Cuatro veces más hombres que mujeres estudian carreras científicas y tecnológicas en Ecuador
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Esta realidad profundiza las brechas de ingresos y oportunidades laborales; además impide que se aproveche un potencial de entre 2% y 4% más de crecimiento económico para el país.
Según datos del Instituto Ecuatoriano de Estadísticas y Censos (INEC), en el Ecuador un poco más de 2.000 mujeres estudian carreras vinculadas con la ciencia y la tecnología. Mientras que, en el caso de los hombres, esta cifra se multiplica por cuatro.
De acuerdo a estudios del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), cuando se sigue la trayectoria profesional de estas mujeres, se encuentra clara evidencia de las dificultades para encontrara puestos de jerarquía (techo de cristal) en el ámbito académico.
Por ejemplo, por cada docente universitaria mujer son tres los docentes varones, lo cual refuerza los estereotipos sobre la “masculinización” de ciertas disciplinas. Estos desequilibrios se observan también en los puestos de liderazgo de las instituciones universitarias, como los de rector, presidente o canciller.
Cuatro veces más hombres que mujeres estudian carreras científicas y tecnológicas en Ecuador
Así también, solo entre un 18% y 40% de las mujeres con carreras científicas luego se enrolan a puestos de trabajo dentro del sector empresarial. Esto profundiza las brechas de ingresos y oportunidades de desarrollo; pero además impiden que se aproveche un potencial adicional de entre 2% y 4% de crecimiento económico al año.
En el país hay ejemplos de mejora, pero todavía son la excepción
Diana Lara, gerente de KM Solutions, representante en Ecuador de Kyocera, una de las mayores empresas dedicadas al campo de tecnología e innovación a nivel mundial, cuenta el trayecto que ha tenido dentro de la industria desde hace casi 10 años y cómo se ha ido empoderando en su crecimiento profesional.
“Los retos han sido innumerables en el campo tecnológico», dijo.
La mayoría de representantes a nivel de América Latina son hombres, en las conferencias o encuentros internacionales de toda la región, por ejemplo, somos apenas 2 mujeres, la representante de Argentina y mi persona, por ende, casi no existe esa complicidad, muchas veces incluso me ha surgido una cierta frustración y cuestionamientos”, señala Diana.
En el imaginario colectivo, cuando pensamos en computadoras, siempre pensamos en un hombre detrás de su programación y desarrollo. Como muchas otras mujeres que se desempeñan en esta rama, piensa que no es imposible sobresalir dentro de la industria; pero, se deben esforzar más para destacarse, porque además de ser mujer, está el hecho de ser joven lo cual también suele poner en tela de duda su experiencia y capacidades.
“Combinar el ser empresaria sorteando todos estos retos y trabas y además ser madre el resto del tiempo, definitivamente no nos deja tiempo para nada más. No hay una fórmula para poder llevar los dos roles en armonía.
La innovación es algo que está en constante actualización y mis hijos también descubren cada día cosas nuevas, van aprendiendo y una no siempre puede estar presente todo el tiempo que quisiera”, confiesa la empresaria.
Dentro de KM Solutions, aproximadamente el 60 % del personal son mujeres. Ellas se desempeñan en distintas funciones administrativas y su fortaleza principal es la empatía con la que tratan a todos los colaboradores.
Para Diana, más allá del género es vital el poder ayudarse mutuamente a crecer como personas y profesionales. Sin embargo, la experiencia de Lara todavía es una excepción, y la poca participación de las mujeres en ámbitos tecnológicos y científicos tiene varias razones de fondo.
Una realidad con muchas aristas
Melina Masnatta, Directora Ejecutiva y Co-fundadora de “Chicas en Tecnología” y especialista en educación y tecnología, explicó que la principal consecuencia es que el 50% de la población mundial no está representada en las producciones científicas y tecnológicas. El 89% de lo que hacemos en internet (previo al COVID) está relacionado con una aplicación móvil, y sólo el 6% de las aplicaciones móviles en el mundo fueron desarrolladas por mujeres.
