Jóvenes con discapacidad tendrán marca de postres

Hay un festín de postres. Gelatinas, tortas, galletas y cupcakes sobresalen de una larga mesa en los pasillos de la Facultad de Ingeniería Química, en la Universidad de Guayaquil.

Detrás del banquete 22 personas con discapacidad, que usan delantal de cambrella azul y gorros blancos, se alistan a recibir los clientes que degustarán los dulces.

Algunos colocan el merengue sobre un cupcake. Otros repasan la lista de ingredientes que utilizaron y sus costos. Una galleta cuesta 0,50 centavos, se repetía uno de los integrantes.

Ellos junto a sus cuidadores elaboraron cada uno de los dulces. Ayer hicieron una demostración en la feria gastronómica inclusiva organizada por el Ministerio de Inclusión Económica y Social (MIES), Facultad de Ingeniería Química y la Fundación Huerto de Los Olivos.

Kevin Pazmiño, de 21 años, fue uno de los más entusiastas del grupo. Repartió pedazos de torta de vainilla con canela y hasta visitó las aulas con los productos.

“Compre antes de que se terminen” decía a todo aquel que se acercaba a la mesa para mirar o comprar.

Durante dos meses el joven, con 60% de discapacidad intelectual, recibió todos los miércoles talleres de repostería dictados por estudiantes y egresados de la Escuela de Gastronomía de la facultad.

Las clases se iniciaron el 4 de septiembre y concluyeron este 6 de noviembre, con un total de 50 horas.

Kevin junto a sus 21 compañeros aprendió una variedad de recetas. Él desarrolló mayores destrezas en la elaboración de la avena bircher, huevitos de faltriquera y galletas de avenas.

Su rapidez en la preparación de los postres y la retentiva para recordar los ingredientes sorprendieron a los capacitadores.

Cada miércoles que acudía Kevin preguntaba a los profesores qué iban hacer hoy. Su actitud y ser participativo en clases permitieron que otros jóvenes se entusiasmaran y participaran.

Había días en que deslumbraba a todos. “Decía hoy vengo con una carta bajo mi manga, van a ver chicos que los voy a sorprender”, recuerda Gustavo Chero, uno de los capacitadores.

Kevin sueña con ser chef y tener su negocio. En 2016 terminó el colegio, pero no ha logrado entrar a la universidad.

Hace dos años acude al centro integral diurno Mi Razón de Vida, ubicado en la cooperativa Juan Montalvo. El lugar es financiado por el MIES y la Fundación Huerto de Los Olivos.

El centro forma parte de las 88 unidades que atienden con servicios a más de 2. 800 personas con discapacidad en espacios residenciales, diurnos y en domicilio.

El Gobierno Nacional los implementó en los cantones Guayaquil, Durán y Samborondón. Para ellos destina una inversión anual que supera los $ 2’600.000.

En el centro además de practicar fútbol y tener amigos, Kevin recibe capacitaciones para desarrollar autonomía, generar emprendimientos y tener la posibilidad de ser incluido laboralmente.

La más reciente fue sobre el desarrollo de buenas prácticas de manufactura, hospitalidad y manejo de costos en negocios gastronómicos.

Su madre, Sandra Muñoz, que anhela su hijo se desenvuelva solo, ha empezado a ver los frutos.

Kevin hoy puede cocinar arroz, una papa o picar vegetales. Además utiliza una alcancía en la que guarda todo lo que le genera la venta de los huevitos de faltriquera que él mismo hace.

María Peñafiel, coordinadora del proyecto de discapacidad del centro diurno, adelantó que en los próximos seis meses trabajarán en la marca de los postres. Además crearán una aplicación móvil y una página web.

Para diciembre espera empiece a funcionar la app en la que las personas con discapacidad revisen tutoriales sobre la elaboración de recetas.

“Este no es un simple sueño de un emprendimiento”. Para ella este proceso permitirá la inclusión laboral. Buscan que desde su hogar los usuarios tengan su emprendimiento inclusivo.

Durante la feria gastronómica las 22 personas con discapacidad y cuidadores recibieron un certificado que avala su aprendizaje. (I)