poner a prueba su ingenio, al diferenciar los vehículos con sus propios motores eléctricos.
Es este el principal espacio de rivalidad en la Fórmula E.
Durante las contiendas los automóviles no pueden rebasar la barra de los 200 kW de potencia (salvo excepciones que veremos en breve), ni recargar la batería durante la carrera; es más la única parada en pits se realizará para que el conductor salte de su primer vehículo a una segunda unidad.
Todas estas reglas aparentemente restrictivas, están diseñadas para estimular la creatividad de los ingenieros, pues suponen para los bólidos la paradoja de emplear la máxima potencia, al tiempo de conservar el máximo de energía. Esto se logra, o se intenta lograr, con el trabajo de sistemas informáticos altamente sofisticados que modulan los recursos del motor.
Sin embargo, la lectura de la carrera no puede estar completa sin el factor humano, pues además del poder ex machina, se requiere talento para una conducción sagaz.
Es por ello que este torneo convoca a nombres reconocidos del deporte tuerca (dos por equipo), entre los que figuran António Félix da Costa, Lucas di Grassi y el francés Jean-Éric Vergne, a la fecha, el único piloto con un bicampeonato en su palmarés.
La tecnología eléctrica de los vehículos y las reglas del juego.
Llevan al límite las habilidades de estos conductores, quienes deben realizar, por ejemplo, un uso preciso del freno regenerativo, al que hay que sumar peculiaridades solamente halladas en esta Fórmula.
La primera es el “Fan Boost” que permite a un piloto escogido por los aficionados en redes sociales, utilizar 25 kW extra por un lapso de 5 segundos, y sólo una vez durante la carrera; o el “Modo Ataque” que brinda 35 kW de empuje a los vehículos que hayan pasado un segmento específico del circuito.
Con todo, ni el tramo, ni el número de ataques, ni su duración son revelados sino hasta la víspera misma del arranque.
Pero al igual que en tecnología y pericia, el esquema de competencia tiene también rasgos que vuelven a esta una copa no sólo singular, sino experimental.
En primer lugar, la Fórmula E, no se corre en autódromos, sino exclusivamente en circuitos callejeros, lo que la aterriza en condiciones reales, y la reviste de cierta reminiscencia al clásico Gran Premio de Mónaco.
Justamente, los “e-Prix” se celebran en algunas de las ciudades más emblemáticas de los cinco continentes, como Berlín, Punta del Este o Yakarta.
Además, las carreras no se miden por el número de vueltas, sino que siempre tienen una duración exacta de 45 minutos.
En lo que a puntaje se refiere, los 10 primeros lugares se llevan entre 25 y 1 puntos, pero además existe una bonificación para el auto que realice la vuelta más rápida con 1 punto adicional, al margen de su ubicación.
Por si fuera poco, la Fórmula E hace hincapié en el mensaje ambiental de sus promotores.
Sus eventos son energizados con paneles solares, y se anima a los asistentes a concurrir usando el transporte público. Además, si las condiciones post-pandemia lo permiten, en el 2021 el mundo verá el lanzamiento del campeonato hermano de la Fórmula E, denominado “Extreme E”.
En este caso, SUVs eléctricos 4×4, disputarán competencias campo traviesa en lugares afectados por el cambio climático, de modo que estos rallies sirvan para despertar la conciencia del público sobre la necesidad de revertir las consecuencias ambientales del transporte.