El Celta quiere un pasaporte a Europa
Quiere ser europeo el Celta, que se ha puesto a cuatro puntos de la séptima plaza que puede valer el pasaporte a la Europa League y que ahora mismo detenta el Málaga, visitante en Balaídos dentro de dos jornadas, apenas tres dias después de que el Real Madrid, el próximo domingo, pase por Vigo. Venció en Ipurúa y condena al Eibar a un sufrimiento que se tamiza por el error ajeno, por ese paso de tortuga en la cola que le permite mirar hacia el futuro con una cierta esperanza pese a haber sumado apenas cuatro puntos en lo que va de segunda vuelta.
El partido bebió del error, que abundó. Buscó el Eibar el del Celta y encontró el Celta el del Eibar para llevarse los puntos con un penalti transformado por Nolito, que hace ya unas semanas que vuelve a estar fino. El equipo de Berizzo empezó mandón, amparado en su superioridad técnica, con ese frenesí que es marca de la casa, un ritmo alto en el que se siente cómodo. Pero al cuarto de hora ya sufría, se supo vulnerable por más que tuviera la pelota y gozase de un aparente dominio porque el Eibar empezó a sacar frutos de su idea, la de aguardar replegado el fallo para salir a la contra. Llegaron pifias en entregas o en salidas desde atrás y el Eibar, agazapado como estaba, se alzó como un tigre hambriento, plagado de inicio con mediapuntas en una alineación diseñada para la respuesta con Saúl Berjón, Capa y Javi Lara a la carrera y Arruabarrena para desgastar a los centrales y los mediocentros, para aplicar fortaleza y tesón justo donde el Celta peca por manso.
Perdió dictado el Celta en cuanto sintió el aliento del rival, también porque el partido se trabó. Que la pelota no rodase perjudicaba a los celestes y arengaba al Eibar, que además siempre sabe como trabajar en las acciones a balón parado. Llevó el partido el equipo vasco hacia aquello que convenía a sus condiciones, pero penó por una equivocación de Didac Vilà en el lateral zurdo que culminó en penalti a Santi Mina. Velasco se fue a los once metros tal y como lo había hecho minutos antes tras un piscinazo de Larrivey del que le tuvo que alertar un atento árbiro asistente. Ésta vez pocas dudas cabían. Tampoco las tuvo Nolito para transformar ni para sacarse poco después un chut desde medio campo que pudo golpear definitivamente al Eibar justo antes del descanso, tiempo que aprovechó Gaizka Garitano para cambiar de plan. Entraron Manu del Moral y Piovaccari, subió líneas el Eibar, aparcó la velocidad y se subió al tren de la fuerza y la segunda jugada.
El gol lo había hecho mudar todo, ante la mayor concreción del rival, el Celta se blindó con paciencia. Gracias a ella encontraron incluso a los laterales, siempre dispuestos a incorporarse y apoyar a sus delanteros. Con la entrada de Lekic como tercer cambio se hizo aún más largo el Eibar, presuroso por entrar en el área rival. Era una opción, pero no fue la que mejor le funcionó durante un partido del que no dejó de entrar y salir. Sacrificó Garitano a Dani García con casi media hora por delante, obvió la medular en la construcción del juego y se diluyó, apurado en la persecución de la pelota cuando más le pesaban las piernas. Fue entonces cuando más cómodo se encontró el Celta, muy cerca de la sentencia, pero no tuvo ni puntería ni habilidad para poner la rúbrica y se avino a recibir un golpe aislado que emborronara su partido. Casi se lo propina Didac Vilà para redimirse de su error en el gol con un lanzamiento que se estrelló en el larguero, el canto del cisne armero.
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