En el campo de la medicina, por ejemplo, la mayoría de los estudios médicos son liderados por hombres, y por esto en algunos casos no consideran contraindicaciones en mujeres. Este es un ejemplo cotidiano que explica por qué es importante saber que las mujeres no están representadas.
«Tenemos que incentivar a las niñas en estos campos, primero, porque son en donde actualmente hay mayor producción y desarrollo. Por otro lado, si bien los estereotipos de género se terminan de constituir a los 7 años, se perpetúan en la adolescencia, que es cuando nos encontramos la proyección de los tipos de carreras en las que las jóvenes quieren desarrollarse», puntualizó.
Ante la pregunta de cómo los padres pueden incentivar a las niñas para que se interesen en las ciencias y la tecnología, Masnatta recalcó que lo primero es identificar los estereotipos que se inician desde frases que define como “killer phrases” (frases matadoras en inglés), que suelen decir algunas personas como: “esta es una carrera para hombres” o “va a ser muy difícil porque seas buena en matemática”. Esas frases limitantes van construyendo caminos también limitantes para estas jóvenes.
Otro punto se relaciona con la poca confianza en los recursos digitales que tienen las niñas y jóvenes. Muchas veces en sus familias la primera consola de videojuegos o los estímulos tecnológicos, matemáticos y científicos se lo suele regalar a los varones y no a las niñas. Esto impacta la confianza que se va adquiriendo en esos recursos digitales.
Numerosos estudios muestran la asociación entre estereotipos de género de padres, madres y cuidadores y sus creencias sobre las habilidades matemáticas de sus hijos. Siendo estos procesos mayormente inconscientes, existen, sin embargo, forma de luchar contra estos prejuicios.
1.- El primer desafío es que las personas que educan y sus entornos más cercanos empiecen a descubrir, a imaginarse que estas jóvenes son potenciales profesionales en estos ámbitos.
Además, se deben cambiar las formas anticuadas y poco efectivas de enseñar matemáticas y ciencias, lo que implica establecer incluso métodos y acercamientos diferentes para cada sexo; debido a que asimilan y aprenden de maneras diferentes los conocimientos científicos.
2.- El segundo punto es acercarle a las niñas y jóvenes diferentes experiencias relacionadas con estas disciplinas porque en general no hay un estímulo desde lo lúdico ni desde otros roles, se los empieza a vedar desde temprana edad.
3.- El tercer punto, y esto es un desafío más regional, es que hay un gran desconocimiento sobre qué significa trabajar en ciencias y tecnología. Existe este estereotipo que aleja mucho porque nos imaginamos a alguien que está en Silicon Valley.
Muchas veces en nuestros países no nos imaginamos, por ejemplo, lanzando satélites. Si bien la falta de conocimiento sobre cuáles son los desarrollos y las carreras que se pueden estudiar es un tema que no distingue de géneros, sí hay una fuerte barrera de género en la participación en ciencia y tecnología.
Por ejemplo, varias investigaciones demuestran que las mujeres se dedican más a tareas vinculadas con el cuidado como la medicina. Y dentro de la medicina, en general, van a determinadas áreas. Eso también habla de un camino sesgado en el recorrido.
4.- En cuarto lugar, faltan redes y comunidades que incentiven y se conecten con otros ecosistemas. Muchas universidades dan charlas para incentivar la inscripción en carreras científicas pero esto también se desconoce y no hay una articulación con el nivel educativo medio y con el nivel inicial.
Los museos de ciencia en diferentes países tienen muchísimas actividades y desarrollos para niños y niñas pero tampoco hay una articulación con otros niveles ni con las familias.
5.- Por último, hay desconocimiento sobre las oportunidades profesionales y sobre qué significa trabajar en ciencia y tecnología; y qué habilidades se precisan para estos campos.
Por ejemplo, tecnología, es un ámbito muy requerido y los salarios son, en promedio, un 33% más altos. Esta es una oportunidad profesional que las familias deberían incentivar porque para las mujeres puede significar lograr un balance entre trabajo y vida personal y les permite desarrollarse a la vez que tener un sueldo competitivo en el mercado. (JS)