GP Canadá: desde pilotar a ciegas a pelearse por el patrocinio de la cerveza
Gran Premio de Canadá de 1981. Gilles Villeneuve protagonizó una de las escenas más rocambolescas que se hayan visto en la Fórmula 1. Faltaban doce minutos para acabar la carrera. De repente, el morro de su Ferrari se partió, pero quedó enganchado ligeramente al chasis. Eso sí, doblado hacia arriba, con los planos del alerón delantero delante de las mismísimas narices del piloto. Y todo bajo un gran diluvio. ¿Qué hizo el inefable Villeneuve?
No se trata sólo del formidable ambiente de la ciudad de Montreal en torno a esta carrera, que engancha a quien tiene la fortuna de disfrutarlo. Desde su inauguración, el trazado de ‘Ile de Notre Dame’ ha proporcionado innumerables anécdotas y momentos singulares. En 2005, por ejemplo, fue la carrera más vista de la temporada y el tercer evento del año con más espectadores a nivel mundial.
Lo nunca visto en la Fórmula 1
Volvamos con Villeneuve. Llovía a mares aquel 27 de septiembre. Hoy se hubiera parado la carrera pero al canadiense ni se le pasó por la cabeza llevar su monoplaza a boxes. La tercera posición estaba a su alcance, y en su casa. Cuando Jackie Stewart narraba las imágenes en televisión, se escandalizaba por los riesgos y la increíble actuación del propio Villeneuve. No daba crédito. El piloto iba de malabarismo en malabarismo. Era increíble que pudiera colocar su monoplaza en la trazada, con el suelo encharcado. Y no fueron unos centenares de metros. Casi dos vueltas y con la lluvia arreciando. No se pierdan el vídeo.
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De la nieve a la carrera más larga por la lluvia
Si aquel día diluviaba, en el podio de 1978 hasta caían copos de nieve, una de las pocas carreras en las que el blanco elemento ha estado presente en la Fórmula 1, porque la primera edición tuvo lugar en octubre. Pero fue la lluvia el elemento que otorgó al circuito de Montreal el honor de albergar la prueba más larga de toda la historia de este deporte.
Fue en 2011 y duró cuatro horas, cuatro minutos y treinta y nueve segundos, además interrumpida constantemente por la lluvia, incluso con una pausa de dos horas de parada absoluta. Para Jenson Button es una de sus mejores victorias, aunque a una embarazosa velocidad media final de 74,8 km/h, la más baja de la Fórmula 1. También aquella edición ostenta el récord para el coche de seguridad, con seis apariciones.
La primera victoria y la única para algunos
El primer ganador en la Isla de Notre Dame fue, precisamente, el propio Villeneuve, único piloto que ganaría en un circuito que luego llevaría su nombre. También fue la primera victoria para otros: Lewis Hamilton (2007), Robert Kubica (2008), Daniel Ricciardo (2014), Thierry Boutsen (1989) o Jean Alesi (1995) que abrieron fuego aquí. Menos Hamilton, los demás heredaron una victoria que estaba casi cantada para otros pilotos
Memorable fue el triunfo de Alesi, el único de su carrera. Michael Schumacher dominaba a placer la prueba, pero tuvo que parar en boxes con un problema eléctrico. De repente, y tras 91 carreras desde 1989, Alesi se encontró en cabeza.
“Cada vez que frenaba, las lágrimas se iban contra el visor cuando frenaba”, recordaría después el francés, emocionado mientras pilotaba las últimas vueltas. A poco de entrar en la meta, su monoplaza se quedó sin gasolina. Tiró su casco al público y fue recogido por el propio Schumacher, que le devolvió a boxes montado en su Benetton. Era su cumpleaños y llevaba el mítico número 27 en su monoplaza, el de Villeneuve de toda la vida.
Otros no tuvieron tanta suerte para lograr esa primera victoria. El francés Jean Pierre Jarier, terriblemente rápido pero un poco alocado, se había peleado toda su carrera en equipos de segunda y tercera división sin contar nunca con un monoplaza competitivo. Inesperadamente, en 1978 recibió la llamada de Colin Chapman para sustituir al fallecido Ronnie Peterson con el famoso Lotus 79 entre manos. Logró la pole y veinte segundos de ventaja en la carrera sobre el segundo, Jody Scheckter, cuando falló la presión de aceite y perdió la gran oportunidad de su vida.
Un gran premio que cambió el rumbo
El Gran Premio de Canadá de 2010 cambió la historia de la Fórmula 1. De manera accidental, eso sí. Para horror de los técnicos de Bridgestone, se descubrió una degradación extrema en los compuestos elegidos para ese fin de semana. Con la superficie recién asfaltada en el Gilles Villeneuve, era imposible generar temperatura. El más duro perdía siete segundos a mitad de carrera. El superblando, hasta dieciséis. Se abría un panorama estratégico desconocido. A Ecclestone se le encendió la bombilla y decidió que ese esquema podría replicarse carrera a carrera. Entonces, apareció Pirelli, que se atrevió a ofrecer lo que el británico les pidió.
¿Qué circuito alberga un punto de encuentro para los pilotos conocido como el ‘muro de campeones’? Su sobrenombre se remonta a 1999, cuando en aquella edición tanto Damon Hill como Jacques Villeneuve se estrellaron a la entrada de la línea de meta, en el mismo punto donde una pancarta rezaba un cariñoso: “Bienvenue au Québec”.
La historia ha confirmado que el Gran Premio de Canadá, por fuerza, ha de ser una prueba especial. ¿Qué otra carrera se ha visto cancelada (1987) cuando dos fabricantes de cerveza (Labatt Breweries y Molson) llegaron a las manos legales por dirimir quién tenía derecho a su patrocinio?
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