Científicos de toda Europa piden prohibir los coches más contaminantes
La Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que una de cada ocho muertes que se produjo en el mundo en 2012 estuvo causada por la contaminación atmosférica, principalmente por la alta concentración de partículas en suspensión en el aire, un contaminante procedente, en su mayoría, del tráfico rodado y marítimo, la industria y el polvo de obras. Por este motivo, siete instituciones científicas europeas, entre ellas el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), han recomendado a la Comisión Europea y a diversas Administraciones estatales y regionales del sur del continente que creen zonas de baja emisión en las que se prohíba la circulación de vehículos viejos que funcionan con gasoil y “favorecer” la entrada de coches eléctricos.
Para ilustrar esta recomendación, los científicos recuerdan las medidas tomadas en los países del norte de Europa. En concreto, el estudio pone como ejemplo a Alemania, donde desde 2008 se han decretado una sesentena de zonas de baja emisión, en las que solo pueden circular los vehículos que emitan menos cantidades de partículas (PM2.5 y PM10). Según los científicos, el país germánico es de los pocos en los que esta medida ha sido “efectiva”.
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Las recomendaciones de los científicos son el resultado del proyecto Airuse Life+, financiado por la Unión Europea y realizado durante tres años en Atenas, Oporto, Barcelona, Florencia y Milán, para estudiar el origen y la efectividad de las medidas para reducir la polución de este contaminante, que es causante de enfermedades respiratorias, infartos de miocardio y varios tipos de cáncer. En su lista de 70 riesgos para la salud, la OMS sitúa a la contaminación como la novena y la primera causa ambiental.
El estudio se ha centrado en los países del sur de Europa, donde, según Xavier Querol, investigador del CSIC en el Instituto de Diagnóstico Ambiental y Estudios del Agua (IDAEA) y coordinador del proyecto Airuse Life+, la contaminación por partículas en suspensión tiene condiciones y fuentes de emisión particulares, más relevantes que en el norte del continente. “El hecho de que la lluvia sea menos abundante en las ciudades del sur hace que la atmósfera no se limpie y las partículas estén continuamente en suspensión”, asegura Querol.
El estudio revela también que durante los últimos años han aumentado las emisiones de otros focos: las estufas y calderas de biomasa. El consumo de este combustible se ha disparado; en 2012 se quemaron 15 millones de toneladas de pellets en el mundo, y se prevé que en cinco años esta cantidad se multiplique por cuatro o cinco, según las previsiones del operador forestal global Ekman.
Aunque en los países del norte de Europa ya se había generalizado su uso, a raíz del aumento del precio de otras fuentes de energía como la electricidad y los combustibles fósiles, este tipo de instalaciones se ha multiplicado en el sur del continente. Este crecimiento, sin embargo, no ha ido acompañado de una certificación que regule la calidad del combustible. “Es clave su regulación ya que algunos de los pellets que se están utilizando, como los de madera reciclada, arrojan niveles muy importantes de contaminantes y actualmente no hay ninguna certificación en los países del sur de Europa”, explica Querol.
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