Con la furia de dos mares

Panamá dejó Rusia 2018 en medio de los resultados obvios. Tres derrotas, una de ellas producto de la más sonora goleada del torneo. Saransk registró, en el úlitmo partido de los centroamericanos, ante Túnez, una marea que tuvo sus antecedentes en los partidos jugados en Sochi (con Bélgica) y Nizhny (con Inglaterra).

La notoria desventaja deportiva, la inferioridad futbolística con la que enfrentaron todos sus encuentros, los deja encasillados en el grupo de equipos que apenas cumplieron con inscribir su nombre en el Campeonato Mundial 2018. Sin embargo, Panamá mostró otras cosas que hacen que su presencia haya sido totalmente provechosa para ellos, debutantes absolutos.

Estoy en Nizhny para verlos ante los ingleses. La camiseta roja y el sombrero de guano, el tradicional panameño, inundan todos los accesos al estadio. En las afueras, un pabellón de la corporación nacional de turismo del país ítsmico invita a conocer las bondades que ofrece a los visitantes. Más allá de la obvia invitación al Canal, a la Zona Libre de Colón y a las compras, Panamá aprovecha la Copa del Mundo para recordar que es un país caribeño y que las playas de Santa Catalina, Isla Venao, La Miel están para ser visitadas.

Ya adentro del estadio, sacude un poco el escuchar la voz de Rubén Blades. Suena ‘Patria’, aquella canción que es una especie de himno nacional popular para los panameños, que acompañó instancias tan felices como las peleas de Roberto Durán y otras menos memorables, como la invasión de 1989. «Patria, son tantas cosas bellas. Son las paredes de un barrio, es su esperanza morena. Es lo que lleva en el alma todo aquel cuando se aleja…» Es el canto al que se suman hasta los rivales.

Hubo no menos de 25 mil panameños en Rusia. Ellos son la consecuencia de un proyecto que lleva caminando al menos veinte años, cuando su federación se propuso protagonizar y no quedar lejos de Estados Unidos o México. Poco a poco, de la mano de técnicos colombianos como José Hernández o locales como el astro local Julio César Dely Valdéz, el fútbol se fue convirtiendo en el deporte nacional, por encima del béisbol.

Los ídolos ya no son el citado Dely Valdéz o Rommel Fernández, fallecido justo cuando estaba en la cima de su fama en el fútbol español, allá en los tempranos años noventa. Es el turno del goleador Blas Pérez, del golero Jaime Penedo (cuya historia de hijo de la clase media alta dedicado al fútbol está vendiendo mucho en el libro que escribió), o el zaguero Román Torres.

Bélgica casi ni se despeinó para someterlos 3-0. La humillación frente a Inglaterra fue secundaria, cuando Felipe Baloy marcó el gol del descuento. El partido acabó 6-1, pero ese gol, el primero de Panamá en la historia mundialista, fue celebrado con júbilo y sin mezquindad. Frente a Túnez, en la despedida, la posibilidad de ganar el partido se planteó en un inicio, con al tanto en contra de Meriah. Luego, los africanos hicieron valer su mayor cancha y le dieron vuelta al partido.

Con dos goles a favor y once en contra se va el cuadro rojo del Mundial. Dejando imágenes como la del Bolillo Gómez rogando al DT inglés Southgate para que no sigan sumando en la goleada. Pero ya llegaron, su nombre quedó inscrito en la Copa del Mundo y el proceso, aquel que lentamente los acercó a la clasificación desde Alemania 2006, camina. Lo que hace 20 años era utópico, en Rusia 2018 se hizo realidad: con la furia de dos mares, esos que une el Canal, Panamá se instaló en la élite y sus hinchas, más allá de los marcadores adversos, lo disfrutaron.