Gerrard pisa Anfield por última vez: adiós al mito al que un vertedero pudo dejar sin fútbol
Sentado en el vestuario, llega el momento de ponerse la camiseta ‘devil’ por última vez en la que ha sido su única casa a lo largo de su dilatada carrera deportiva. Tras ponerse la equipación, salir por el túnel de vestuarios y acariciar el famoso ‘This is Anfield’, el estadio del Liverpool dedicará una cerrada ovación a Steven Gerrard, que después de 17 temporadas como jugador del primer equipo, este sábado disputará el último partido de su carrera deportiva en el estadio de su vida. Se marcha un genio del balón, que el mundo del fútbol pudo perderse… por culpa de un rastrillo.
La leyenda de Gerrard se forjó en uno de los barrios más humildes de Liverpool. Creado en un modesto adosado del área de Huyton, concretamente en Ironside Road, desde muy pequeño aprendió que para ser el mejor hacia falta no rendirse nunca. Eso le llevó a ingresar en la academia del Liverpool con sólo ocho años, pero, en su barrio, el joven Steve se las tenía que ingeniar para poder pasar horas y horas jugando sobre el asfalto o en el vertedero cercano a su casa. Dos porterías cuyos postes eran sudaderas y un balón, más o menos inflado, eran suficientes para seguir jugando tras los entrenamientos.
Por eso, aquella tarde de verano, no se lo pensó dos veces: en aquel vertedero que tantas veces había servido de terreno de juego -y que el propio Gerrard denomina en su autobiografía como «una mezcla de Anfield, Wembley y Goodison«- acababa de encontrar un tesoro, un balón prácticamente intacto. El joven decidió que iba a recoger su trofeo, oculto entre unas ortigas, pero sus manos no alcanzaban. Por ello, decidió utilizar su mejor arma, su pie derecho: zapato fuera, calcetín remangado y golpeo con todas sus fuerzas… sin saber lo que en ese momento le iba a pasar.
Un rastrillo oculto por la maleza iba prácticamente a cortar uno de los dedos del pie de Gerrard, que iba a recordar ese trágico momento el resto de su vida. Los médicos dieron su diagnóstico: la mejor opción era amputar el dedo del joven Gerrard. Sin embargo, entonces medió Steven Heighway, director de la escuela ‘red’, para perdirle a los médicos que no lo hicieran. Y, lo cierto, es que no se equivocó lo más mínimo: algo menos de una década después de aquel incidente que le pudo dejar sin poder ser jugador profesional, el Liverpool veía debutar a uno de los mejores jugadores de su historia.
«En mi familia, el Liverpool es una religión», ha confesado el jugador más de una vez. Pero aquel traumático episodio no es el único que le marcó: habitual de The Kop desde crío, su máximo apoyo era John-Paul Gilhooley, su primo, que con un año más se había convertido en su inseparable amigo. No sólo iban a ver al Liverpool, sino que también jugaban juntos… hasta que la tragedia de Hillsborough se cruzó en camino. Aquella avalencha que acabó con la vida de 96 personas se iba a llevar al joven de 10 años: «Nunca lo había dicho antes, pero yo juego al fútbol por John-Paul«, asegura.
La Premier, su única ‘espinita’ clavada
Con sólo 18 años, Gerrard iba a conseguir el sueño que tenía en común con su primo: convertirse en futbolista profesional y debutar en la Premier con el Liverpool. Aquel jugador imberbe y algo delgaducho que debutaba un 29 de noviembre de1998 ante el Blackburn Rovers se iba a convertir en una leyenda del conjunto de Anfield. Con más de 700 partidos a sus espaldas, cerca de 200 goles, tres Capital One, dos FA Cup, dos Supercopas de Europa, una Community Shield, una UEFA y una Champions, se convirtió en el buque insignia de un club al que devolvió a la gloria perdida.
Pese a las muchas ofertas de grandes clubes de Europa, Gerrard siempre lo tuvo claro y decidió quedarse en el Liverpool por encima de todo. Uno de los últimos ‘One-Club Men’ que existen sólo tiene una ‘espinita’ en su carrera: no haber ganado nunca la Premier, pese a que la pasada temporada lo tuvo realmente cerca y donde un inesperado resbalón del centrocampista ante el Chelsea le condenaba a no levantar el título. Con la selección inglesa, tampoco tuvo mucho éxito, con la que jugó tres Mundiales y tres Eurocopas, pero nunca consiguió pasar de cuartos de final.
Este sábado, a las 18:30 horas, Gerrard pisará por última vez el césped de Anfield. Después de una carrera plagada de éxitos y de convertirse en el referente de toda una afición, el gran capitán del Liverpool juega su último partido en casa. «No quiero llorar. Quiero mantener a raya, pero estoy temiendo el momento en que llegue el pitido final», confiesa horas antes del partido. Aquel niño que estuvo a punto de tener que dejar el fútbol por culpa de un rastrillo, hoy es un ídolo de masas que será despedido por su afición como un héroe: Gerrard dice adiós a Anfield, el estadio en el que soñó jugar en un vertedero.
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